Se ha presentado, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, el libro ‘Con un traje de luna’, de Pepa Merlo, en cuyo acto han intervenido, junto a la autora, el editor de Fundación José Manuel Lara y crítico, Ignacio F. Garmendia y la escritora y catedrática de la Universidad Complutense, Fanny Rubio.
‘Con un traje de luna’ nace de la necesidad de ampliar la antología ‘Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27’ que la Fundación José Manuel Lara publicó en el año 2010 en esta misma colección de poesía Vandalia. El criterio seguido en aquella antología abarcaba poemarios publicados hasta 1936, año en el que la guerra incivil española acababa con todo, incluido con los movimientos estéticos de ese periodo.
Esto hizo que muchas poetas que participaron intensamente de la vida cultural de los años 20 y 30, con mayor o menor contacto con el grupo del 27, no estuviesen dentro de la selección que se llevó a cabo entonces, pues sus primeros poemarios habían visto la luz después de la contienda.
Esta nueva antología realizada una vez más por Pepa Merlo, amplía la lista de poetas e introduce a otras que por las fechas de publicación quedaron fuera de aquel índice. Además, recoge una selección añadida de poemas pertenecientes a libros posteriores a 1936 de las poetas que ya formaban parte de la relación de ‘Peces en la tierra’.
En el prólogo de ‘Con un traje de luna. Diálogo de voces femeninas de la primera mitad del siglo XX’ se pretende recordar cómo se ha conformado el constructo femenino para entender mejor la situación de la mujer en la época moderna (y quizás también contemporánea), porque somos lo que la historia en todas sus vertientes, cultural, política, social, religiosa, etcétera, ha hecho que seamos. Más allá de las características estéticas que definieron al Grupo del 27 y los diferentes elementos poéticos que influyeron en las poetas y los poetas de la primera treintena del siglo pasado y que fueron sobradamente explicados en la Introducción de ‘Peces en la tierra’, la autora de esta antología, Pepa Merlo, ha pretendido ahora esclarecer el momento en el que se sitúa la mujer en esos años treinta, de dónde viene, o conocer la ilusión que supuso un periodo de esperanza en su desarrollo social y cultural y cómo se volvió, después de la contienda, a situar a la mujer en el mismo punto de involución del que venía. Una historia tan determinante que sin duda hace que la visión del mundo que trasladan a sus versos –o que plasman en sus cuadros las pintoras– sea distinta, de modo directo o indirecto y más o menos evidente.
Encontramos puntos comunes en sus vidas, los nombres de unas y otras van cruzándose de una a otra biografía, coinciden, colaboran, se ayudan en un rico debate permanente que implica a políticas, pedagogas, escenógrafas, pintoras que diseñarían las cubiertas de los libros de las poetas, portadas de revistas, ilustraciones de poemas; mujeres que contarán unas con otras para antologías, o simplemente en la vida, compartiendo, organizando juntas proyectos culturales, consolándose mutuamente, apoyándose entre ellas, generando una red explícita o implícita, un diálogo de voces femeninas.
La lista de poetas se amplía en este nuevo trabajo con seis nuevos nombres –Mercedes Pinto, Ángela Figuera Aymerich, Maruja Falena, Ana María Martínez Sagi, Dolores Arana y Alfonsa de la Torre– a la vez que se suprimen dos de los que aparecen en ‘Peces en la tierra’, Josefina Bolinaga y Esther López Valencia, pues poco más podía aportarse a la selección allí recogida. En el apéndice aparecen otros diez –Ana Inés Bonnin, María Alfaro, Chona Madera, Ester de Andreis, Concha Zardoya, Susana March, Trina Mercader, Luz Pozo, Mercedes Chamorro y María Beneyto– escogidos entre los muchos que podrían acompañarlos, que darían para otro volumen. Es ingente la lista de poetas, inacabada aún la tarea de presentarlas ante la historia de la poesía.
Finalizó el acto de presentación con la lectura de algunos fragmentos de la obra por parte de la autora, Pepa Merlo.
‘Con un traje de luna’ es un nuevo proyecto de Pepa Merlo, quien comenta cómo surgió la idea de este libro: “Después del impacto que supuso la antología ‘Peces en la tierra’, se imponía una edición en la que los versos de aquellas poetas que la integraban fuesen más allá de 1936. El criterio que fundamentó ‘Peces en la tierra’ era incluir poemarios publicados hasta 1936, para visibilizar a las poetas que estaban publicando en el mismo momento en el que lo hacían los componentes reconocidos de la llamada Generación del 27, compartiendo con ellos revistas, editoriales, etc. Una vez reivindicadas se hacía necesario, por un lado, ampliar el cómputo de poemarios, para de este modo, mostrar la evolución poética que experimentaron y, por otro lado, ampliar la lista de nombres. Muchas se quedaron fuera de la antología por haber publicado sus poemarios con posterioridad al 36; a otras, por ejemplo, las descarté en su momento por haber pasado el periodo de los años 30 fuera de España.
Aparte de introducir poemas pertenecientes a libros posteriores al 36 y de la inclusión de otros nombres más o menos conocidos que no aparecían en ‘Peces en la tierra’, quizás la novedad mayor sea incorporar a la lista de conocidas el nombre de María Ferrer Llonch y Maruja Falena.
Respecto al título, es un verso de Concha Méndez. Me pareció muy apropiado teniendo en cuenta el vínculo íntimo entre la luna y lo femenino, pero, sobre todo, la idea metafórica de la figura de la mujer a la sombra de lo masculino, brillando con luz ajena, como la luz de la luna, una luz que no le pertenece, reflejo del sol, y a partir de esta idea, todos los tópicos que a lo largo de la historia se han creado en relación a la luna y lo femenino.
Es muy difícil, por no decir imposible, resumir con una única frase a ninguna de ellas, porque todas son mujeres polifacéticas, con vidas absolutamente novelescas y voces muy dispares. Muchas de ellas cambian radicalmente biografía y voz poética, con lo que habría que componer múltiples frases dependiendo de dónde nos situáramos en su vida o en su obra.
Sí, es cierto que hay un hilo de unión entre ellas muy fuerte, aún sin conocerse. No se trata de que haya “sensación de grupo”, son grupo, y las une la historia, el momento tan peculiar de cambio que supuso la primera treintena del siglo XX. Son la generación de la República. Si los poetas constituyen la Edad de Plata de la Literatura, ellas son la Edad de Oro, como bien señala Mariluz Bort, pues se trata del primer grupo al que podemos referirnos como tal. Es muy interesante, al leer sus biografías, ver cómo van colándose unas en las vidas de las otras, cómo están presentes y van saltando de unas páginas a otras páginas. Como ellos, son múltiples sus nombres y variadas las voces.
Son muchas las que destacaron. El hecho de que se cuente con sus versos para las publicaciones de prestigio del momento, que se las incluya en antologías, que sean partícipes en las lecturas de poemas, etc., es ya destacar. El problema no es que destacaran en su época, el problema es que, aun habiendo destacado, se las eliminara de los anales de la historia.
Siempre he dicho que nos mostraron un abanico a medio abrir. Que era necesario abrirlo completamente para que la historia fuese lo más justa posible. Para así poder tener una visión justa de la poesía, para poder elegir a un poeta o a una poeta, pero no puede tenerse una visión total de la historia mientras que quede oculta una parte importante. Contar sus vidas es fundamental, pues a diferencia de los poetas, ellas, en una sociedad en la que la mujer no cuenta, deben justificar su presencia en esa sociedad, lo que agrega a sus historias extrañas realidades, algunas prefieren perder su condición de mujer para poder visibilizar su obra, por ejemplo, y firmar con nombre masculino o delegar en la pareja la autoría de sus composiciones. Y, se haga o no estudio crítico de su poesía, es imprescindible la publicación de los poemas, pues hablan por sí solos.
Afortunadamente, la historia ha cambiado. Visibilizar los nombres de todas las mujeres, poetas, narradoras, políticas, pintoras, filósofas, médicos, abogadas, etc., a las que no se las consideró, ni siquiera para poder olvidarlas, ha sido determinante y es de justicia que no quede ni un solo nombre sin mencionar. Hoy, aunque falta aún mucho camino por recorrer, las obras de las poetas se reconocen igual que la de sus coetáneos, no hay más que comprobar cómo los últimos Premios Nacionales, por ejemplo, los ostentan nombres femeninos. Las editoriales apuestan por lo femenino, y parece, que al menos en la literatura, ese techo de cristal se está resquebrajando con más facilidad que en otras áreas sociales.
Pepa Merlo (Granada, 1969) es doctora en Filología Española e imparte clases de literatura y creación literaria en las Universidades de Granada e Internacional de Valencia. Premio Extraordinario de doctorado y autora de valiosos trabajos de investigación, ha publicado el libro de relatos Todos los cuentos, el cuento (2008) y una recopilación de testimonios sobre ocho mujeres víctimas de la represión franquista, El haza de las viudas (2009). Ha editado Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27 (2010), Diván del Tamarit (2018) de Federico García Lorca, y dos novelas de Elisabeth Mulder: Una sombra entre los dos (2018) y El retablo de Salomé Amat. Junto a los músicos Rafa Mora, Moncho Otero y Juan Antonio Loro, representa desde 2011 los espectáculos poético-musicales “Donde me pidas, iré. Versos de otro tiempo”, sobre las poetas de la primera treintena del siglo XX, y “Escribo como escribo. Deshaciendo lo injusto”, sobre Gloria Fuertes.