La idea de escribir "Operación Inuit" me surgió a raíz de las múltiples noticias con las que nos invaden a diario como: «La población mayor de 65 años crece a un ritmo más rápido que el resto de segmentos poblacionales en el mundo desarrollado» o «Los ancianos viven demasiado y son un peligro para la economía mundial». Tras esta avalancha de mensajes negativos me hice una pregunta: ¿A quién le interesa, de verdad, que lleguemos a vivir muchos años? Y empecé a sospechar…
La respuesta fue "Operación Inuit" y me salió una trama de suspense y acción, con una joven doctora como protagonista, donde un grupo de importantes personalidades de diferentes ámbitos de poder traman un plan mundial para solucionar este problema que merma sus ganancias económicas, y a la vez poder atajar el exceso de población.
Para escribir la historia, me centré en investigar los diversos grupos poderosos capaces de mover los hilos del mundo e intervenir en los gobiernos de los Estados, así como en el aspecto sociológico en la tercera edad, y documentarme sobre cierta información de tipo farmacológica.
La novela reflexiona sobre el exceso de medicación en general, el ejército de personas drogadas oficialmente y el bloqueo al acceso de las medicinas alternativas que ejercen las multinacionales farmacéuticas, los abusos de poder de esta industria; así como el lugar que ocupan los ancianos en nuestra sociedad: la discriminación por la edad, la desautorización ante los jóvenes debido a la brecha tecnológica y la falta de valoración a su sabiduría y experiencia de vida. Hoy lo único que importa es el rendimiento y la productividad. La novela también habla del gran anhelo de la humanidad: la inmortalidad, y qué ocurriría si un don de tal calibre cayera en manos inadecuadas.
Los ancianos son nuestra memoria viva, nosotros hemos perdido la memoria de su lugar en el mundo. Ellos tienen mucho que enseñarnos sobre virtudes como la serenidad, la paciencia, la gratitud, la libertad interior y el amor. En "Operación Inuit" he querido mostrar las extraordinarias capacidades de nuestros viejos y romper los prejuicios hacia ellos.
No deberíamos olvidar que el anciano que seremos ya vive en nuestro interior.