La prestigiosa actriz Emma Thompson ha esperado a los sesenta y tres años para interpretar el papel más acojonante de su vida. Pensarás que el personaje elegido ha sido una mujer mítica, épica, admirada o admirable. Pues te equivocas. La prota de la peli es una profesora de religión reprimida y meapilas que nunca ha tenido un orgasmo y contrata los servicios de un prostituto.
Por “exigencias del guion” se abordan todo tipo de situaciones escabrosas de sexo explícito, sin filtros, sin remilgos y con un desnudo integral frente al espejo que ha convertido a la Thompson en una heroína posmoderna. Su único error -según ella- fue rasurarse el pubis antes del rodaje y restar a la puesta en escena un detalle tan oportuno de escatológica verosimilitud.
La película se estrenó en La Berlinale y la intervención de la actriz fue aplaudida a rabiar: “¡Mujeres quitaos la ropa -gritó- y poneos delante de un espejo. Aceptad vuestros cuerpos y no os juzguéis!” Es demoledor que a estas alturas de la libertad sexual, con el porno desatado y las leyes de género sacralizadas, un cuerpo desnudo, el erotismo y el sexo resulten una provocación, un reto, un misterio y una transgresión ¿Qué será lo siguiente? La excitación fetal y fecal: caca, teta, culo, pis. Por cierto, no tiene nada que ver con el feminismo. Tiene que ver con que la especie humana está involucionando. Y esta sí que es una realidad más inexorable que el cambio climático.