Escritora olvidada, colaboró junto a otras feministas del siglo XIX –también olvidadas- en publicaciones destinadas a la mujer. En la actualidad, se está revalorizando su figura aunque son todavía escasos los estudios y muy parcas las investigaciones de su obra.
En este mes de julio se cumplen doscientos años del nacimiento de Rosa Butler y Mendieta, en Jaén. Escritora en proceso de rescate y reconocimiento actuales. Literata de escueta producción, destacamos el rápido abandono de su labor poética en aquel siglo tan “decimonónico” y tan convulso. Siempre padeció un débil estado de salud que impidió un mayor desarrollo de su prometedora carrera.
Su vida, romancera y melodramática, muy próxima a un personaje de cuento o de ópera, tenía de telón de fondo todos los tópicos más comunes y archisabidos de la centuria en la que vivió: creció junto a sus tíos al quedar muy pronto huérfana de padre y madre.
De su ciudad natal, a Cádiz y de ahí a Puerto Real. Lectora compulsiva para evadirse y viajar, vivir aventuras en su imaginación que plasmaba a través de sus versos: pronto se sintió muy atraída por el género lírico con el que se avenía a la perfección su carácter creativo y fantasioso.
Considerada buena poeta romántica: La noche y la Religión (1849) donde noche y sentimientos religiosos, tinieblas y creencias personales se entremezclan según la estética del momento; de parecido contenido Dios y la Creación.
Participó en varios recopilatorios con poemas llenos de sentido patriótico, bellas descripciones paisajísticas de su querida Andalucía y elogios a personalidades ilustres de la época: todo muy en consonancia con los aires que respiraba.
Al igual que muchos de sus compañeros de profesión, colaboró en periódicos (La España literaria) y en publicaciones tan prestigiosas y tan feministas como El Pensil Gaditano (1856) o en La Mujer, editada por un grupo de feministas “moderadas”; apelativo que las definía según algunos detractores o “bienpensantes” que siempre los hubo y los hay.
Compartió nómina con María Tadea Verdejo Durán, Ángela Grassi, María Francisca Díaz, entre otras mujeres intelectuales que dejaron su impronta y que hoy salen a la luz de su ostracismo secular. El trabajo que desarrollaron fue de importancia vital para unas décadas en que el romanticismo las aplastaba y las ninguneaba sin dar mucha oportunidad a reflejar sus inquietudes y su preocupación por temas tan espinosos como la prostitución del que se hicieron eco en muchas de sus páginas. Papel mojado.
Hoy se reactualizan temas comprometidos y embrionarios de una profunda proyección, atisbada por escritoras como la que nos ocupa. Comprometida con esta temática, no se olvida del refugio de la naturaleza, o la soledad y la melancolía. Siempre emocional y emotiva. Soñó con la revolución utópica de la sociedad. Pura entelequia. Murió en fecha desconocida hasta ahora. Todo un síntoma, por cierto.