No creo ni de coña que la OMS, las farmacéuticas, Rusia, China y Joe Biden hagan nada por la paz del mundo (que diría Miss Universo) sino en su espurio y propio beneficio. A este covid fagocitador convertido en plaga bíblica, solo le reconozco una ventaja. Me obliga a ser más práctica y menos sofisticada. Apenas utilizo maquillaje y no uso pendientes. Con el yuyu que me daba llevar las orejas desnudas he dicho adiós a mis enormes aros metálicos. Se me enganchan en el puto bozal y no consigo desenredarlos a tiempo.
Todo este rollo es para llegar a la mascarilla. Los “expertos” nos van a volver locos. Que si al aire libre sí, que si en la playa no, que si paseas, según con quién y si haces deporte, lo vamos viendo. ¡Uf! Me pierdo, tío. También te digo que no conozco a nadie que se la cambie cada cuatro horas. Parafraseando al prota rubio de Blade Runner (mi peli favorita) yo he visto hacer guarradas con las mascarillas que vosotros no creeríais: meterla en bolsillos mugrientos, recogerla del suelo o limpiarse los mocos. Lo mejor será llevar una libretita a mano y que cada cual se ponga su multa. De las vacunas mejor no hablamos. Esto es una comedia. Cae el telón (aplausos).