Lubna de Córdoba fue una escritora y traductora andalusí de renombre en su época, muy reconocida por la posteridad literaria. Esclava manumitida, viajera y bibliotecaria del Palacio de Abderramán III.
Mientras se desarrolla el Califato de Córdoba, a lo largo del siglo X, destacó la figura de Lubna de Córdoba, una mujer sobresaliente y polifacética que ocupó el cargo de secretaria de Alhakén II.
Se desconocen con exactitud datos concretos de su nacimiento y de su muerte: faltan archivos y documentos que fechen su vida y puedan aportar más detalles para conocer mejor su completa impronta vital y profesional, que no fue poca.
La crítica literaria no ha dudado en mostrarse unánime en cuanto al reconocimiento de la importante labor intelectual de esta esclava manumitida bajo el auspicio del califa, hombre cultivado, un gran promotor y defensor de la cultura en aquella centuria.
Lubna de Córdoba fue una escritora andalusí que pasó a la historia por sus amplios conocimientos de gramática y de matemáticas. Y por su arte como poeta, dado que resultan notables los matices que se derivan de su poesía en la que describe a modo de mosaico pretérito su vida, de indiscutible calidad versal admitida por literatos posteriores.
Las paredes del palacio de Abderramán III albergaron sus primeros pasos; allí vive junto a su familia y pronto desarrolla un gran afán por la escritura; de personalidad curiosa y muy interesada por los libros que reúne su importante biblioteca.
Consigue ser copista en un principio y con el tiempo pasará a ser la bibliotecaria, utilizando un término actual, en femenino, por supuesto, es decir, la persona responsable de organizar los volúmenes y de catalogarlos; se erige, pues, en auténtica experta de cara a nuevas adquisiciones que enriquecen el valor de la biblioteca real. Llegó a ser nombrada conservadora de la misma y gracias a su quehacer y buen oficio dirigió más de quinientos mil libros. Esmerada amanuense, especialista en manuscritos que leía y traducía, a la vez que añadía importantes y rigurosos comentarios con prodigiosa habilidad sobre datos del autor y contenido del libro que adquiría.
Su función en la biblioteca real favorece la posibilidad de viajar por Oriente Medio con el fin de perseguir y rescatar importantes libros para aumentar la institución a la que se sentía tan unida y tan implicada. Conoció lugares como El Cairo, Bagdad, Damasco, entre otros. Todo ello propiciado por un ambiente de esplendor cultural en el que se reconoce el papel de las mujeres -se contabilizaban más de 170 letradas y copistas- de aquel momento.
Además, Lubna de Córdoba ejerció como maestra de niños marginados a los que enseñaba matemáticas, otra de sus grandes aficiones para la que poseía una gran capacidad analítica. Hoy una calle de Córdoba lleva su nombre en homenaje a esta mujer singular. Constituye un ejemplo de fémina en la que se hermanan cultura, historia e inteligencia, carácter, decisión y oportunidad. No desdeñó lo que la vida le ofrecía y supo exprimirlo.