Se está representando en el Teatro Fernando Fernán Gómez de Madrid la obra “Los hermanos Machado”, con texto de Alfonso Plou y dirección escénica de Carlos Martín. Una producción de Teatro del Temple, empresa zaragozana que produce obras de teatro tanto clásicas como contemporáneas con un gran acierto.
“Los hermanos Machado” es ante todo una gran obra de teatro, si la última película de Amenábar nos da una visión desafortunada de la guerra civil, creo que la obra de Alfonso Plou hace exactamente lo contrario. Refleja fielmente esos años de angustia y crímenes donde, como bien decía Juan-Simeón Vidarte, “todos fuimos culpables”. El subsecretario del PSOE de la época refleja en sus memorias precisamente eso, Plou recoge esa afirmación y la lleva hasta sus últimas consecuencias.
La obra es una larga conversación entre los dos hermanos Machado más conocidos, pero el resto de sus hermanos y su madre están muy presentes en todo el libreto. Plou refleja las luces y sombras de ambos hermanos. Antonio más soñador e idealista, Manuel más práctico y acomodaticio. Ambos formaron un gran dúo como escritores de obras teatrales, donde destacaron con la obra “La Lola se va a los puertos”, sin embargo esa producción dramática, salvo honrosas excepciones, no ha envejecido bien.
Antonio Machado fue el preferido por los lectores, el gran triunfador que tuvo sus sombras, como le recrimina Manuel en la obra: proclive a los soviéticos en vez de a la democracia, corruptor de menores, pedófilo y asaltacunas eran los calificativos que se mencionan en la obra y que realmente sufrió Antonio, sobre todo por su amor hacia Leonor, su esposa que murió de tuberculosis a la edad de 18 años. Machado la conoció cuando tenía 14 años, de ahí esos calificativos de asaltacunas. También se cuenta el amor que sintió por Guiomar (la poeta Pilar de Valderrama), quizá su gran amor nunca correspondido.
Las dos Españas
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Antonio Machado
Manuel Machado, republicano convencido, la guerra civil le sorprendió en Burgos. Encarcelado por simpatías con la República, sería su mujer Eulalia Cáceres la que removería cielo y tierra para liberar a su marido de la cárcel. El pago fue escribir algún soneto al dictador Franco y al falangista José Antonio. El régimen quería una declaración oficial de su adscripción franquista. Manuel, influido por su mujer, lo hizo, pero no quedó muy conforme y vivió en la calle Churruca de Madrid su exilio interior; alejado de régimen, siempre silente. Sólo roto por querer llevar a cabo la rehabilitación de su hermano.
De tu soberbia campaña,
Caudillo noble y valiente,
ha resurgido esplendente
una y grande y libre España.
Manuel Machado
Todos estos temas se tratan en la obra de manera muy ecuánime y rigurosa. La labor de Alfonso Plou ha sido magnífica y se nota la mucha documentación que ha manejado. Ha sabido dosificar en el libreto esa información y no se hace pesada tanta rigurosidad, al contrario se agradece.
Los actores Carlos Martín- también director- y Félix Martín están sensacionales en sus papeles. Félix se llega hasta parecer físicamente con Manuel Machado. Carlos no tanto, pero lo soluciona hábilmente el autor diciendo que está muy delgado y desmejorado. Es lo que tiene la muerte, desmejora. El largo diálogo que mantienen ambos actores no tiene desperdicio. Antonio se le aparece en la casa familiar de General Arrando y sostienen una confrontación, llena de reproches y de cariño a partes iguales. Antes decíamos que tratan las luces y las sombras de ambos, pero ante todo hay una cierto entendimiento y comprensión por lo que han hecho ambos.
Hay también un hondo dolor en lo que no pudieron llegar a hacer. Manuel llegaría tarde al entierro de Antonio Machado y su madre, solo José acompañó a ambos en su lecho de muerte y eso se lo recriminó a Manuel, sin embargo, hizo todo lo que pudo para llegar al entierro de Antonio y cuando llegó se encontró que su madre Ana también muerta. Tanto José como Joaquín se irán en el barco Formosa, fletado por el gobierno chileno a estancias de Pablo Neruda, a Chile para no regresar jamás.
La parte más cómica de la obra es cuando ambos actores juegan a ser Valle-Inclán y Rubén Darío. No son los únicos escritores a los que se citan, Unamuno también aparece en ese sentimiento trágico de la vida y con su San Manuel Bueno, Mártir; que podría haber casado a Manuel Machado. También hay una interesante analepsis, donde hay una estampa retrospectiva con la actriz Lola Membrives con su papel de “Lola se va a los puertos”.
De ahí, que dejamos para el final el gran papel que hace Alba Gallego. Bueno eso de decir papel se queda corto porque hace varios papeles: criada, mujer de Manuel Machado, Lola Membrives, madre de los Machado, republicana… Además, canta un par de coplas y toca someramente el violín. Todo un despliegue de facultades, un tour de forcé espectacular en un escenario desarropado casi de decorados, sólo una cama, un sillón y una mesa de escritura. No han necesitado más para que entremos en ese diálogo de Manuel Machado con el fantasma de Antonio.
Al finalizar la obra, esos decorados van desapareciendo poco a poco, la cama es sacada de escena por los actores y dejan a la vista varios pares de zapatos. Zapatos para recorrer esos caminos que no se han podido andar. Una sutil metáfora de unos tiempos en los que muchos no pudieron recorrer con libertad esos infinitos caminos de esas dos Españas. No se pierdan esta obra. Los Machados, el autor y los actores no se lo merecen.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Antonio Machado