Las revistas literarias, en general, y las revistas de poesía, en particular, siempre han tenido una importancia singular, lo queramos o no, pues han cumplido y cumplen una función cultural y social que no cae en saco roto para investigadores e historiadores.
Itinerarios canónicos o alternativos de críticos y lectores, las revistas literarias, además de constatar un hecho literario dominante o lo heterogéneo de su práctica, sirven de lentes de aumento para enfocar y corregir —en muchas ocasiones— el estrabismo de los denominados `medios oficiales´.
Cuando las revistas de poesía producen contracultura enriquecen el panorama cultural e intelectual y favorecen el contraste de sus propuestas con el —en ocasiones— monológico escenario de fondo. Sus funciones pueden ser variadas y en algunos casos sus roles trascienden a los de aparentemente meros glosarios de palabras.
Por ejemplo, en la complicada época de la posguerra española, a revistas como El Español, La Estafeta Literaria, Garcilaso y Espadaña se unieron escritores ajenos a las posturas políticas que estas dos últimas defendían: la poesía, como dice Francisco Brines “nos educa en la tolerancia”; gracias a ellas pudieron conocerse escritores desconocidos —incluso se conocieron ellos entre sí— y se pudo evitar que otros escritores fuesen silenciados por motivos ideológicos.
Por supuesto, aquí en Valencia tenemos la suerte de haber tenido la labor editorial de Corcel de Ricardo Blasco o Verbo, revistas que a mi parecer, merecen un mayor estudio y divulgación del que han tenido. Entre los años 1960 y 1962 Jacobo Muñoz editó ocho números de la revista La Caña Gris, una publicación de la que todavía se habla que contó con textos de Vicente Gaos, Juan Gil-Albert, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, César Simón o Jaime Gil de Biedma, entre otros.
La historia valenciana anterior al presente nos deja los legados, no menos valiosos, de las revistas Corondel o Clave Literaria,
Por lo general, toda revista de poesía nace de una vocación particular, sin apoyos de las administraciones de turno y a veces, sin el apoyo de otras personas que batallen con el mismo compromiso que su fundador o fundadores, por lo que la tendencia de este tipo de publicaciones es a desaparecer. Recordemos la famosa Caballo verde para la poesía, donde el genial Pablo Neruda publicó su histórico manifiesto sobre la poesía pura, la cual desapareció, o la desaparecieron tras publicar su tercer número debido al estallido de la guerra civil española.
Con referencia a todo lo anterior, es muy destacable el importantísimo rol que desempeñó Papeles de Sor Armadans, revista que tuvo como buque insignia al propio Camilo José Cela, motor y responsable de dar voz a tantos artistas, intelectuales y poetas españoles exiliados y silenciados, como también a poetas extranjeros que en su país de origen sufrían la inquisición de tiranas dictaduras.
Por tanto, y a pesar de la nueva democratización de la cultura que ha provocado Internet y la llamada comunidad global, solo comparable a la aparición de la imprenta, las revistas siguen siendo, más allá de si su naturaleza es únicamente antológica en cuanto a creación o incluye además opinión crítica e investigación, no solo un foro para la expresión de artistas e intelectuales de toda alcurnia, sino una foto fija y un rico e irrepetible repositorio literario de un contexto histórico-cultural, y por tanto, social.
En este sentido, Antonio Cruz Romero (Almería, 1978), narrador, traductor, y poeta, como fundador y director de la revista Atonaal ha venido a aportar su insustituible pieza del puzle. De periodicidad semestral, Atonaal acaba de alumbrar su segundo número, treinta y seis páginas en las que podemos encontrar poemas de Joan Margarit, Eloy Sánchez Rosillo, entre otros, pero también ilustraciones de Susana Benet o Hilario Barrero.
De vocación antológica y una importante presencia pictórica, Atonaal ha requerido a los poetas que han participado en ella un denominador común: «En las alas invisibles de la poesía. Los pájaros y los poetas». Orbitando ese eje temático se encuentran los textos y dibujos en una armonía que cohesiona y da empaque al conjunto.
Editada por Malfario Ediciones, Atonaal (n. º 2) cuenta con un óleo en su cubierta de Renée van Leeuwen. Grapada, con interiores en blanco y negro y exterior en color, la revista posee unas manejables medidas de libro: 15 x 21cm. Su precio es muy asequible, cinco euros, algo circunstancial si tenemos en cuenta que la nómina de poetas convocados en este segundo número impresiona.
A continuación y ya para terminar, el índice de contenidos del número de dos de Atonaal, revista que tiene por sobrenombre o subtítulo Revista de poesía (y otras hierbas infumables).