Fernando Olmeda llenó ayer la Carpa del Encuentro de la Semana Negra de Gijón con la presentación de su última novela “MEXIQUE. La última crónica de Sofía Blasco”, donde estuvo acompañado por Ángel de la Calle y por el escritor gijonés Paco I. Taibo II, profundo conocedor del exilio republicano en México, país donde se formó y vivió.
Fernando Olmeda retrata en su novela a la periodista y dramaturga Sofía Blasco, una de tantas exiliadas republicanas que murieron en el olvido y no pudieron regresar nunca a España. “Blasco fue una mujer demócrata católica que fue evolucionando desde posiciones conservadoras hasta ser una fan incondicional de la Pasionaria”, cuenta el autor madrileño. “Además, el libro refleja la migración forzosa del exilio republicano, lamentablemente estas migraciones son algo que se sigue dando en nuestros días”, apuntó el autor.
También quiso recordar que un día como el de ayer, el Mexique pasó rumbo a México frente a las costas asturianas con 2.067 pasajeros, la tripulación y algún que otro polizonte. El barco “fantasma” partió el 13 de julio de 1939 desde el puerto de Burdeos hacia tierras mexicanas, concretamente hasta Veracruz, un recorrido similar al que hizo dos años antes llevando como pasajeros a los conocidos niños de Morelia, acogidos por el presidente mexicano Lázaro Cárdenas para librarles de los horrores de una guerra fratricida.
Fueron tres los barcos que llevaron hasta México a parte del exilio republicano: el Ipanema, el Sinaia y el Mexique, este último ha sido el menos conocido de esta terna de carabelas que según Ángel de la Calle “se llevaron lo mejor de un país y restituyeron el daño que hicieron los barcos de Colón”. En el Mexique fueron 129 asturianos, muchos de ellos líderes sindicales, pero también periodistas y otros profesionales de diversa condición.
“He querido recuperar la voz de los que no la tuvieron nunca. De personas de las que nadie escribió. Precisamente, sobre Sofía Blasco no había nada escrito, ni siquiera en la Wikipedia. Llegué a ella a través de un fotógrafo sobre el que quería escribir, pero me topé con ella y vi que ahí había una buena historia que contar. La historia de una mujer que tenía puesta su esperanza en un futuro mejor y que no pudo conseguirlo en su país”, cuenta con pasión Fernando Olmeda.
Así definió el periodista a esas personas que se embarcaron en el Mexique. Unas maletas ligeras de contenido, pero llena de ilusiones por recuperar la libertad. “Si se hubiesen quedado en España, el final de muchas de ellas hubiese sido el pelotón de fusilamiento”, afirma Olmeda. Lázaro Cárdenas les ofreció la única salida posible. “Si los dos barcos anteriores fueron repletos de intelectuales, el pasaje del Mexique estuvo repleto de profesionales de diversas procedencias. Hubo agricultores, ganadores, electricistas, maestros de escuela e, incluso, algún que otro sacerdote.
“Todo lo cuento en primera persona en la voz de Sofía Blasco y desde un espacio moral. Quise conectar aquella peripecia de los que huían de la guerra con lo que ocurre ahora con la huida de miles de migrantes de los países con regímenes autocráticos”, señala el escritor y añade “la arquitectura narrativa del libro está muy trabajada. Hay mucho rigor documental. Todo lo que se cuenta realmente ocurrió. Y aunque sea una novela de ficción, todos los datos que utilizo son fidedignos sobre esos 15 días de viaje. No es una crónica periodística más, tiene un carácter autobiográfico donde se junta la ficción, con la no ficción y el relato autobiográfico. He procurado adaptarme al estilo literario de los años 30. Contarlo como ella lo hubiese escrito en esos años”.
Para Fernando Olmeda, ha sido “un ejercicio profesional muy interesante. Ella dejó escritas muchas cosas sobre su experiencia como miliciana sin armas. Trabajaba como periodista. Era una mujer de unos cincuenta y pocos años cuando estalla la guerra. Montó una cantina ambulante e iba y venía todos los días desde Madrid hasta Somosierra, puerto de montaña a unos noventa kilómetros de la capital. Tardaría más de dos horas en cada trayecto. La conocían como la madrecita”.
Sigue habiendo poca empatía con los exiliados
“Se ha escrito bastante sobre la intelectualidad española en el exilio, pero poco sobre los personajes anónimos que fueron a México. Algunos triunfaron en la escena teatral y cinematográfica. Fueron personas muy apreciadas en México, pero que no han sido reconocidas en España. Casi todas quedaron como personas anónimas, sin nombre y apellidos, El objetivo final del libro no ha sido hacer una exhibición de nombres sino un homenaje emotivo de todas aquellas personas olvidadas”, expone el autor.
Y ya que estamos en Gijón, cómo olvidar al periodista del “Avance” Agustín Díaz Carreño que también fue en el Mexique. “Es una de las personas que, probablemente, sea conocida aquí, pero no en el resto de España. Y así hay muchísimos casos de personas que han quedado en un injusto anonimato. El director de la Semana Negra apuntó en ese momento que “los mineros asturianos no entraban al pozo hasta que no llegaba el Avance y pudiesen leerlo. Para demostrar la popularidad del diario y lo poco que nos acordamos de quienes lo hicieron posible.
Para concluir, quiso Fernando Olmeda dejar claro que “no es sólo poner los nombres de estos anónimos protagonistas, sino también salir de esa historia unilateral que nos han contado. España no les ha reconocido y pongo por ejemplo al escritor Max Aub, uno de los grandes talentos de la época y que no está siquiera en los libros de texto. Hay demasiada cosificación de los migrantes y hay que tener en cuenta que la historia colectiva se arma con la historia de los personajes. Sigue habiendo poca empatía con los exiliados"