Un hecho que lo corrobora el incendio de la catedral de Notre Dame que ha traído a la actualidad una ingente cantidad de leyendas sobre el supuesto poder protector de las gárgolas.
Y es que se ha llegado a escribir que la catástrofe se debió a que estas amenazantes esculturas fueron retiradas para su restauración días antes del fatal desenlace, razón por la que la catedral habría quedado desprovista de sus centenarios centinelas.
“Nada más lejos de la realidad”, asevera el ensayista, ya que buena parte de las gárgolas del templo parisino fueron obra de Viollet le Duc, fruto de un proyecto iniciado en 1845, pocos años después de que el gran escritor romántico Víctor Hugo publicara Nuestra Señora de París, novela en la que narraba las desdichadas peripecias de una bailarina gitana, Esmeralda, y un jorobado, Quasimodo, encargado de las campanas del templo.
“Las gárgolas son, en realidad, imágenes monstruosas que servían para decorar los canalones de desagüe de las techumbres de las catedrales. Su fuente de inspiración era, en general, el mundo del mito, de ahí que nos encontremos de forma frecuente con grifos, quimeras y otra serie de criaturas de tradición clásica. Su auge se debe al creciente gusto por los bestiarios, pero también a la proliferación de las representaciones de los castigos infernales, de cuya amenaza son testigos las horribles figuras que nos observan desde la cima de estas magníficas obras arquitectónicas”, comenta el escritor.
Según su autor, estos seres pétreos y paganos proceden de la cultura grecorromana, bizantina y persa, aunque logran apoderarse del entorno cristiano románico cuando se sacralizan con la conversión de estos animales -tanto reales como imaginarios- en imaginativas bestias portadoras de virtudes y perversiones, no sin resistencias y críticas.
Desde entonces se empiezan a plagar con estas representaciones los capiteles, canecillos, metopas, tímpanos, arquivoltas, muros, pilas bautismales, objetos litúrgicos y una incontable serie de soportes que, lejos de la mera función ornamental, aportan un significado simbólico cuyo sentido se desvela en este libro.
“Estas peculiares e imaginativas formas nacían por combinación de partes de animales diferentes, creando estampas, en ocasiones atroces”, afirma Mario Agudo Villanueva.
El incendio de Notre Dame ha traído a la actualidad la gran cantidad de leyendas sobre el supuesto poder protector de las gárgolas
Los animales podían ser representados solos, en lucha entre sí o con hombres indefensos, siempre con el objetivo de conmover y motivar al creyente en su esfuerzo por evitar las tentaciones y renegar del pecado.
Aunque cualquier símbolo tiene dualidad de significados, incluso completamente opuestos, el románico usó ciertos animales con predilección para manifestar el bien y otros como formas del mal.
Así, la cigüeña, el águila o la paloma simbolizan el anhelo del espíritu por alejarse de lo terrenal en busca de valores más altos y el león la nobleza y la fuerza. Por su parte, el mal está representado por el mono como caricatura grotesca del hombre, el pecado por la serpiente y la lujuria y la pereza por el jabalí y el cerdo.
“Son animales que guardan el templo. No impiden el paso al recinto sagrado pero advierten que el umbral divide lo sagrado de lo profano”, comenta el autor.
En definitiva, esta obra es una verdadera guía sobre todo ese bestiario a través de un proceso de deconstrucción de su significado que, en ocasiones, se remonta a nuestro pasado más arcaico. Un viaje literario a través del arte, de los mitos, leyendas y tradiciones populares en cuyos contenidos se encuentra buena parte de nuestras principales preocupaciones existenciales.
Mario Agudo Villanueva (Madrid, 1977). Licenciado en periodismo y MBA por la Universidad de Deusto y la EAE. Ha compaginado su carrera profesional en el mundo de la comunicación con trabajos de investigación y divulgación en el campo de la historia, con numerosas publicaciones en revistas especializadas, tanto académicas como de divulgación.
Ha sido director de publicaciones como Románico y Mediterráneo Antiguo, así como colaborador habitual de espacios de radio como Ser Historia. En la actualidad forma parte del consejo editor de Karanos. Bulletin of Macedonian Studies. Es autor de los libros, Palmira. La ciudad reencontrada, Macedonia. La cuna de Alejandro Magno y Atenas. El lejano eco de las piedras.