La benemérita profesora titular, Margarita Cabrera Sánchez, de la Universidad de Córdoba, descubrió los diecinueve nuevos documentos históricos de mayor magnitud sobre el bachiller Juan Díaz de Torreblanca, esposo de Isabel Fernández, y sus familiares, residentes de la ciudad nativa del gran escritor romano de las obras de carácter moral, Lucio Anneo Seneca (4 a.C-65 d.C.).
Estas joyas documentales, de capital importancia, para la trayectoria del cordobés Juan Díaz de Torreblanca, puestas en circulación en tres excelentes estudios intitulados: «Juan Díaz de Torreblanca. El médico converso bisabuelo de Cervantes», Andalucía en la Historia, 56 (2017), 40-44; «Medicina y conversos en la Córdoba del Siglo XV», Medievalismo, 27 (2016), 63-85; y en «Juan Díaz de Torreblanca, un médico olvidado de la Córdoba del siglo XV». Historia, instituciones, documentos, 23 (1996), 99-117, fueron dejadas en el tintero por los biógrafos cervantinos.
Dichas perlas documentales, alma fundamental de la biografía documentada, del destacado médico Juan y de la historia del cervantismo, localizadas por la excelente investigadora, Margarita Cabrera Sánchez, ponen en evidencia que el 6 de octubre de 1486, el bachiller Juan Díaz de Torreblanca actuó por primera vez como médico según el testamento del veinticuatro de Córdoba, Luis Méndez de Sotomayor (1439-1486), el VI señor de El Carpio y Morente, esposo de Marina de Solier, hija de Martín Fernández de Córdoba (?-1437), el III alcaide de los Donceles, señor de Lucena y Espejo, y de Beatriz de Solier (M. Cabrera Sánchez, «Juan Díaz de Torreblanca, un médico olvidado de la Córdoba del siglo XV», 109); el 18 de marzo de 1490, Gonzalo Fernández de Cárcamo le traspasó al bachiller Juan unas casas y lagar en Santa María de Trasierra (Ibid., 106), donde fue párroco el poeta cordobés, cima de la elegancia de la poesía barroca, Luis de Góngora y Argote (1561-1627), quien llamó Córdoba «gloriosa patria mía, tanto por plumas cuanto por espadas» (L. de Góngora y Argote, «A Córdoba»), y a quien el «glorioso Manco», flor del ejército español, denominó «un vivo raro ingenio sin segundo» (M. de Cervantes Saavedra, La Galatea); el 31 de enero de 1492, Juan curó una herida en la cabeza a una monja del convento de Santa Clara, primer convento de la Segunda Orden de San Francisco de las Hermanas Clarisas, fundado en la antigua ciudad califal, tras la conquista cristiana en octubre de 1265 (Ibid., 112); el 3 de diciembre de 1493, Juan arrendó unas casas en Santa María por un plazo de 5 años y una renta anual de 4.650 maravedís y dos pares de gallinas (Ibid., 106); el 27 de mayo de 1494, Juan alquiló a un tintero por una renta anual de 3.500 maravedís y un par de gallinas en Santiago durante los días de su vida (Ibid.); el 8 de marzo de 1495, Juan enajenó a un esclavo moro por 10.000 maravedís (Ibid.); el 1 de junio de 1495, Isabel Fernández, esposa de nuestro médico, declara que su esposo Juan le obligó, amenazándola gravemente, a firmar una fianza en favor de su cuñado, Juan de Castillejo y Rodrigo de Alca (Ibid., 107); el 28 de junio de 1495, la carta dotal de Inés Fernández confirma que el mercader Diego Martínez era su padre (M. Cabrera Sánchez, «Medicina…», 74); el 31 de mayo de 1497, en el registro de la nómina de la misma fecha, se alude a Mencía Fernández, esposa de Fernán Ruiz de la Vanda, e hija de Ruy Díaz de Torreblanca, que vivía en la collación de San Andrés (M. Cabrera Sánchez, «Medicina…», 72); el 20 de septiembre de 1497, Juan vendió un esclavo negro por 11.000 maravedís (M. Cabrera Sánchez, «Juan Díaz de Torreblanca. El médico converso bisabuelo de Cervantes», 107); el 30 de octubre de 1499, Juan se beneficia de la licencia para la compra de vino (Ibid.); el 30 de enero de 1500, Torreblanca y su esposa vendían a un barbero una casa que poseían en la plaza de la Corredera (Ibid.); el 19 de enero de 1500, Juan poseía varios pedazos de olivares y una heredad en el pago del Pirozo en la Sierra, que le producía una renta de 9.000 maravedís, 30 arrobas de aceite y 3 fanegas cada año que le generaba la cantidad de 345 kg de aceite al año (Ibid.); el 25 de septiembre de 1500, Juan vende un caballo de su hermano Lope Sánchez, hijo de maestro Juan Sánchez (M. Cabrera Sánchez, «Juan Díaz de Torreblanca, un médico olvidado de la Córdoba del siglo XV», 105); ese mismo día, se documenta que Mencía Fernández y Juan Díaz de Torreblanca eran hijos de Ruy Díaz de Torreblanca (M. Cabrera Sánchez, «Medicina…», 72); el 1 de marzo de 1503, en el segundo testamento de Juan se menciona a una esclava negra, llamada Catalina (M. Cabrera Sánchez, «Juan Díaz de Torreblanca, un médico olvidado de la Córdoba del siglo XV», 107); el 6 de marzo de 1503, Juan obtuvo una licencia para sacar un caballo de la capital del Emirato Independiente (Ibid.); y el 23 de noviembre de 1503, el suegro del licenciado Juan de Cervantes, abuelo paterno del «Rey de la Literatura Española» curó las heridas a un borceguiero en una disputa (Ibid., 112).
Por último, la profesora Margarita Cabrera Sánchez, fundamentándose en la nómina del 31 de mayo de 1497, en la que se cita a Mencía Fernández, hermana de Juan, sostiene que «tenemos la certeza de que [Juan] fue judeoconverso», y que «esta prueba documental definitiva demuestra el origen judeoconverso del famoso escritor» (M. Cabrera Sánchez, «Medicina…», 77).
En definitiva, le felicito a la excelente historiadora Margarita Cabrera Sánchez el descubrimiento de los nuevos testimonios fiables de inestimable valor historiográfico para Córdoba y la reconstrucción de la trayectoria vital del ilustre médico Juan Díaz de Torreblanca, los que deberían quedar fijados en los papeles para rectificar así los grandes desaciertos en las enciclopedias, libros de enseñanza, y revistas electrónicas. ¡Enhorabuena!