Durante todo este tiempo participó activamente en todas las negociaciones sobre el desarme. Desafortunadamente, ninguna de nuestras iniciativas encontró aceptación y las potencias nucleares siguieron probando y ampliando sus arsenales. Cuando planteamos en 1954 por primera vez la cuestión, había solo cuatro estados nucleares, sólo se habían realizado sesenta y cinco pruebas nucleares y desde luego la cuantía de las armas nucleares estaba limitada. Desde entonces existen cinco potencias nucleares se han realizado 2.048 pruebas nucleares (sin contar las pruebas en laboratorio), se han anunciado más pruebas y los arsenales de países nucleares han crecido tanto que ahora su cifra se calcula en decenas de miles (Abdul Majid Padar. Política exterior de la India) Por eso es importante el libro de Peter Watson.
Es una idea que esta muy desarrollada dentro de la historia de antes y de nuestros dias. Autores que son importantes no por lo que han desarrollado sino también por el época que les ha tocado vivir. Desde hace ya unos años la editorial Crítica viene desarrollando una labor para conocer la historia pero no solo eso para conocer a los verdaderos protagonistas. En un momento en que no faltan libros y trabajos que nos hablan de lo que no es la pandemía y de lo que es. Ahora Crítica parece que se renueva con temas que sería preciso recordar. Peter Watson con una larga trayectoria como un intelectual del siglo XX y muchas obras en su carrera nos describe en su último trabajo como fue eso que se denomino «Historia Secreta de la Bomba atómica» Con su habitual garra narrativa nos desvela no solo lo que se ha denominado la era atómica sino tambien quienes fueron los personajes principales y sus protagonistas. La historia se repite pero con otras letras, con otras palabras. Nos remitimos al comienzo.
Claro de quien escriba la Historia por eso hemos hablado anteriormente de Vencedores casi Invencibles. Lo que esta claro es que al leer varias obras de este autor y periodista (1943) nombrado editor de New Society y formando parte durante cuatro años del grupo «Insight» siendo además corresponsal de The Times y escribiendo para The New York Times o The Spectator. Sus trece libros anteriores avalan una credibilidad en la obra que presentamos a ustedes. Existen centros o universidades en donde nos hablan de lo que es la Ciencia y de los distintos adelantos que se han realizado sobre la misma. Si les hablamos de un arbol sus ramas son lo que realiza este autor en esta obra no en la última. Seguramente necesitaría más páginas para desarrollar lo que ha sido esa «Bomba Atómica» que muchos por desgracia han llegado a conocer. Su contribución en los medios televisivos son un complemento necesario a la hora de analizar no la vida de este autor sino el trabajo desarrollado por el mismo. Con una narrativa que atrapa al lector como apunta Sarah Robey de Nature. La biografía, la época que les ha tocado vivir son una muestra de lo que el narrador/ autor desarrolla en misma. Todos aspectos ciertamente complementarios.
Como «El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich» o «La guerra de Vietnam. Una tragedia épica, 1945-1975» o la exhaustiva biografía en torno a Winston Churchill no solo por la extensión de la misma sino por la contribución que realiza al panorama intelectual de nuestros días en donde tanto Peter Watson como Andrew Robert en el caso de éste último ha podido utilizar los diarios privados del rey Jorge VI quien se reunía regularmente con Churchill durante la guerra. Y en donde abunda en la vida del personje siguiendo su vida desde la infancia. Algo que también realiza Watson en su obra aunque de una manera un tanto más reducida. La física atómica alcanza su madurez con el modelo atómico nuclear de Rutherford y el descubrimiento del protón y el tiempo que comienza a generarse una nueva y revolucionaría visión de la física, la cuántica, de mano del modelo atómico planetario. Niels Bohr a quién Winston Churchill le tenía por un espia soviético quería, es cierto, meterse en política siendo uno de los físicos más importantes de todos los tiempos llegó a ser uno de los pensadores de más calado en lo que se refiere a la estrategia atómica. Y Enrico Fermi conocido como «el Papa de la física nuclear» acabó huyendo de la Italia fascista tras viajar a Noruega en 1938 junto a su mujer para recoger el premio Nobel. O Klaus Fuchs un brillante físico y matemático además de comunista muy influido por las ideas de Henri Barbuse y su mayor logro «fue aprender a vivir sin los demás en lugar de con ellos» Contando a su contacto ruso que evitaba «enamorarse perdidamente» Y los secretos nucleares que a traición reveló a Rusia supusieron el adelanto del programa atómico soviético. Al pasar las páginas y contarles a ustedes estas «Historias Nucleares» parece que estamos volviendo a lo que se dió en llamar la «Contra Cultura de la Cia» en donde son varios los contextos que se reunen en todas estas obras formando un todo pero con distintos autores.
Tenía que haber agujeros negros y esa misma idea nacio hace unos años antes durante la primera Guerra Mundial en un campamento alemán en el frente ruso. Y llegó un ensayo escrito por un Albert Einstein a las manos del teniente de artillería y astrónomo Karl Schwarzschild y tras la lectura de la teoría de la relatividad general se desarrrollo la idea del agujero negro aunque no se le puso ese nombre. A Einstein, le resultó inquietante. Tendrían que pasar unos cincuenta años hasta que la idea de Schwarzschild fuera aceptada. El físico estadounidense Robert Oppenheimer presentó una teoría que podría haber hecho triunfar la idea de los agujeros negros asegurando que las estrellas de un tamaño suficiente implosionan al final de su vida. Trillones de toneladas de materia se vienen abajo y la gravedad se vuelve imparable aplastando el núcleo de la estrella que hace cada vez más pequeño, infinitamente más pequeño, un agujero negro. Su trabajo acabó publicandose el 1 de septiembre de 1939, el día en que las tropas de Hitler entraron en Polonia. Como escribe Watson «Un científico alemán, Werner Heisenberg, probablemente el más brillante de todos ellos- había obtenido el premio Nobel en 1932, con solo treinta y un años- diría mucho más tarde que sí, en 1939, un puñado de físicos se hubiera negado a seguir investigando la posibilidad de fabricar armas nucleares, los políticos no habrían podido seguir adelante y la carrera atómica se hubier truncado»
Tres semanas tras el 6 de agosto un lunes la idea de Einstein volvió a concretarse en el bombardeo de Hiroshima, y dos días después un 8 de agosto la Unión soviética acabó declarando la guerra a Japón y en la madrugada del día siguiente los tanques soviéticos cruzaron la frontera de Manchuria. «No es fácil pensar en las armas atómicas sin pensar al mismo tiempo en el fin del mundo» Iósif Stalin.