Como buen periodista, Guillermo Galván hace que un joven plumilla ayude en las labores policiacas, además de un compañera de Identicicación de la Brigada Criminal, aunque ya sabemos que en aquella época era imposible. Con estos elementos, un poco de politíca ficción, el escritor valenciano pergeña una novela que tiene más de crónica social de cómo era el país en los años 40 que de la propia trama policial, aunque el suspense se mantiene de manera extraordinaria en todas sus páginas.
Madrid, 1941: Carlos Lombardi, expolicía criminalista y ahora preso político por lealtad a la República, cumple redención de pena en Cuelgamuros trabajando en las obras para el mausoleo del Valle de los Caídos. Pocos días antes de Navidad Lombardi es liberado inesperadamente y trasladado a las dependencias de la Policía, donde le recibe su antiguo jefe Balbino Ulloa, a quien años atrás ayudó a no ser expulsado del cuerpo facilitándole un improvisado carné del Frente Popular.
La policía del Nuevo Régimen le necesita para resolver un caso que a pesar de lo escandaloso no se ha filtrado a la prensa: el asesinato de un sacerdote que ha sido degollado, torturado y castrado. El horrendo crimen parece haber sido cometido por el mismo asesino al que Lombardi pisaba los talones en 1936, antes de la Guerra. Ulloa le insta a hacerse cargo de la investigación como una "comisión de servicio" y la promesa de un posible indulto en el futuro...
Guillermo Galván nació en Valencia en 1950. Periodista durante más de treinta años, buena parte de ellos en la agencia EFE, aparcó la profesión en 2005 para dedicarse a la narrativa. Es autor de las siguientes novelas: La mirada de Saturno (Premio Tiflos, 1999), El aire no deja huellas (Finalista Premio Rodrigo Rubio, 2001), Aislinn-Sinfonía de fantasmas (Premio Río Manzanares, 2002), De las cenizas (Premio Felipe Trigo, 2003), Llámame Judas (Premio Alfonso VIII, 2005) y Antes de decirte adiós (2010).