Su autor fue un sacerdote jesuita alistado a la Legión como capellán castrense durante la Guerra Civil. En realidad hay pocos datos biográficos sobre él, más allá de que tomó los hábitos en el exilio cuando la II República expulsó de España a la orden ignaciana y de que se enrolara en la X Bandera del Tercio en los primeros compases de la contienda, ejerciendo su labor pastoral primero como voluntario y luego como alférez provisional del clero castrense.
Durante la guerra, que vivió en los frentes más duros de la campaña –batalla del Jarama, Cuesta de las Perdices, Ciudad Universitaria-, destacó por su valor, siendo recompensado con la Medalla Militar individual, la segunda más alta recompensa al valor en el ejército.
Escrito con una prosa directa, sin adornos y brutal por momentos, este libro nos sitúa sin contemplaciones en primerísima línea de fuego de las trincheras de la Guerra Civil; la vivacidad de sus pasajes y el olor a pólvora que se desprende de su lectura hacen superflua cualquier aclaración.
Se trata sin duda uno de los textos más honestos, descarnados pero hermosos de esta contienda que podría ser escrito en cualquiera de los dos bandos irreconciliables que se enfrentaron entre 1936 y 1939 en nuestro país.
El escritor Rafael García Serrano, que prologó la hasta el momento única edición de este libro atestiguó la veracidad del documento.
Al autor se le consideraba discípulo de los sacerdotes de su orden que habían caído o se habían batido en las trincheras de Francia en 1914, como el padre irlandés William Doyle o el polémico Teilhard de Chardin pero, sobre todo, de su amigo, el padre Fernando de Huidobro y Polanco, muerto en combate el día 11 de abril de 1937 en la Cuesta de las Perdices del frente de Madrid y actualmente en proceso de beatificación.