Lorenzo Silva cree que "la identidad es una aventura personal, donde cada uno ha de sentirse con absoluta libertad. Ya el profesor José Antonio Maravall escribía en esa dirección, al igual que Manuel Azaña. Cada uno sentimos la identidad de manera diferente y tenemos que respetar esos sentimientos de todas las personas ya que los sentimientos son sagrados", dice el escritor madrileño en rueda de prensa.
Para el escritor madrileño, “la represión de la guerra de las comunidades fue durísima. Hubo cerca de 300 personas –casi todos nobles- a los que nos se les perdonó jamás, algunos murieron ajusticiados, otros desterrados y muchos tuvieron que huir, como María Pacheco que vivió sus últimos diez años de vida en Portugal”. El recuerdo de esta guerra durante mucho tiempo se ha quiso silenciar. “Se pretendió que su memoria se extinguiese porque Carlos V fue en exceso cruel”, subraya.
Lorenzo Silva relató el origen de su novela de forma clara. “Llevo diez años detrás de esta novela. No sabía muy bien cómo tratarla. Al principio quería que fuese un viaje por los escenarios de la revuelta, quería hacer la historia de ese viaje en el espacio y en el tiempo. Como muchos de los principales acontecimientos de este levantamiento se realizaron en las iglesias de las ciudades comuneras, decidí que era una buena forma de empezar con el sermón de uno de estos sacerdotes que apoyaban la rebelión”, desmenuza el escritor.
Uno de los principales líderes de la revuelta, además de los archiconocidos Padilla, Bravo y Maldonado, fue el obispo de Zamora Antonio Acuña que murió a manos del verdugo, por garrote vil, en la ciudad de Simancas. Pero hubo muchos más que se aliaron en el bando comunero por el excesivo tamaño de los impuestos que utilizaba Carlos V para sufragar sus ansías de ser nombrado emperador. Tuvo que sobornar a los electores germanos para poder hacerse con el ansiado título de emperador del Sacro Imperio Germánico. Algo que supuso el endeudamiento de la corona.
Lorenzo Silva explicó a los periodistas asistentes los por menores de la novela, fue deteniéndose en los lugares donde se llevó la historia que narra. La primera parada fue en la plaza, ahora llamada de Juan de Padilla, donde vivía el líder de la revolución y su esposa. La casa quedó totalmente destrozada al finalizar la contienda. “Cuando Padilla fue apresado fue María Pacheco la encargada de liderar la revuelta. Las tropas imperiales la conminaron a la rendición y ella ni corta ni perezosa decidió poner un cañón a la entrada de la casa que no abandonó hasta que decidió huir".
La siguiente parada sería en la puerta del Cambrón, desde allí María Pacheco saldría camino de Portugal, probablemente partiría en una caballería. La última parada sería en la iglesia de San Juan de los Reyes, en el mismo sitio donde comienza la novela. “He querido acercarme lo más posible a la historia verdadera. He querido hacerlo de forma lo más sintética e integral posible destacando los momentos más interesantes”, cuenta el escritor a la puerta de la iglesia.
“La guerra de las comunidades fue la primera revolución de la edad moderna. Fue un levantamiento contra las disposiciones reales que era abusivas. Los comuneros invocaban las libertades y lo hicieron a través del Derecho. Hubo notarios en todas las decisiones que tomaron. Querían la prosperidad para el pueblo, pero siempre de manera muy legalista. Después de esta revuelta, Castilla quedó disuelta en lo español”, finaliza Lorenzo Silva.
La épica revuelta de las gentes de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el declive definitivo de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes y cuya disolución dio lugar a un nuevo Imperio que se sirvió de sus gentes y sus recursos. Desde entonces, Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma quedó perdida en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos.
Esta novela es un viaje a aquel fracaso, nacido de un sueño de orgullo y libertad frente a la ambición y la codicia de gobernantes intrusos y, en paralelo, del descubrimiento tardío del autor, a raíz del extrañamiento y el rechazo ajeno, de su filiación castellana y del peso que esta ha tenido en su carácter y en su visión del mundo.
"Castellano es un relato de hechos que no excluye la conjetura, ni siquiera la elaboración literaria de los personajes, pero trata de ceñirse a lo que la historiografía ha averiguado de sus acciones y su carácter, a lo que de ellos está documentado —a menudo, en sus propias palabras—, sin renunciar a trasladar al lector la complejidad, en algún caso prolija, de lo que se ventiló en Castilla —y sobre Castilla, y contra ella— en los dos años que transcurrieron entre la primavera de 1520 y la de 1522. Mi empeño no era hacer un relato bélico o de aventuras —tampoco político, ni sentimental—, sino recoger y sintetizar con la mayor integridad posible unos hechos que revelan el carácter de un pueblo —el castellano— y fueron determinantes en la constitución de otro —el español—. De los dos me siento parte y por tanto no me acerco a ellos con la frialdad del historiógrafo —si es que esta existe— pero tampoco con la ligereza del que simplemente ensarta anécdotas para agitar o pasar el rato.
Las historias del pasado tienen lecturas en el presente, se leen desde él y no pueden leerse de otra manera, como apunta Maravall y ya ilustró Benjamin con esa imagen del ángel de la Historia, que mira hacia atrás sacudido y arrastrado por una tempestad que nunca se detiene. La historia de la revolución comunera tiene muchos ecos en la España de hoy, y quizá esos ecos sean aún más significativos en tiempos que ofrecen indicios de desequilibrios y amagos revolucionarios, incluso airados, contra las estructuras preexistentes. Un castellano y español del siglo XXI no puede aspirar a hacer una lectura neutral de aquellos hechos, sólo puede intentar que sea honrada, y eso he procurado", nos explica el autor madrileño.
Lorenzo Silva (Madrid, 1966) es uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea y sus novelas policiacas e históricas suman más de dos millones de lectores. Ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), La sustancia interior, El ángel oculto, Carta blanca (Premio Primavera 2004), El blog del inquisidor, Niños feroces, Música para feos, Recordarán tu nombre y la «Trilogía de Getafe». Es autor del libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos y de Sereno en el peligro (Premio Algaba de Ensayo). Suya es también la serie protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro, de la que El mal de Corcira es la última entrega, tras El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000) y La marca del meridiano (Premio Planeta 2012), entre otras. Junto con Noemí Trujillo, firma una nueva serie policiaca que han iniciado con Si esto es una mujer.