María Mulet pertenece a la llamada Generación Valenciana de los 50, escribió en castellano y valenciano. Entre sus obras destacan sus poemarios y los relatos infantiles en los que recoge vocabulario y expresiones costumbristas.
Resulta fácil imaginar a nuestra “mujer singular” disfrutar de su Levante querido. María Mulet fue una maestra destacada “entre naranjos”, a través de sus enseñanzas en la población de su natal Albalat de la Ribera hasta las localidades mediterráneas de Bañeres y Cullera….una huerta valenciana que tantas páginas literarias y pictóricas inspiró. Y lo sigue haciendo en la actualidad, sin duda.
Nació en 1911 y muere en 1982.
Los lugareños recuerdan su labor docente, su interés cultural en unas décadas de difícil reconocimiento para mujeres que se afanaron por la educación de aquellos “¿felices?” años…Destaca su interés en la edición de volúmenes poéticos, de relatos narrados en los idiomas que practicaba y difundía: del castellano al valenciano, iba y venía traduciendo sin ataduras ni limitaciones. Fiel y atenta observadora, reproduce con una gran exactitud el habla popular al que está acostumbrada por su oficio y por sus familiares.
Ha pasado a los anales literarios junto a escritoras como María Beneyto o Beatriu Civera, autoras nacidas alrededor de 1920 y 1930. Ocupada y preocupada por la lectura de los escolares más jóvenes, introdujo con notable éxito la literatura infantil en sus aulas durante el franquismo y lo hizo en valenciano.
Colaboradora asidua de la prensa de su región, favorece la promoción y el conocimiento de historias costumbristas tan cercanas y conocidas por ella. Sus columnas periodísticas le daban visibilidad a una población necesitada de historias auténticas sin permitir que su propia idiosincrasia regional se perdiera.
Especial relevancia adquiere su primer libro de poesía: Arpa suave de 1948 y los libros infantiles Pedro, diario de un niño y Gloria a Dios. Poemas de Navidad, o el famoso Amor, la misma palabra, entre otros.
Y así de manera continuada, la encontramos muy implicada en organizar actividades muy vinculadas con el mundo de la infancia para la difusión de la historia de Valencia: convoca certámenes y concursos que incentivaran la cultura desde los primeros años de escolarización. Era consciente de que el progreso de un país con dificultades de expresión y libertad se merecía unas generaciones formadas en la lectura y la escritura. Se arriesgó a defender la “cohabitabilidad” de lenguas, culturas y pueblos. Muy avanzada para su tiempo aun a riesgo de perder su empleo. Confesaba en alguna de las entrevistas que le hicieron con motivo de sus publicaciones que deseaba atesorar “el viejo vocabulario de mis abuelos y mis padres, que no lo tenía olvidado, pero sí adormecido”; una mujer infatigable que no cedía a las posibles trabas que pudieran impedir sus objetivos: desde la escuela a la sociedad, desde los libros a la vida entre iguales.
Su ejemplo ha perdurado en muchas generaciones de maestras rurales que perpetúan ideales de rigor educativo.
María Mulet nos anima en la ardua y gratificante tarea docente.