Drama 107 min. | Francia | 2019
Título: Gloria Mundi.
Título original: Gloria Mundi.
Dirección: Robert Guédiguian.
Guión: Robert Guédiguian, Serge Valletti.
Intérpretes: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Anaïs Demoustier.
Productora: Agat Films. Distribuida por MK2 Films.
Distribuidora: Golem Distribución.
Daniel acaba de salir de prisión y decide regresar a Marsella cuando se entera de que Mathilda, su hija, acaba de dar a luz. Nicolas, el novio de esta, es un chófer que está agotado física y mentalmente mientras que Mathilda trata de hacer lo máximo posible en su periodo de prueba como vendedora. Una noche, unos taxistas atacan a Nicolas con el objetivo de deshacerse de la competencia.
Robert Guédiguian dedicaba a la clase trabajadora el film que le reportó reconocimiento internacional, Marius y Jeannette (1997), con la cual siempre se ha comprometido a lo largo de su filmografía. En aquella ocasión, la dramedia romántica sin pretensiones entre un hombre y una mujer maduros con necesidad de rehacer su vida tras varios golpes emocionales sirvió a Guédiguian para plasmar la cotidianidad de una barriada proletaria como la de L’Estaque y exponer la humildad que inunda sus vidas. Así pues, los trabajadores suponen uno de los pilares esenciales de su universo, junto a su devoto plantel de actores o la fidelidad a Marsella como ubicación para sus historias, y en esta Gloria Mundi que nos ocupa reúne todos estos elementos constantes en su carrera pero, a diferencia de aquella pequeña sorpresa de hace ya 22 años, esta vez no hay lugar para las risas.
“Un claro ejemplo del “menos es más” esculpido en una fallida propuesta con buenas ideas que merecían un trato más profundo y sutil".
Gloria Mundi plantea una generosa cantidad de interesantes problemáticas laborales (la precariedad, el paro, la huelga, la baja, el falso autónomo, la astucia y soberbia de los negocios), junto a otras de ámbito familiar (la llegada de un hijo en la familia, la salida de un padre de la prisión, infidelidades). Por pecar de ambicioso, Guédiguian pone muchas cosas sobre la mesa, demasiadas, cae en la trampa del exceso y termina por tratar todo de un modo superficial.
Esto repercute en una caracterización de parte de sus personajes gravemente caricaturesca, atreviéndose, por ejemplo, con recursos tan banales como que el antagonista aparezca drogándose en prácticamente cada escena para remarcar su condición de personaje moralmente dudoso. Quiere abarcar tanto que confunde cantidad con complejidad, cuando en realidad su desarrollo se ve forzado a funcionar a golpe de efecto y subrayado, casi con el mismo tono de una telenovela.
Un claro ejemplo del “menos es más” esculpido en una fallida propuesta con buenas ideas que merecían un trato más profundo y sutil, donde su adecuado reparto con Ariane Ascaride a la cabeza ayudan a redimir moderadamente la pena. Ese balón que flotaba con ligereza en las aguas marsellesas ha terminado pinchando por sus actuales ínfulas de grandilocuencia melodramática totalizadora.