Sí un grupo de monjes tibetanos llamará a nuestra puerta para comunicarnos que nuestro hijo es la reencarnación del lama Dorje, gran maestro, y que debe de partir cara al monasterio de Paro Dzong en Bhután, ¿cómo nos comportaríamos? Eso es lo que le ocurre a una pareja normal de Seattle. Muchas personas han conocido el budismo tibetano gracias a películas como está de Bernardo Bertolucci «El pequeño Buddha» o «Siete años en el Tíbet» del desaparecido, explorador, Heinrich Harrer, maestro del actual Dalai Lama, libro del que se han vendido cuatro millones de ejemplares en todo el mundo y que luego sería llevado a la pantalla por el actor Brad Pitt. Pero, ¿qué tiene el budismo que tanto nos atrae? ¿Cuál es su historia?
Han pasado cincuenta años desde que un Dalai Lama jovencísimo fuera expulsado del País de la Nieves. Quizás la respuesta la haya dado hace unos años, el escritor, Panjak Mishra nacido en el norte de la India en su libro: «Para no sufrir más. El Buddha en el mundo» De una manera poliédrica, Mishra, nos habla de filosofía, de ciencia y de las cuatro nobles verdades del budismo, así como de otros intereses que se han sumado sin saberlo a este largo exilio. Pero, hacemos nuestras las palabras de Harrer al describir a un joven decimocuarto Dalai Lama: «El niño que los gobernaba no tenía compañeros de juego. Descansaba en una cama de duros cojines rellenos de lana. Comía y cenaba solo. Su contacto humano se reducía a hombres un par de generaciones más mayores que él: sus dos profesores y los tres abades que atendían su alimentación y su ropa. Todo lo que tocaba se consideraba sagrado, sus nombres eran múltiples: El santo, Asombro de palabra, Juez absoluto, Defensor de la fe, El Océano, Buddha viviente, Dios Rey».
Y fue el 17 de marzo de 1959, cuando el Dalai Lama huyó del Tíbet después de haber fracasado un levantamiento popular contra las tropas chinas. Aproximadamente 80.000 tibetanos les siguieron, y se establecieron en la ciudad de Dharamsala (India) en donde estableció el (Khashag) el Gobierno del Tíbet en el exilio. Durante un tiempo todo lo que el Dalai Lama sabía de ciencia provenía de las noticias que llegaban a Dharamsala a través de la BBC, la revista Newswek o de algún texto ocasional de astronomía. Tras la invasión China el Tíbet estuvo cerrado a los extranjeros, como ya ocurrió a principios de siglo. Luego las esporádicas revueltas y las muchas trabas burocráticas que han impuesto los nuevos administradores chinos tras la invasión- entre las que resaltaban sus largas pretensiones económicas- continuaron significando un muro insalvable. En Occidente el Tíbet evoca misterio y los lamas de repente aparecen rodeados de occidentales como algo exótico, algo desconocido. En donde surge como por encanto: el cielo. Sangri-la, fue lo que dejo el Dalai Lama en aquellos años. Sangri- la es la versión occidental de la milenaria leyenda de Shambala, un reino maravilloso rodeado de montañas y habitado por unas gentes rodeadas de clarividencia y telepatía que gracias al Kalachakra (practica de meditación propia del yoga) consiguen llegar a la iluminación en una sola vida. Los tibetanos en sus muchas manifestaciones saben que están lejos de ese Shambala que nos recuerda al sabio Milarepa y a su maestro Marpa, pero tienen eso si, una imagen de un mundo que tendría que estar rodeado de paz y alegría. En el Tíbet actual los periodistas extranjeros no pueden preguntar abiertamente sobre el Dalai Lama. ¿El Dalai Lama se ha equivocado en sus negociaciones? Es posible. Antes de 1959, lo consideraban como su líder espiritual, pero desde entonces, ¿como pueden ir juntas la política y la religión? Nos preguntamos: ¿qué libertad hay en un país en donde sus ciudadanos no pueden reivindicar sus derechos y hablar de independencia? Es posible que la política y la religión tienen que ir separadas pues como decía sabiamente el periodista, Alberto Oliveras: «Si se juntan, la política y la religión montarían la revolución» Ahora, ¿cómo es posible que no se permita a un ciudadano tibetano llevar una foto del Dalai Lama?, ¿tanto peso tiene estando fuera de sus fronteras, tras cincuenta años de ocupación? ¡Es cierto! Muchos han sufrido ese exilio, ahora el Dalai Lama es una figura reconocida fuera. Pero, ¿y la libertad?, ¿dónde está?
En el año 2008, la población tibetana apenas alcanzó los seis millones de habitantes distribuidos por un territorio de más de 2.200.000 kilómetros cuadrados: es una de las densidades de población más bajas del planeta y con unas distancias enormes de 2.500 kilómetros entre regiones como Amdo y Nyari. A lo largo de los siglos han conformado un sistema único y ahora han transformado cada una de estas montañas y lagos sagrados en explotaciones mineras. Compañías estatales y privadas y todo tipo de personas desembarcan en masa para explotar la tierra sin piedad y a cambio obtener enormes sumas de dinero. Según los medios de comunicación oficiales: «Los expertos estiman que el valor del subsuelo del Tíbet puede llegar a los 600.000 millones de yuanes, unos 60.000 millones de euros.»¿Cuántas montañas y lagos sagrados contendrá dicho subsuelo del Tíbet? En un futuro no muy lejano, ¿correrán las otras siete montañas que quedan en Lhasa el mismo destino fatal? –se pregunta la disidente, Tsering Woser que ha nacido en Lhasa (1966) y desde sus libros y blogs una y otra vez cerrados por el Gobierno chino denuncia la situación de su pueblo. Nos seguimos preguntando: ¿de que vale la libertad religiosa, si no es una libertad total?
Son muchos como describe el escritor Javier Moro en su libro: «Las Montañas de Buddha» (Seix-Barral) los que han dejado atrás el Tíbet y se han ido a vivir a Dharamsala o a sus cercanías. «Junto a un grupo de personas hemos formado hace ya unos años una agrupación para la defensa y la libertad del pueblo tibetano. Nos hemos reunido con el Dalai Lama y este nos contó que la situación está muy mal. Hay que denunciar: están sucediendo cosas que no se cuentan. Hemos creado una pagina en internet para tratar de informar sobre lo que realmente está sucediendo: www.tibetcat.com informamos sobre un Tíbet libre e independiente. En este libro que está en la calle, me asomo a las vidas de dos mujeres jóvenes que se reúnen con un grupo de refugiados, para cruzar las noches de las cumbres más altas del mundo» O, como denuncia, a través de la imagen, el guionista y director de cine Gerardo Oliveras en su, «Tíbet, libertad en el exilio»
Thubten Wangchen es uno de ellos. Nació en 1954 en Tíbet y su padre lo llevaba sobre sus hombros y cogía a su hermana mayor de la mano. Su padre sólo pensaba en salvar su vida. Tuvieron que dejar todo atrás. Si los chinos veían a un tibetano moverse disparaban contra él. Actualmente es director de la Casa del Tíbet en Barcelona y ha destacado por su lucha por los derechos humanos. «España con la querella a Pinochet pasará a la historia por haber introducido la idea de una jurisdicción universal contra los dictadores genocidas. Yo que soy ciudadano español y por tanto tengo derecho a denunciar, decidí impulsar la misma vía contra Jiang Zemin, ex presidente chino, y otros responsables de estos asesinatos en mi país. Es mi responsabilidad» Palden Gyatso también fue detenido junto a miles de monjes e internado en un campo de trabajo chino por haber participado en una manifestación a favor de la libertad del Tíbet. Su cautiverio duro 33 años. En 1992 logró escapar a través del Himalaya y desde entonces se ha convertido en defensor de su pueblo y por consejo del Dalai Lama ha escrito: «Fuego bajo la nieve» «Mi historia es la de un simple monje budista que consiguió sobrevivir a las fuerzas destructivas de una ideología totalitaria» O Tenzin Choedrak que en, «El palacio del Arco Iris» (Circe) recoge sus vivencias como monje y médico cuando vivió en sangre viva la invasión de su país por los guardias rojos de Mao Zedong. Estuvo durante más de veinte años en prisiones chinas y ahora habla del genocidio de su pueblo y de una cultura milenaria, así como de la destrucción de la naturaleza y al final se le escapan unas palabras: «Aunque nuestro enemigo sea cruel, aunque siembre el terror, la violencia y la injusticia, el Buddha nos dice que lo amemos» A estas palabras nos hacemos una pregunta: ¿tanto sufrimiento?
Según el Doctor en Derecho, José Elías Esteve Moltó y autor de un exhaustivo trabajo: «El Tibet: la frustración de un estado» que hace diez años viajo al Tíbet y desde ese momento algo cambió en su vida que se comprometió a defender al pueblo tibetano, haciendo uso de todos los recursos legales a su alcance. «La competencia de la Audiencia Nacional española al juzgar estos crímenes reside en que el genocidio del pueblo tibetano es un crimen de lesa humanidad. En China es imposible presentar esta denuncia; ya que China no reconoce el Tribunal Internacional de la Haya. Además España cuenta con la experiencia de la acusación de Pinochet y otros militares argentinos” Pero el sufrimiento buddhista continua... Al Lama Khongtang Tsang Rimpoche le habían escondido bombas en su habitación y un telégrafo para poder acusarle de encabezar la rebelión, acusado de contrarrevolucionario en 1959; era uno de los Lamas más reconocidos y mantenía una buena relación con el décimo Pachen Lama. Murió en el año 2000. En España, hemos podido leer: «El día más feliz de nuestras vidas» Se mostraron así de rotundos: Takna Jigme Tsangpo y el propio Palden Gyatso que por mediación de José Elías Esteve Moltó y el Comité de Apoyo al Tíbet dieron testimonio de las torturas sufridas en las distintas cárceles chinas ante el juez Ismael Moreno de la Audiencia Nacional. Pero no tiene el Gobierno Chino bastante con ocuparse de si mismo que tiene que mentir sobre la verdad. En los años sesenta del siglo pasado surgió la necesidad ideológica de recrear el Tíbet de una forma distorsionada. En la película «Siervos» describen a los tibetanos como un pueblo desgraciado a causa de su retraso y salvajismo. Sólo el comunismo chino es capaz de salvarlos. Ahora no deja de ser curioso que el actor que interpreta a su protagonista: es chino y en la vida real acabó abrazando el budismo.
La injerencia de Pekín en las costumbres y en la forma de vida de los tibetanos propició la revuelta de monjes y sacerdotes budistas el 10 de marzo de 1959, pero fue aplastada sin piedad por el ejército de Mao. En aquel momento, el Gran Timonel señaló: «Han perdido la gran batalla» Murieron más de 10.000 personas. Pekín acabó imponiendo la autoridad del Panchen Lama, segundo gran dignatario en la jerarquía tibetana. Los Panchem Lama, como los Dalai Lamas, son altas reencarnaciones. La primera se dio en el siglo XIV de la Era cristiana. Desde entonces los Panchem Lama habían sido los más grandes entre los Lamas y sólo ocupan el segundo lugar después del Dalai Lama- en cuanto a autoridad religiosa, pero nunca ejercieron el poder temporal. Durante siete años el Panchen Lama estuvo en la cárcel siete años por negarse a denunciar al Dalai Lama. Siendo liberado en 1973 reapareció en publicó en 1978 como diputado del Tíbet en la Asamblea Nacional Popular. El pasado 23 de Enero, cinco días antes de morir, el Panchen Lama había consagrado el gran «estupa» (monumento funerario) de Tashilumpo, construido para reemplazar los que habían construido los Guardias Rojos durante la «Revolución Cultural» entre 1966 y 1977. Seis mil templos fueron destruidos. Actualmente, Gyaltsen Norbu, fue nombrado Panchen Lama por las autoridades chinas y está de acuerdo con la última afirmación y así lo hizo publico una vez que las calles ardieron. Para la mayoría de los tibetanos la figura religiosa del país es un impostor elegido por el partido comunista chino. En 1955, el Gobierno secuestro a un niño que los lamas habían elegido siguiendo una tradición con seis siglos de historia. Gedhum Choekyi Mima, a sus seis años de edad se convirtió en el prisionero político más joven del planeta. Es el auténtico Panchen Lama al que ha sustituido Gyatsen Norbu. ¿Dónde está la libertad?
Ningún persona como el Dalai Lama, a sus setenta y cuatro años que cumplirá el próximo mes de Julio ha sido tan reconocido fuera de sus fronteras. Pero de todos es conocida la «relación de amor con los Estados Unidos de América» La historia se desarrolló en marzo de 1959, nueve años después de la invasión china, cuando grupos tibetanos apoyados por la CIA libraban una guerra de guerrilla contra sus ocupantes. Los chinos planeaban secuestrar a Tenzin Gyatso que había sido entronizado Dalai Lama. El Dalai Lama busco consejo al oráculo de Nechung. El monje que daba voz al oráculo, Lobsang Jigme, entró en trance y grito: «vete, vete» y garabateo en una cuartilla las instrucciones para la escapada. Lo que se reveló después sin que lo supiera el Dalai Lama fue que el espionaje norteamericano había transmitido al oráculo el plan de fuga. Hacia las diez de la noche del 17 de marzo, después de haber dirigido las plegarias rituales, el Dalai Lama se quitó su túnica azafranada y se vistió de calle, pantalones negros y su rifle al hombro. Salió a la calle. Todo bajo el secreto más absoluto, pues los chinos tenían espías por todos lados. En la madrugada del 18 de marzo, el agente envió un mensaje radiofónico a Okinawa (Japón) diciendo que la operación estaba en marcha. Informaron al presidente Einsenhower. El 31 de marzo, el Dalai Lama, enfermo de disentería y piso terreno indio. El Dalai Lama se había salvado, pero el Tíbet se había perdido.
Siendo Bill Clinton presidente de Estados Unidos recibía al Dalai Lama en la Casa Blanca, pese a las protestas por parte de Pekín. Celebridades como Richard Gere, Harrison Ford, Sharon Stone, o Shirley MacLaine se encontraban para saludarle. Así como, el compositor Leonard Cohen, el director de cine, Oliver Stone y la cantante de color Tina Turner, o, los españoles: Nacho Cano que comenzó a interesarse por las prácticas budistas cuando tenía quince años, y la actriz Penélope Cruz ganadora recientemente de un Óscar, el escultor, Antoni Tapies que conoció el budismo a través de la ciencia. Pero ya antes otros exploradores sucumbían a sus encantos y en ocasiones pagaban con su vida. Misioneros como Antoni De Montserrat, el primer jesuita en trazar un mapa del Himalaya y del Tíbet en 1581,o, el portugués Antonio de Andrade quien en 1624 atravesó los Himalayas. Otro jesuita, Ippolito Desideri que llegó a Lhasa en 1715 y estudio en la Universidad monástica de Sera, escribió un diccionario tibetano-italiano con 33.000 palabras, o, Steven Hedin que atravesó varias veces los altiplanos tibetanos entre 1896 y 1909 y la famosa exploradora Alexandra David Néel que habiendo estudiado buddhismo tántrico en Sikkim y en Kumbun. En el año 1924 acompañada por su hijo adoptivo, el lama Aphur Yougden, y disfrazada de mendiga, camino durante semanas hasta llegar a la Ciudad Prohibida. Sus libros encendieron la llama por el Tíbet en varias generaciones de viajeros y fruto de eso ha sido: «Diario de un Viaje. Cartas desde la India, China y Tíbet»