El misterio y la leyenda envuelven la historia de esta monja urbanista propiciadora de la educación de las niñas en su época. Sor Juana de Maldonado y Paz fue una mujer polifacética, polémica y “ocupada” en el esplendor cultural de su país desde la clausura conventual.
El arcano y la confusión rodean la figura de Juana de Maldonado y Paz. Se discute su origen y también su existencia; se plantean dudas acerca de su vida y obra.
Encontramos documentos enrevesados, estudios que desmienten detalles más o menos veraces, descubrimientos que acrecientan sombras y luces de esta fémina nacida en el Reino de Guatemala a finales del siglo XVI.
Más allá de este batiburrillo tan seductor a lo largo de la historia, existen ciertos datos fehacientes; conocida como “la divina reclusa”, a los 21 años entró en el convento de la Concepción de Santiago de los Caballeros hasta su muerte acaecida en 1666 o 1668.
Pintada y retratada con atributos de santa, exhibida y paseada su imagen por todo el país, el escándalo estaba servido y la sospecha de la Inquisición no se hizo esperar. Envidias y recelos. Malos tiempos para familias que rivalizaban por el poder y la influencia en aquellos momentos. A ella le pilló todo eso y mucho más. Hija única de origen acomodado, recibió una educación esmerada. Sus próximos y la posteridad la recuerdan bella e inteligente con una voz prodigiosa para el canto, talentosa y de afable trato. Muy atractiva entre el estamento clerical. Destacada poeta, en muchas ocasiones se la compara con la escritora mexicana Juana Inés de la Cruz.
Monja urbanista con privilegios y prebendas a diferencia de las monjas descalzas, pudo gozar de su propia vivienda dentro de la propiedad del convento, tener personal a su servicio e instruir a niñas asignadas a dicha comunidad. La vida transcurría desde su “clausura” amenizada por la concurrida visita de artistas, viajeros, eruditos y eclesiásticos impulsados por su fama y su personalidad tan inspiradora, una auténtica mecenas de entonces, siempre rodeada de libros y de instrumentos musicales, al modo de los salones literarios de otras épocas venideras. Llegó a ser abadesa casi al final de sus días y corría en boca de algunos que murió de tristeza por una decepción amorosa. De nuevo el escándalo y la polémica.
Por aquellas décadas, a las mujeres, poco se les permitía escribir si no se trataba de ideas sobre la religión, temas teológicos en definitiva. De esta manera, los confesores de Sor Juana le pidieron que plasmara las impresiones de su vida monacal: El ángel de los forasteros. Destacan también títulos como Letra con estribillo a la Inmaculada Concepción, A los santos reyes, Al divino esposo, Para el Día de los Inocentes, Oda a San Antonio, entre otros. Esta escritora singular ha sido motivo de páginas literarias, convertida en personaje ficticio más allá de su realidad, desde su existencia tan controvertida, para algunos, pura imaginación de la historia.