El célebre hispanista de la universidad de Stanford, Ronald Hilton, dejó listo este estudio en los años siguientes a las celebraciones del año 92, y ahora se presenta por primera vez en nuestro idioma, con traducción de Silvia Ribelles de la Vega.
¿Cómo empezó el debate sobre la suerte histórica del imperio hispánico y la decadencia de España? ¿Cuándo se asienta realmente el prejuicio sobre lo hispano? Si bien la Leyenda Negra española se ubica como hecho político y propagandístico en siglos anteriores, es en el siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces, cuando arranca la verdadera controversia sobre este tópico histórico y se ponen las bases para la toma de partido entre hispanófobos e hispanófilos. Esa es la tesis que se desprende de La Leyenda Negra y la Ilustración. Hispanofobia e hispanofilia en el siglo XVIII, un libro —hasta ahora inédito en nuestro idioma— donde el célebre hispanista Ronald Hilton ofreció un imprescindible y matizado panorama de los albores de este cruce entre las opiniones contrarias y favorables frente a los rastros del imperio de la monarquía hispánica y su franca decadencia desde el siglo XVII.
Desfilan por estas páginas enciclopedistas, viajeros, diplomáticos, geógrafos, historiadores, naturalistas —Raynal, Masson, Baretti, Bowle, Twiss, Swinburne…—, muchos de ellos hoy en el olvido, pero por entonces «con un rango comparable al de Rousseau y de Voltaire». De fondo, España parecía la víctima propicia de una contienda ideológica mayor.
El pensamiento ilustrado, especialmente de origen francés e inglés, desarrolló un intenso debate sobre España que acabó refundando y reorientando la visión historiográfica de todo lo hispánico. El abate Raynal lanzaba entonces una interesada versión negativa de la colonización de América. Igualmente, en la Encyclopédie Méthodique francesa, el ínclito Masson de Morvilliers formulaba la célebre e inopinada pregunta: «¿Qué le debe el mundo a España?»; y su sonora respuesta fue : «Nada». España era vista como un síntoma contrario a las ideas racionales y de progreso, un país pintoresco pero miserable y en imparable decadencia. De otro lado, había quien suavizaba esa sima y no percibía tanta diferencia entre la España y la Europa de entonces. Evidentemente, estas posiciones más favorables a lo hispánico cayeron en un olvido mucho mayor, síntoma del triunfo de las ideas historiográficas abonadas a la hispanofobia.
Entre el amplio legado documental que dejó Ronald Hilton a su muerte se encontraba inédito un original, escrito en francés, titulado La légende Noire au 18e Siècle. Le monde hispanique vu de dehors, que fue publicado en EE. UU. en 2002 en edición electrónica y tal y como lo dejó el propio historiador. Ahora El Paseo editorial ofrece este volumen por primera vez en nuestro idioma en traducción directa desde ese mismo original en francés, y le añade un artículo que dejó escrito el propio autor para conmemorar su primera publicación allá por 2002. Tanto en este libro, como en ese artículo, entre otras cosas, Hilton demostró su preocupación por la alargada sombra de los prejuicios de la cultura anglosajona frente a todo lo hispano y quiso aportar su grano de arena para una visión más ponderada y menos estéril sobre un debate que hoy mismo sigue en boca de todos.
Ronald Hilton (1911, Torquay, Inglaterra-2007, Palo Alto, California), académico británico-estadounidense, editor e impulsor de think tanks. Se formó en las universidades de Oxford y Berkeley y se convirtió en ciudadano estadounidense en 1946. Lanzó publicaciones de política, geoestrategia y asuntos latinoamericanos. Especializado en América Latina y en la Cuba de Fidel Castro, ayudó a descubrir los preparativos clandestinos de la CIA para la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, siendo la fuente principal cuando el semanario progresista The Nation destapó dichos planes. Pasó la mayor parte de su larga vida laboral en la universidad de Stanford. Allí fundó la Asociación Mundial de Estudios Internacionales (WAIS) en 1965 y continuó como profesor de lenguas románicas hasta que se jubiló a la edad obligatoria de 65 años. Murió de cáncer en 2007, con 95 años.