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Begoña Ameztoy | Martes 13 de abril de 2021
Lamento decepcionar a tanto buenista que anda suelto, pero a mí la pandemia me ha hecho aún más borde y escéptica (si cabe) con los poderes fácticos. Una vez más demuestran que no merecen el pastizal que les pagamos.


No creo ni de coña que la OMS, las farmacéuticas, Rusia, China y Joe Biden hagan nada por la paz del mundo (que diría Miss Universo) sino en su espurio y propio beneficio. A este covid fagocitador convertido en plaga bíblica, solo le reconozco una ventaja. Me obliga a ser más práctica y menos sofisticada. Apenas utilizo maquillaje y no uso pendientes. Con el yuyu que me daba llevar las orejas desnudas he dicho adiós a mis enormes aros metálicos. Se me enganchan en el puto bozal y no consigo desenredarlos a tiempo.

Todo este rollo es para llegar a la mascarilla. Los “expertos” nos van a volver locos. Que si al aire libre sí, que si en la playa no, que si paseas, según con quién y si haces deporte, lo vamos viendo. ¡Uf! Me pierdo, tío. También te digo que no conozco a nadie que se la cambie cada cuatro horas. Parafraseando al prota rubio de Blade Runner (mi peli favorita) yo he visto hacer guarradas con las mascarillas que vosotros no creeríais: meterla en bolsillos mugrientos, recogerla del suelo o limpiarse los mocos. Lo mejor será llevar una libretita a mano y que cada cual se ponga su multa. De las vacunas mejor no hablamos. Esto es una comedia. Cae el telón (aplausos).

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