Lady Augusta Gregory recopiló el amplio y variado folclore irlandés, llevada por el compromiso de identidad con su patria. Constituyó un punto de referencia en el llamado renacimiento irlandés, convencida de su patrimonio cultural.
Isabella Augusta Persse nació en 1852 en el condado de Galway. De origen aristocrático, se casó con Sir William Gregory, 35 años mayor que ella y en su casa de Londres destacó por la labor cultural desarrollada en sus salones, frecuentados por Browning, James, Shaw o Yeats, entre otros; auténtica mecenas de aquel entonces, culta e intelectual que atesoró una importante y admirada biblioteca. A la muerte de su marido, regresa a Irlanda y abandera la causa independentista de su país; conocedora de la mitología celta, empleó tiempo y afán en traducir del gaélico cuentos y leyendas que su niñera le había contado en sus años de educación infantil. Reflejo de ese interés y de su propio entusiasmo: Cuchulain of Muirthemne (1902), considerada la visión más acertada del Ciclo de la Rama Roja del Ulster sobre dicho héroe mítico, a pesar de que la autora, hija de su época, parece que modificó en gran manera determinados capítulos para evitar ofender a la sociedad victoriana de su tiempo.
Amante del teatro, junto con Yeats y Edward Murphy, crean en 1897 el famoso Irish Literary Theatre, embrión del posterior y renombrado Abbey Theatre. Pronto se representarán comedias y farsas ambientadas en el campo irlandés, llenas de personajes arquetípicos: La noticia se difunde (Spreading the News, 1904), por ejemplo.
Viajera incansable, conoce España, Egipto, Ceilán y de sus experiencias, como gran observadora de la población y costumbres, dejó puntual testimonio en artículos publicados en The Times. A la vez, se involucra en cuestiones sociales con obras más comprometidas de tinte patriótico: The Goal Gate (1906) y Salida de la luna (The Rising of the Moon, 1907), de gran influencia posterior. Su labor compiladora destaca en el Libro de Santos y Maravillas (1906).
Hoy conocemos ediciones de mitología irlandesa gracias a su atención como promotora de la idiosincrasia del país: auténticas y valiosas obras de arte de reconocimiento internacional. Fue una activista indiscutible que no dudó en adoptar una posición claramente favorable hacia el nacionalismo cultural de Irlanda, y su actitud y su producción literaria suponen todo un emblema para definir la identidad más auténtica de Irlanda. Su vida personal y profesional constituyen una genuina guía que nos permiten comprender los cambios y las transformaciones que paulatinamente se iban produciendo en las décadas decimonónicas hasta principios del siglo XX cuando muere el 22 de mayo, de 1932, a los 80 años de edad en su casa, víctima de un cáncer de mama. Conviene resaltar sus variados escritos tanto creativos como sociales, ensayos, relatos, comedias. Era una firme convencida de la cultura para las mujeres; con un lenguaje natural y sin alambicamientos ni complejidades incomprensibles; aseguraba que de poco sirven los conocimientos si no se comparten o no contribuyen a la mejora social.