En la Fundación Bancaja de Valencia puede visitarse la exposición Sorolla. Cazando impresiones, una muestra centrada en el artista valenciano que propone un amplio recorrido por la producción en pequeño formato de Sorolla, y que desvela la importancia que ésta tuvo en su proceso creativo y en su trayectoria artística. La exposición ha sido realizada en colaboración con el Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla de Madrid y cuenta con la participación de Bankia
Comisariada por Blanca Pons-Sorolla, Consuelo Luca de Tena y María López Fernández con la colaboración de Isabel Justo, la exposición está integrada por 270 obras procedentes del Museo Sorolla, la Fundación Museo Sorolla de Madrid, la Diputación de Valencia, la Casa Museo Benlliure, la Colección Hortensia Herrero, la propia Fundación Bancaja y una veintena de colecciones particulares, la mayoría valencianas.
Tras su presentación en 2019 en el Museo Sorolla y su posterior itinerancia al Museo de Bellas Artes de Bilbao, la muestra se presenta en Valencia con una selección de piezas realizada ex profeso para esta exposición, que incluye piezas no presentes en Madrid y Bilbao y que incorpora obras de mediano y gran tamaño, así como nuevos lienzos de pequeño formato de referencias temáticas valencianas.
La selección de obras permite apreciar el proceso creativo de Sorolla y pone el foco en las notas de color del artista, en aquellas escenas fugaces que el artista reflejó durante toda su vida en pequeñas tablas, cartones, papeles o trozos de lienzos. Representan asuntos con los que se sentía cómodo y muestran, en su mayoría, escenas cotidianas de su familia, motivos de paisaje o escenas sugerentes de algún lugar recién descubierto.
El recorrido por la exposición se estructura en tres bloques: la etapa de formación y consolidación de Sorolla; sus años de madurez; y su época de plenitud. Un recorrido vital que sitúa esta producción del artista valenciano a lo largo de toda su trayectoria, ya que Sorolla llegó a pintar cerca de 2.000 óleos sobre tablillas de muy pequeño tamaño a las que llamaba apuntes, manchas o notas de color. Piezas que en un principio se consideraban obras íntimas o inacabadas, pero que más tarde se exponían y cotizaban como muestras del trabajo más personal y original del artista en las grandes exposiciones internacionales.
La presencia del pequeño formato junto al mediano y gran formato revela cómo conviven dos formas distintas de hacer en diferentes escalas: una más pulida y 'terminada', acorde con postulados más cercanos a la academia, y otra, liberada y fresca, ensayada primero en las notas de color. La selección de obras destaca algunas vistas urbanas y otros temas valencianos, escasos en los lienzos más grandes, pero presentes en los apuntes. Por ejemplo, las barracas y alquerías de la huerta, y monumentos como el Puente del Real y el Pouet de Sant Vicent.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo con la reproducción de las obras expuestas acompañadas de los textos Blanca Pons-Sorolla, María López Fernández e Isabel Justo.
Sorolla trabajaba directamente al aire libre y estudiaba permanentemente el ambiente que quería plasmar tomando notas de color y creando, para sí mismo, un importante corpus de obras que cuidaba, exponía, regalaba, vendía y conservaba. El enorme número de apuntes conservados permite adivinar en Sorolla un trabajo de superación constante, la búsqueda permanente y la fascinación por aprender, pintando a diario.
Las notas de color de Sorolla muestran cómo miraba el artista y cómo sintetizaba esa mirada a través del pincel. Son como una síntesis de su pintura. Los apuntes al óleo se enmarcaban dentro de una rica tradición de artistas que privilegiaban el afán de verdad frente a la naturaleza, en un anhelo de autenticidad y sinceridad frente a la propia obra: la reivindicación de la espontaneidad como esencia de su arte y la captación de la primera idea del artista, de su impresión, frente a los laboriosos estudios de pintura tradicional y académica.
Después de sus años de formación en Valencia, Sorolla se establece en Roma como pensionado (1885-1989) y desde allí viaja a París, donde queda deslumbrado por el panorama artístico. A partir de 1890, instalado en Madrid con su mujer, empieza a presentarse a grandes certámenes en España y el extranjero. En 1903, cuando termina el gran cuadro Sol de tarde, Sorolla considera que ha encontrado definitivamente su estilo. Sus primeros apuntes muestran la influencia de Fortuny y los italianos, tanto en su composición como en su manera de utilizar expresivamente las zonas de la madera que deja sin pintar. Las obras de pequeño formato le sirven como preparación para composiciones más ambiciosas, pero paulatinamente cobran independencia respecto a las obras de envergadura: Sorolla las usa como instrumento paralelo, experimental y, sobre todo, como una manera de mirar y convertir en pintura la esencia de esa mirada.
Los apuntes al óleo realizados por Sorolla durante la primera etapa de este periodo ponen de manifiesto los intereses estéticos del pintor durante estos años, así como el peso de las influencias recibidas. En estos primeros años abundan los apuntes sobre perspectivas arquitectónicas, con los que trata de apropiarse de claves de la construcción espacial, así como escenas de paisaje. Utiliza pequeñas pinceladas cortas, precisas y tímidas, que poco a poco mezcla con toques de espátula, en un intento, que desarrolla a menudo durante su madurez, de conseguir efectos de luz a través de empastes más claros y espesos. De forma paralela a la realización de estos apuntes, y especialmente a raíz de su matrimonio con Clotilde García del Castillo y su vida en Asís, Sorolla capta en pequeñas tablitas diversas escenas hogareñas protagonizadas por su mujer. A lo largo de los años de 1890, las notas de color se convierten en un recurso extraordinario para estudiar y experimentar el comportamiento de las luces, sintetizando la manera en la que el ojo percibe las impresiones de las luces y las sombras. Comienza también en esta etapa a avanzar en el estudio de los reflejos del mar en sus notas de color, un aspecto que desarrollará de manera única y magistral en la primera década del siglo XX. Los estudios de barcas le permiten trabajar el contraste entre la transparencia del mar, los reflejos de las sombras y la rugosidad de los botes.
En 1906, Sorolla presentará su primera exposición monográfica en París, en la moderna y prestigiosa galería Georges Petit. Para entonces ya ha dado un giro decisivo hacia los temas que le ofrecen mayores seducciones y desafíos visuales: las variaciones de la luz a lo largo del día y de las estaciones, el color de las sombras, los reflejos y transparencias del agua, los contraluces, las audacias cromáticas. Y ha encontrado en los amplios espacios del mar y de las playas el escenario más rico. En aquella exposición hubo una abundante representación de sus pequeños formatos, que adquieren una enorme importancia como soporte de su avidez de experimentación en estos años.
Después de la exposición, Sorolla pasa unas semanas en Biarritz, donde las escenas del ocio de los elegantes en las playas le proporcionan nuevos estímulos. Su paleta se aclara y se refresca, y sus encuadres adquieren un máximo de instantaneidad fotográfica.
Entre 1907-1911 Sorolla realizará numerosas exposiciones individuales: tres en Alemania en 1907, una en Londres en 1908, y en 1909 la gran exposición de la Hispanic Society de Nueva York. Después vinieron otras en Estados Unidos: ese mismo año en la Fine Arts Academy de Buffalo y la Copley Society de Boston; y en 1911, en el Art Institute de Chicago y en el City Art Museum de St. Louis, y además en la Exposición Internacional de Roma. El estallido de la Guerra Mundial puso fin a este movimiento. En estas exposiciones, Sorolla presentó sus notas de color enmarcadas individualmente y les dio un gran protagonismo, mostrando la importancia que él mismo les concedía como obras autónomas e independientes. Pero abastecer todas estas exposiciones obligó a Sorolla a trabajar intensamente en formatos medianos, por lo que paulatinamente decreció su producción de ‘notas de color’.
Su obra de estos años se volcará en el tema de la playa y del mar, alcanzando un enorme refinamiento cromático y lumínico, así como un dominio del movimiento y la instantánea que entusiasmará al público de todo el mundo. Sus investigaciones en torno al color realizadas en el verano de Jávea de 1905 marcarán un punto de inflexión en la representación del mar. La progresiva confianza en sí mismo que adquiere el artista a través de sus rotundos triunfos internacionales le permitirá arriesgarse a continuar experimentando en sus composiciones. El pintor introduce en sus pequeñas notas de color a niños bañándose, para investigar las transparencias del agua y los efectos del sol sobre la piel bajo el agua.
Desde 1912, el gran encargo de los murales para la Biblioteca de la Hispanic Society consume la mayor parte de su tiempo. Cuando no está pintando para el proyecto, pinta para sí, sin la presión de las exposiciones. Cultiva los íntimos y silenciosos cuadros de jardín y pinta algunas de las más hermosas y logradas escenas de playa. Cada vez más, la rapidez, destreza y ligereza que había aplicado en sus apuntes se reflejan en sus obras de mayor envergadura. En sus últimos años, los apuntes que pinta en las playas del norte, especialmente en San Sebastián, muestran su incansable afán de experimentación y una ejecución cada vez más abreviada. Un Sorolla esencial que sigue investigando, a través de sus ‘pequeños formatos’, en la síntesis visual de las formas al aire libre.