FIRMA INVITADA

LA CAÑA DE PESCAR DE SANCHO PANZA

Detalle de pesca con caña. Grabado de Philippe Galle, 1582-1600. BNE
Luis Miguel Román Alhambra | Sábado 20 de junio de 2020

El lugar de don Quijote se encuentra en una parte de la Mancha más seca, sin embargo Cervantes lo describe como un lugar con cuantiosos recursos hídricos superficiales cuando don Quijote, derrotado por el Caballero de la Blanca Luna en la playa de Barcelona, vuelve a casa para cumplir el año de retiro impuesto, tomando la decisión de hacerse pastor durante este tiempo: "[…] yo compraré algunas ovejas [...] y nos andaremos por los montes [...] bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos [...]" (Q2, 67). Sancho desespera porque llegue ese ansiado trabajo, oficio que había ejercido antaño, y, así, poder dejar el de escudero. Sancho ya imagina a su hija llevándoles la comida al campo, lo que indica que los parajes por donde apacentarán al rebaño de ovejas está cerca del pueblo: "Sanchica mi hija nos llevará la comida al hato".



Esta singularidad geográfica del lugar de don Quijote propiciaba la actividad de la pesca entre sus vecinos. Sancho y un vecino suyo, disfrazado de escudero del Caballero del Bosque, en una larga conversación entre ellos mientras cenaban, éste le pregunta a Sancho:
“[...] qué escudero hay tan pobre en el mundo, a quien le falte un rocín, y un par de galgos, y una caña de pescar, con que entretenerse en su aldea?
A mí no me falta nada deso, respondió Sancho, verdad es que no tengo rocín, pero tengo un asno, que vale dos veces más que el caballo de mi amo” (Q2, 13).
El inusual recurso hídrico citado en el texto de varios “ríos”, además de fuentes y arroyos, en esta parte de la Mancha, solo es posible apreciarlo en el término de Alcázar de San Juan.
Los ríos Guadiana, Záncara y Gigüela atraviesan su término y se unen en lo que hasta hoy se conoce como la Junta de los ríos. Poco más adelante, en la línea con el término municipal de Herencia, también aporta su caudal el río Amarguillo. Hoy es posible ver esta espectacular imagen de la Junta solo los años de alta pluviometría, muy escasos actualmente.
En esta comarca cervantina, delimitada sus bordes por Tembleque, Quintanar de la Orden Argamasilla de Alba y Puerto Lápice, ningún vecino podía declarar explícitamente como hace Tome, que así se llamaba el escudero, y Sancho Panza su afición a la pesca en sus ríos, o su necesidad para completar la maltrecha despensa familiar, si no vivía en Alcázar de San Juan. La mayoría de pueblos de esta comarca declaran en sus Relaciones Topográficas que no hay pesca en su término o la que hay es muy mala y por ello no se consume. Los ríos de esta parte de la Mancha, como el Záncara, Gigüela y Amarguillo se secaban siembre en verano, e incluso había inviernos que el agua no corría por ellos, por lo que los peces eran muy pequeños e inservibles para su consumo. A excepción del río Guadiana, que corría todo el año, pero, como el agua, los peces que llevaba eran propiedad del prior de la Orden de San Juan, que mediante arriendos propiciaba su pesca, como ocurría en la villa de Argamasilla de Alba.
En el término de Alcázar de San Juan, a unos diez kilómetros de la villa, se juntan todos estos ríos para formar uno solo. A menos de dos horas de camino llano, sus vecinos tenían la posibilidad de hacerse con pescado fresco de río, más barato que el pescado en salazón que arrieros y trajinantes traían desde Andalucía y Levante a la Mancha.
Es tal la afición, o necesidad, a la pesca en Alcázar de San Juan que en el año 1601 surgen denuncias de los agricultores por la elaboración de numerosas "cespederas", muretes artificiales realizados con piedras y tierra con las que se conseguía embalsar y retener el agua durante varios meses y así mantener vivos los peces, que ocasionaban desbordes y daños en las tierras y caminos de labor en los meses de invierno, cuando el caudal las desbordaba.
Son los alcaldes y regidores de Alcázar de San Juan quienes, ante esta práctica de pesca, tienen que tomar severas decisiones:
“En la villa de Alcázar a catorce días del mes de octubre de mil y seiscientos y un años los señores alcaldes y regidores que aquí firmaron sus nombres estando juntos en su ayuntamiento a campana tañida como lo hacen de uso y costumbre para tratar y conferir las cosas tocantes del bien de los vecinos dijeron que de causa de que algunos vecinos de esta villa y forasteros han hecho y hacen muchas cespederas en el río Záncara para pescar y por haber tanta cantidad de las dichas cespederas tapan el río y sale fuera de madre y a echado a perder muchos huertos y haces de labor y otras heredades y los caminos por donde se va a las labores desta villa de suerte que a hecho notables daños”
Es tanta la pesca que se toma de sus ríos que pocos meses después, los mismos alcaldes y regidores, acuerdan que la pesca se utilice para el propio consumo de la población, por entonces de unos 9.000 habitantes, impidiendo su comercio, anunciando penas y multas para quienes habiendo pescado no lo cumpliesen. En febrero de 1602 el escribano municipal anotaba en el Libro de Actas y Acuerdos:
“Acordaron los dichos señores que se identifique a todas las personas que pescan en los ríos que están en el término de esta villa que acudan a ella con toda la pesca que tomaron de los dichos ríos para la provisión de esta villa. Sin que sean osados a vender la pesca en esta villa. So pena de seiscientos maravedíes […]”
Alcázar de San Juan al recibir el título de villa por el rey Sancho IV, este le otorgó unos privilegios que otras villas no tenían, posiblemente por haber nacido aquí su hijo Fernando, quien fue su sucesor como rey de Castilla. Estos privilegios fueron siempre disputa entre la villa y el prior de San Juan, especialmente con su gobernador que residía habitualmente en Alcázar. En julio de 1605 aprovechando que el Concejo de Alcázar de San Juan había nombrado a unos regidores para “ir a besar las manos de su Alteza del príncipe gran prior de San Juan” para suplicarle “se sirva de remediar la necesidad de trigo para pan y sembradura” que tenía la villa ante las malas cosechas que habían tenido, le piden también al prior que no arriende la pesca de los ríos, por lo poco que le supone a él y lo mucho a los pobres poder pescar libremente en ellos, como se ha hecho desde antiguo en Alcázar de San Juan:
“Item. Sinificando a Su A[lteza] el daño que tiene a los pobres del arrendar la pesca de los ríos y lagunas y el poco probecho que tiene a Su Alteza y la defensa que tiene la villa en la costumbre antigua podría servirse de mandar que se den los dichos arrendamientos reduciéndose al estado antiguo”
Seguimos en tiempos de la escritura del Quijote, cuando, de nuevo, los alcaldes y regidores tienen que tomar cartas en el asunto por la construcción de las “cespederas” en sus tres ríos, y los problemas que estas acarrean a los agricultores y a los caminos. Es abril de 1608 cuando reunidos acuerdan que:
“Otro si acordaron que se pregone públicamente que todas las personas que tuvieren cespederas en los ríos de Zancara y Guadiana y Jiguela dentro del termino desta villa las derriben y limpien la corriente de los dichos ríos sacando fuera de ellos las céspedes y otras cosas con [que] los tuvieren atrapados dentro de quatro días con apercibimiento que pasado el dicho termino iran personas a su costa […] las dichas cespederas embarrancando con ellas la corriente de los dichos ríos se anegan muchas eredades de vecinos desta villa y los caminos de manera que no se puede pasar a las labores dellas”.
En estas “cespederas”, además de pescar con caña, sedal y anzuelo, se utilizaban pequeñas nasas amarradas a una caña y garlitos. De esta manera, el pescado que quedaba en el agua embalsada, de manera también pasiva, se atrapaba con facilidad y en ocasiones en cantidad, como recogían las actas del ayuntamiento. Esta imagen coetánea a la escritura del Quijote, se puede apreciar en unos grabados conservados en la BNE, realizados entre 1582 y 1600 por Philippe Galle.
La imagen de Sancho sobre su rucio con una caña de pescar al hombro o pescando en un río es inexistente en el dibujo y grabado del Quijote. Es una seña de identidad geográfica del lugar de don Quijote que coincide exactamente con la imagen geográfica de Alcázar de San Juan y de sus vecinos que alguna vez vio Cervantes aquí y la utilizó como descripción del lugar de don Quijote.
Otra imagen más del paisaje y paisanaje de Alcázar de San Juan que Cervantes inmortaliza en la novela como el lugar de don Quijote. Una seña de identidad geográfica física y humana que no es posible percibir en ningún otro lugar en esta parte de la Mancha.
Calidad y cantidad de bellotas y pescado de río eran productos que identificaban la imagen de Alcázar de San Juan en 1600, y que Cervantes utiliza sencillamente como recurso literario para describir, sin nombrarlo, al lugar de don Quijote.
Luis Miguel Román Alhambra

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