Ya van unos cuantos años que la editorial Planeta presenta las novelas ganadoras del premio más cuantioso del mundo en el Instituto Cervantes, en esta ocasión debido a las medidas del COVID-19 el acto ha estado un tanto descafeinado porque los autores no se han parado a departir con los periodistas presentes en el acto y han salido casi corriendo como alma que lleva el diablo, quizá azuzados por la bestia.
Tampoco se ha podido preguntar a los protagonistas y sólo hemos podido mantener unos breves saludos de cortesía y felicitación. El trío más famoso de España, después de aquellas trillizas de oro que acompañaron a Julio Iglesias hace ya unas décadas y que matrimoniaron de forma ejemplar, es o son Carmen Mola. Jorge Mola, Agustín Mola, y Antonio Mola o Carmen Díaz, Carmen Martínez y Carmen Mercero, como ustedes prefieran. Estos trillizos literarios o debería decir clones guionistas han opacada a la figura elegante y discreta de Paloma Sánchez-Garnica que vino a afirmar que es el seudónimo de Paloma Sánchez-Garnica.
El Presidente de Planeta, José Creuheras, no podía faltar al acto de presentación de las novelas ganadoras del premio Planeta de Novela 2021 en el templo de la literatura en español, el Instituto Cervantes. Comedido y acertado ha señalado que “una sociedad que lee es un sociedad mejor”. Sabias palabras que deberían forjarse en el frontispicio de tan alta institución y que deberían asumir los diferentes gobiernos de la nación para promocionar la lectura de libros y no de móviles entre los jóvenes y los que no lo son tanto. Así también le harían un favor a la editorial Planeta y, por ende, a todas las demás, en estos momentos de escasez de papel.
El Presi Planetario también apuntó que ambas obras son novelas históricas, lo que demuestra la pujanza del género que se quieren cargar algunos extremistas. La novela de Carmen Mola, personaje a medio camino entre una mujer con tres hijos de escasa edad y una hidra de tres cabezas que se crió entre guiones de televisión en un conocido hospital madrileño muy céntrico, se desarrolla en 1834 en plena epidemia del cólera. Está claro que la cabra tira al monte y, a lo mejor, han querido hacer un Hospital Central en plena desamortización de Mendizábal –no confundir con la presentadora del acto Mamen Mendizábal –que no sabemos si es descendiente directa del desamortizador más famoso del país con Madoz-.
Para el trino narrador, “Carmen Mola no tiene límites. Hará cualquier barbaridad que imaginemos”, afirman los tres casi al unísono y quitándose la palabra el uno al otro. Se nota que se llevan muy bien, tal es así que no saben si una página la ha escrito uno u otro. Esa es la cuestión cuando se escribe a seis manos, como en una tarde de corrida en las Ventas. 6 manos 6. Lo que sí está claro es que cuando hay una buena idea la tiene Jorge Díaz, el machaca es Mercero y el de las ideas atroces es Agustín.
La novela de Paloma Sánchez-Garnica que lleva un grandísimo título en la portada es “Últimos días en Berlín”, narra otro tipo de violencia. El que padecieron las mujeres alemanas al final de la guerra, violaciones de soviéticos, hambre infinita y un frío que helaba al pingüino más pinturero. “Las mujeres fueron las grandes perjudicadas de la guerra. Yo cuento una visión de la guerra desde el punto de vista de las mujeres”, señala la escritora madrileña, y me refiero a Paloma, que ya sé que Carmen también lo es porque Jorge Díaz sale al quite diciendo “madrileños lo somos todos aunque yo haya nacido en Alicante”. Vaya que el escritor ha nacido donde le ha dado la gana como los de Bilbao. ¡Faltaría más! Por eso, Madrid es una protagonista más de “La bestia”.
La novela comienza con una escena de extrema violencia. Un perro juguetea con la cabeza seccionada de una niña en la tierra de un arrabal madrileño. Algo natural en Madrid en esos tiempos o en la cabeza de Mola. Toda una ciudad miserable cercada por el cólera de la desigualdad, la primera guerra carlista y aterrada por un asesino implacable que quizá no sea humano. De ahí el nombre de la bestia. De momento, será mejor no mentarla.
“Y de ahí hacia arriba, cualquier barbaridad puede ocurrir en las novelas de Carmen Mola”, machaca una y otra vez Jorge Díaz y continúa diciendo “La bestia es una metáfora, no solo un asesino, es la incultura la desigualdad y el miedo”, expone con su tono amable que ya hemos visto que esconde muchas cosas entre ellas su gusto por el anarquismo de toda época. Además, aseguran que “mucha de la violencia extrema de su novela es real y que bastantes de los muertos son consecuencia de lo que pasaba entonces”.
Las mujeres fueron las grandes perjudicadas de la guerra. Yo cuento una visión de la guerra desde el punto de vista de las mujeres
Pese a toda la polémica desatada por el pseudónimo, los autores están muy orgullosos de haber creado a la exitosa autora de novela negra.. Y que según se anticipo la trilogía de Mola se convertirá en una serie de televisión en Atresmedia. A lo mejor, es una forma de resarcir al grupo editorial rival Penguin de la jugada que les han hecho.
Antonio Mercero señaló que “lo que resulta determinante es el ritmo de la novela”. “Nos propusimos la machada de hacer una novela con cien capítulos y que cada uno de ellos terminara en alto, con un giro o con una sorpresa que impresionara al lector”, dijo sagaz. ¡Machada conseguida!. “Es nuestro proyecto más ambicioso de novela trepidante y pasapáginas, aunque sabemos que es muy difícil”, agregó. Pero ellos, lo han hecho fácil.
“Los males del pasado también pueden volver. Nos equivocamos si pensamos que estos ya no volverán. Nació un Hitler, nació un Stalin y puede volver a nacer otro. Todo totalitarismo lo primero que hace es perseguir y tratar de silenciar a escritores y periodistas y esto, por lo tanto, es una reivindicación de la libertad”, dijo Paloma Sánchez-Garnica que a la pobre casi no la dejaban hablar.
En "Últimos días en Berlín" la escritora recorre los años que van del comienzo de la revolución rusa hasta los últimos momentos del nazismo en Alemania. “Lo que debemos preguntarnos es cómo es posible que una sociedad tan civilizada como la alemana apoyara de forma entusiasta el nazismo o bien prefirieran mirar hacia otro lado”, concluyo la finalista. Pregunta que nos hacemos muchos. Terminaré con la anécdota de aquel conductor de metro de Berlín que decía, “yo como trabajaba en el Metro bajo tierra no me enteré de nada”. Pues eso, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
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