No queda un imbécil en el planeta esperando que los políticos sean honestos. Qué nos importa una corruptela más comparada con la sensualidad de la Bruni reinando en El Elíseo. Francia le debe mucho a Carla y España también. Jamás olvidaremos esa foto de su encuentro con Letizia que nos dejó sin aliento: dos culos en azul y granate erguidos y perfectos, subiendo la escalinata de La Zarzuela. El culo de Letizia proporcionado y armónico, el de Carla un poco caribeño, es cierto, pero sin traspasar las líneas rojas del decoro. Momentos inolvidables que no volverán.
Después de Carla, Melania o Brigitte (Macron) no quedan consortes florero de ese nivel. Michelle Obama ni de coña, tío, ella no era la consorte, era la titular. Tampoco incluyo a Letizia ni a las royals europeas, por un respeto mal entendido a sus reales culos. En cuanto a las consortes de Pedro Sánchez o Joe Biden, no me interesan, les falta punch, son amorfas y grises, anodinas historias de amor. La chusma necesita pasiones, escándalos y desgarros. Como el de Clinton y la becaria Lewinsky, irrepetible y secreta locura. Breve pero intensa. Remember, un minuto de placer en la boca y toda la vida en la conciencia. Como la celulitis.