Como la autora anticipa en el prólogo: “he pasado la mayor parte de mi vida ayudando a personas con problemas, he conocido sus historias vitales y cómo han reaccionado ante ellas. Como psiquiatra siempre me ha interesado el campo de la psicoterapia del trauma, es decir, el camino por el que quienes han sufrido experiencias difíciles consiguen superar estas vivencias y llevar una vida gratificante”. Una de las claves más importantes para estar bien es cómo afrontamos los malos momentos, y qué hacemos después con las consecuencias psicológicas que nos dejan.
Lo fundamental en esta área de los afectos no es tanto lo que sentimos, sino lo que hacemos con eso que sentimos. A esto lo llamamos regulación emocional y es lo que constituye el eje central de este libro. A lo largo de los cinco capítulos en los que se divide la obra nos sumergiremos en un mundo de sensaciones, entenderemos el precio de suprimir nuestras emociones, el arte de emocionarse, o cómo desmontar los sistemas perjudiciales que utilizamos a nivel emocional, antes de aprender otros nuevos más productivos. La obra se completa con un manual de instrucciones en la que la autora nos enseña como regular de forma sana lo que sentimos.
Anabel Gonzalez afirma que muchos de los mecanismos de regulación emocional son automáticos, y ser conscientes de ellos nos permite poder empezar a hacer cambios con conciencia e intención. Para aumentar esta conciencia emocional, hemos de prestar atención a nuestras sensaciones corporales, lo que hacemos desde nuestros pensamientos, y cómo actuamos en base a ello. Este darnos cuenta no lo cambia todo, pero es un primer paso imprescindible. Si mejora nuestra comprensión de cómo funcionan las emociones podremos poner en práctica los sistemas más eficientes para regularlas.
Además debemos recordar que las emociones están íntimamente relacionadas con nuestro instinto de supervivencia. Por ejemplo, el asco nos dice que una comida está en mal estado, el miedo indica que algo es peligroso, o la rabia surge cuando nos han hecho daño y tenemos que defendernos. Cada emoción se asocia a distintas sensaciones físicas, que tienen sentido si pensamos en la función de cada emoción. La rabia suele asociarse a tensión en los músculos, que se preparan para la pelea, los puños se cierran, la mandíbula se aprieta... El miedo activa el organismo, acelera el corazón, prepara las piernas para una posible huida. El asco genera una sensación en el estómago, como preparándolo para vomitar. La vergüenza nos hace inclinar la cabeza y los hombros para protegernos de la mirada de los demás. La alegría, por su parte, hace que nos brillen los ojos, nos activa la sonrisa, y propicia que el cuerpo se abra hacia los demás. La tristeza pone en marcha las lágrimas para los demás se acerquen y nos den su apoyo. Si no dejamos que las emociones nos conduzcan a estos desenlaces apropiados, las emociones pueden quedarse bloqueadas. Prestar atención a estas sensaciones corporales, a las tendencias que llevan consigo, es necesario para estar bien. Las emociones que decidimos ignorar pueden quedarse dentro de nosotros durante mucho tiempo, y manifestarse como enfermedades físicas o problemas psicológicos.
El libro se inicia con la narración de un mal día en la vida de diferentes protagonistas para explicar posteriormente lo que acarrean cada una de sus reacciones. Ante la misma situación reaccionamos de maneras muy diferentes y con consecuencias muy dispares. Con frecuencia somos nosotros mismos los que echamos más gasolina a nuestro fuego emocional, y en vez de buscar una solución acarreamos más problemas, muchas veces sin darnos cuenta. A través de la narración de los diferentes desenlaces que el día tiene para estos protagonistas entenderemos y veremos representado nuestro propio comportamiento. Estos personajes nos acompañarán a lo largo de toda la obra, mostrándonos de un modo muy sencillo distintos estilos de regular las emociones, y sus efectos a diversos niveles. Esto nos lleva a formularnos la siguiente pregunta: ¿cómo hubiésemos reaccionado nosotros en esa situación?
Lo bueno de tener un mal día es un libro indispensable para sintonizar con nuestro canal emocional, ya que como bien apunta Anabel Gonzalez “reconciliarnos con nuestras emociones es, en el fondo, reconciliarnos con nosotros mismos, con nuestra historia y con los demás habitantes del planeta”.
Anabel Gonzalez es psiquiatra y psicoterapeuta, doctora en Medicina y especialista en Criminología. Pertenece a la directiva de la Sociedad Europea de Trauma y Disociación (ESTD) y es vicepresidenta de la Asociación EMDR España. Trabaja en el Hospital Universitario de A Coruña (CHUAC).
Desde hace años imparte formación a otros especialistas, es entrenadora acreditada de terapia EMDR, colaboradora docente en el CHUAC y participa como profesora invitada en el Máster en Psicoterapia EMDR de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Coordina diversos proyectos de investigación relacionados con la regulación emocional y el trauma psicológico.
Es autora de varios libros especializados.