LATINOAMÉRICA

Violencia nuestra de cada día: "Voces en contra de la violencia de género"

Violencia nuestra de cada día

Editorial Areté Boricua, 2019

Tania Anaid Ramos González, AZULA | Miércoles 07 de abril de 2021

Me cortan las dos manos

los dos brazos

las piernas

me cortan la cabeza.

Que me encuentren.”

Idea Vilariño

“No soy presa del lobo que susurra en su coartada […]

ni mis oídos lugar do depositas la rabia,

ni voy pidiendo, entre bocas, limosnas al corazón.”

Azula



Los escritores, aunque no somos psicólogos, psicoanalistas ni neurólogos, trabajamos con la construcción de los sujetos a través de las voces. Desde la voz lírica hasta la voz narrativa y tantas voces más nos acercamos, inevitablemente, a un mundo complejo, frágil, laberíntico y muchas veces retorcido de las emociones y de la razón. La lucha por armonizar lo imposible entre esos mundos, en muchos de los libros clásicos y contemporáneos, mueve nuestras certezas. Generalmente, una de las diferencia entre un texto literario y la vida real estriba en que tan pronto dejamos de leer un texto o lo culminamos nos podemos separar porque ya a priori sabemos que es ficción. Así que, la temática, por más terrible que sea, de un drama, una tragedia, una novela, un cuento e inclusive del discurrir de una voz poética, puede durar, dependiendo del lector, unos minutos, unas pocas horas, unos días o semanas, pero luego se neutraliza el nivel de violencia a partir de nuestra urgencia de vida y cotidianidad. Lo cierto es que cuando las historias escuchadas o leídas no son ficción ni forman parte de una novela existencialista, naturalista o de horror, entonces toca revisar nuestras creencias, conceptos, principios y valores.

La antología Violencia nuestra de cada día: Voces en contra de la violencia de género de la Editorial Areté Boricua (2019), merecedora del Primer Premio Nacional del PEN de Puerto Rico Internacional 2020, y cuya compilación estuvo a cargo de los poetas Mayra Encarnación y Ricardo Rodríguez, es un libro que nos exige la reflexión y la revisión de nuestras maneras de ser. Desde la portada, obra de Marie Court, y el título, esta antología nos lleva a cuestionar cómo nos hemos relacionado con la ausencia del amor y con la violencia de género.

El libro inicia con un prólogo de Yanira Pérez Gil que define lo que es la violencia de género y contextualiza muy bien las múltiples formas de violencias y la diversidad de identidades de género que van más allá del binomio hombre/mujer conocido tradicionalmente. Pero este libro dará cuenta de la violencia contra las mujeres y la violencia en las relaciones de pareja.

Diecisiete voces[1] construyen el texto entre poemas y microrrelatos para recordarnos, y develar, tristemente, la evidente y nefasta violencia de género ejercida contra la mujer. En este texto, la literatura denuncia y visibiliza esta problemática. Las voces se desnudan, pero no de pureza ni de inocencia, sino de rabia, de angustia y de descarnado dolor para reclamar justicia.

Si largo fue el camino de las mujeres para obtener el derecho a la educación, al voto y a ocupar cargos públicos, parece ser interminable el camino para salvaguardar el derecho a la libre expresión de las mujeres, para elegir libremente a quién amar y cuándo, para decidir sobre su cuerpo, para respetar sus necesidades y para ser tratadas con dignidad y equidad en los espacios laborales, sociales y familiares.

Ya los expertos han evidenciado que hay distintos tipos de violencia y que estas violencias, innegablemente, tienen un impacto inmediato sobre la salud física y mental de la mujer que la recibe y su entorno, es decir, un impacto emocional, económico, laboral y familiar que suele durar años. Por lo que la violencia de género, no es un problema que atañe solo a las mujeres, sino que es un problema de todos.

Esta antología es un testimonio de las cicatrices que ha dejado la violencia de género en la sociedad dado el sistema patriarcal imperante. La poesía denuncia la violencia doméstica, el silencio de las familias, las costumbres y creencias políticas y religiosas que entorpecen una convivencia sana, justa e igualitaria en todo tipo de relaciones. Asimismo, desenmascara los prejuicios, los falsos valores y advierte sobre los cientos de mujeres que bajo el mismo cielo han sido violadas, torturadas, mutiladas y asesinadas, y de las que apenas nos quedan hoy sus nombres: “Los domingos eran días tranquilos. /Los gritos de rutina tomaban descanso […]/ Por eso todos se asombraron/ cuando con un cuchillo/ guardado en su Biblia/ le arrebató la vida…” (Los domingos, Daniel Rodríguez, p.22).

En Violencia nuestra de cada día la palabra se hace cuerpo y herida y sangre y dolor y poesía…

“¿Recuerdas que mi piel mordida

entre tus dientes se hizo

parte de la nada que te habita el alma […]

[…] ¿Recuerdas mi llanto golpeado

al que le obstruiste el grito

para que fuera secreta tu lascivia malnacida?[…]

[…] ¿Recuerdas que mi rostro sangrante

cerraba los ojos para olvidar

esa mirada posada en mi dolor,

y los que abría para no olvidar

que así miran todos a sus víctimas?”[…]

(Recuerdos vívidos, Mary Ely Marrero Pérez, p. 33)

Cuántos fragmentos de vidas, cuántas historias, cuántas voces silenciadas en el tiempo se nos develan en esta antología. La literatura escapa del libro y del papel y lucha y pelea por las mujeres que ya no están:

“Por las que no salieron

por aquellas cuya sangre tiñó

titulares del Vocero, […]” (Violencia Doméstica, Dinorah Cortéz Vélez, p.20)

Y por las mujeres que siguen luchando por erradicar la violencia de género.

[…] ¿de qué lado estás?

aquí donde seguimos siendo las locas inconformes

mientras todos escuchan el ruido de las mentiras caer

¿de cuál lado estás?

del coro cómplice que hiede, aplaude, se repite y prolonga

como titular de prensa interminable, anónimo y violento

o del que se protesta a pesar de la interferencia

aunque nos cueste el trabajo […] (Somos, al otro lado, Ana María Fuster Lavín, p.25)

Una pluralidad de voces se unen para mostrar dónde está la sutura de la memoria, dónde el llanto, dónde el grito ahogado: “No debí amarte, me lo dijeron/ pero esa mirada que tenías, prófuga/ anclada de un grito contra el bullicio;/ esa manera de abrazar con sequía,/como pidiendo una respuesta/ me hizo caminar labriega,/ sorda en tu piel,/ y aquí están nuestros hijos, llorando,/ diciéndote que no me mates, y tú/ agrio, de amor agrio sin vuelta/ enemigo amado” […] (La sangre duele despacio, Marioantonio Rosa, pp. 40-41). Porque ni ayer, ni hoy ni nunca se puede ceder ante la injusticia y el crimen.

La literatura, sin duda, en esta antología se viste de rabia, y protesta y condena la falta de sensibilidad y de humanidad que nos rodea. No es la primera vez que las Bellas Letras dan cuenta del abuso de poder contra la mujer y del maltrato y la cosificación que sobre ella se ejerce: “sopla/ sopla/ cobija tus instintos suicidas en la embocadura de/ mi oxígeno” […] (Muñeca inflable, Mayra Encarnación, p.81).

Hemos estado interpelados siempre, entonces ya es hora de resolver un problema milenario que no aguanta ni un feminicidio más. Un problema que requiere del esfuerzo individual y colectivo, y del compromiso social y gubernamental con planes de acción y políticas públicas que no se anquilosen entre viejos papeles ni parezcan ficción en un mundo real. Necesitamos soluciones inmediatas y a largo plazo.

Esta antología no puede liberar ni devolvernos los cuerpos de nuestras muertas: “De momento, no sentía mis pulmones comprimirse./ De momento, ese pesado juego de palabras/ fue subiendo de tono./ Hasta que…/ No me vi reflejada en los espejos.” […] (Jane Doe, Amarilis Vázquez, p.84); pero sí devolvernos su memoria, reivindicar su espacio, su vida, su libertad, para que no se repita. Hacer visible lo que no queremos ver, porque está, porque sigue estando y ya fue suficiente. Porque ceder, no mirar o echar a un lado esta lucha no es opción en el proyecto de un mejor país. No puede sonar a panfleto, ni a sermón, ni a locura denunciar lo que está mal.

Donde habita el amor es imposible que coexista la violencia, por eso, este libro no es tan solo una denuncia más a que cese la violencia de género, sino una necesidad de reescribir la historia para despertar. Sororidad, pero también solidaridad; reivindicación y amor para sanar, pero sobre todo consciencia para no repetir los mismos errores. Y sí, a las mujeres también nos toca, igual que a todos seguir luchando por erradicar la violencia de género de nuestras casas, de nuestras calles, de nuestro país.

“A las mujeres…

!Sí! A las mujeres nos toca

convertirnos en raíces de batalla

para que el tallo no nos empuñe

para desflorarnos […]

[…] para que las hojas se hagan fango con orgullo.

Porque lejos de ser flores,

las mujeres somos las guerreras de la tierra”

(A las mujeres, Mary Ely Marrero, p.30)

A las mujeres… que no se nos olvide que somos “raíces de batalla” y “guerreras de la tierra”, y que nos une la sangre en donde yace nuestra historia y la del mundo.

[1] Los autores de la antología son los siguientes: Luis Francisco Cintrón, Dinorah Cortés Vélez, Lucía Margarita Cruz Rivera, Mayra R. Encarnación, Edna Lee Figueroa, Ana María Fuster Lavín, Josue García Cruz, Marinés “Lady L.” Guadalupe Rodríguez, Ilsa López Vallés, Mary Elly Marrero, Lynoshka. A. Ramírez Ortiz, Yanira Reyes Gil, Daniel A. Rodríguez, Marioantonio Rosa, Gloryfé Santiago Molina, Judy Ann Seda Carrero, Amarilis Vázquez y Carmen Zeta.

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