Famosa pionera en defender el voto femenino en Puerto Rico desde distintas organizaciones sociales. Ana Roqué de Duprey fue una articulista y escritora, convencida del lugar que debía ocupar la mujer en décadas de solapamiento social y educativo.
Ana Roqué de Duprey nació en la localidad de Aguadilla, en Puerto Rico el 18 de abril de 1853. Huérfana de madre cuando tenía cuatro años de edad, será educada por su padre, maestro y uno de los pilares fundamentales en el desarrollo intelectual de la escritora.
A los nueve años, después de cursar estudios en la denominada escuela regular, se dedica a coser en casa junto a su abuela, también maestra, mientras su padre la instruía en matemáticas.
Escribe textos sobre geografía y humanismo. Destaca su afán por plasmar en páginas y libros su experiencia de aprendizaje particular, y desde su hogar, continúa estudiando y leyendo; llega a crear una escuela en su propio ámbito doméstico.
Después de superar con éxito los exámenes necesarios, obtiene la titulación de maestra.
Interesada en equiparar los derechos de hombres y mujeres, promueve la iniciativa de hacer visible la necesidad de dicha igualdad social inexistente durante décadas en su país. Así pues, se convierte en una férrea activista, altavoz de las féminas sin posibilidades económicas ni educativas en Puerto Rico.
Su empeño es tal que en el convulso año de 1917 crea la Liga Femínea Puertorriqueña, germen de otras agrupaciones posteriores, de gran repercusión política, como por ejemplo la prometedora y efectiva Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas. Fundamental lograr el voto de las mujeres para mantener la paridad y la simetría conseguidas en 1935 de manera definitiva.
Su labor se dirige en dos sentidos: educación de las niñas y posicionamiento de la mujer en el lugar social que por derecho esencial le corresponde.
Se la considera una de las fundadoras de la Universidad de Puerto Rico.
Su espíritu emprendedor y su constante actitud suponen un ejemplo para otras docentes que seguirán sus huellas. Licenciada en Filosofía y Letras.
No cesa su quehacer profesional y divulgativo: publica en distintos medios artículos, opiniones y columnas críticas que llaman la atención de lectores y autoridades gubernamentales. Famosa por dar nombre a la realidad ensombrecida gracias a la tribuna de la revista La Mujer, o los periódicos El Buscapié, El Imparcial y El Mundo.
Junto con otras autoras, alentadas por su ánimo, fundan La Evolución, La Mujer del Siglo XX, Álbum Puertorriqueño y Heraldo de la Mujer. El relato va tejido, sin lugar a dudas, en torno a la mujer, protagonista indiscutible de los anhelos de Flor del Valle, como era conocida. Llegó a ocupar el cargo de directora de la Escuela Normal de San Juan. Siempre curiosa y atenta a muchos y más amplios saberes, fue una avezada estudiosa del universo y se sintió especialmente atraída por la astronomía. Recibió importantes reconocimientos académicos. Y en la actualidad ocupa un lugar destacado en el feminismo internacional. Murió en 1933 en Río Piedras.