Cada vez existen más editoriales que parecen nacer hasta debajo de las piedras. Antes un pequeño inciso. Han sido y siguen siendo muchas las revistas y diversas publicaciones que amen de sus números nos llenan las bandejas de nuestros hogares con monográficos acerca de un país o de un lugar que deberíamos de visitar este verano. Uno de ellos fue Pepe Verdu que en su momento dirigió durante varios años la Revista Altair que muchos echan de menos dada la calidad de la misma. A través de sus páginas y sin movernos de casa nos hacía viajar en tren o en avión incluso en camello a varios países que serían el sueño de muchos y de muchas que por no poder ir acudian a esta publicación para que la misma les acercará a ese lugar lejano pero cercano. Después surgieron los libros del editor y escritor Agustín Pániker quien dijo aquello de «para que voy a ir a la Universidad si tengo una editorial» Desde el primero hasta el último han dado mucho que hablar. Son verdaderas tesis doctorales en donde Pániker habla de antropología, de misticismo y en ocasiones da la impresión que a esas seiscientas páginas le queremos sumar muchas más. Su última publicación es una muestra. En sus «Tres Joyas» parece como si estuviera haciendo una larga entrevista al Buddha y este le dijera cuales son las diferencias entre Mahavira (jainismo) y el Buddhismo. Pero no solo eso habla de las castas, de lo que es y no es el sikhismo desde luego volumenes tan interesantes para tener en cualquier biblioteca.
Existen en España editoriales con un titulo muy «especifico» dado el contenido de los mismos y los temas a tratar. Les estamos hablando de Trotta o de Herder cuyo última entrega es «La entrega a lo divino. Esbozo de una filosofía de la religión» cuyo autor es el doctor en Filosofía Javier Ruiz Calderón que de una manera amena defiende la necesidad de una religiosidad no metafísica, humanista y pluralista. Pretende según palabras «proporcionar al lector una comprensión más amplia y más profunda de esa relación con lo divino» Ahora bien dado que el título es «el país del Sol Naciente» vayamos a ello.
Fue hace unos años cuando conocimos al profesor Carlos Rubio (Toledo,1951) quien se considera «más que ninguna otra cosa, un viajero y también un mal poeta» Es el Tagore español a la hora de dar a conocer lo que concierne al país del Sol naciente. Traductor y escritor, tanto de obras colectivas como individuales. Dimos con él tras «El Japón de Murakami. Las señas de identidad del autor de Tokio blues. Un viaje hacia el país que configura su universo» Una obra que como al mismo Rubio nos hizo repasar figuran varias notas en torno al mundo de Japón y lecturas complementarias que nos habían pasado desapercibidas. «Ni todo es haiku en la poesía de Japón, ni todo es Murakami o Mishima (de quien ha sido traductor) en su prosa. Pero sí es de celebrar que la popularidad de la que gozan actualmente en Occidente el diminuto poema japonés y esos dos autores, haya contribuido a la curiosidad por la literatura japonesa. A fecha de hoy ese interés se enmarca en una suerte de ‹apetito de Japón› que está rebullendo en nuestra sociedad en ambitos muy dispares» El profesor Rubio parece querer ir a otra época, a otro momento histórico y una prueba de ello es «La Gran Pacificación» (Taiheiki) escrita en colaboración con los profesores Akikazu y Twiggy Hirota. En ella se narran las guerras acaecidas en torno al año 1333 entre el gobierno militar de Shogún y los partidarios del emperador Godaigo. Dramáticas guerras civiles entre un rudo este del país, cuyo centro era Kamakura y el refinado Oeste de la vieja capital Kioto. Y es ahora cuando de nuevo y bajo el sello de Satori ediciones volvemos al «País del Sol Naciente» a través de las páginas de «Cosas de Japón. Apuntes y notas del Japón tradicional» de Basil Hall Chamberlain con una traducción de José Pazó Espinosa.
Goza de un espacio creciente en las bibliotecas de los lectores occidentales. Un origen que podría datar de 1906 con la publicación de Botchan, de Soseki Natsume (Impedimenta, 2008) Un clásico que ha abonado el terreno dentro de las nuevas narrativas estableciendo el lenguaje de la novela contemporánea con una tematica «cotidiana y un ambiente urbano» como apunta Gil Padrol. Kenzaburo Oé comenzó a escribir en la década de 1950 y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1994 una obra venerada en todas partes debido al compromiso moral con los problemas tanto sociales como políticos de Japón. Sigue escribiendo y ha dejado verdaderas obras «Arrancad las semillas, fusilad a los niños» (Anagrama, 1999) Y hasta no hace mucho nuestro «imaginario colectivo» de Japón se baso en una serie de iconos intemporales «geishas, samurais, quimonos, combates de sumo» Pero los tiempos como diria Bob Dylan «han cambiado» Cualquier radiografía del país tiene que pasar por la sensible relación que los japoneses mantienen con su tierra. Una sensibilidad que en ocasiones viene de lejos y en muchos casos no deja de ser extrema como esa sensibilidad con la naturaleza y como sucede con otros países la visita al país desmonta mitos. Un reclamo es su gente al hablar continuamente del «choque cultural» Una frase célebre de un diplomatico estadounidense reconocía que «después de tres días en Japón, lo entendí todo; después de tres años, nada»
Es posible. «Me tuvieron engañado durante años. Los anuncios, las revistas y las películas me habían hecho creer que Tokio era como un decorado de Blade Runner, repleto de neones, gente robotizada, calles abarrotadas. Paseaba por mi barrio de Asakusa y no entendía por que me habían embaucado. Se trataba de un entramado de callecitas tranquilas, donde no hay coches aparcados- está prohibido en toda la ciudad, hay que tener plaza propia de garaje- y la gente ante la falta de espacio de sus apartamentos, invade discretamente el espacio público» Así deberieron y deben de pensar muchos.
Por eso es importante la publicación de «Cosas de Japón» y como subtitulo «Apuntes y notas del Japón tradicional» Un libro que se puede leer como si fuera una gran guía o como si fuera un verdadero diccionario y que nos hace recordar a otros autores como Lafcadio Hearn uno de los occidentales que mejor ha comprendido la cultura
japonesa.
Basil Hall Chamberlain (1850-1935) Nació en el seno de una distinguida familia Victoriana al sufrir una crisis nerviosa comenzó a viajar por el mundo lo que lo llevó a Japón y a la enseñanza. Escribió varios manuales de aprendizaje japonés y tras su peregrinar en 1911 abandonó Japón y se retiro a Suiza en donde murió. Chamberlain fue testigo excepcional de estos cambios apasionantes y lo plasmo con lucidez, nostalgia e ironía en esta amena guía con lo cual pretendió preservar para la posteridad el Japón tradicional.
«La ceremonia del té, el teatro Nó, los coloridos kimonos, los animados festivales y más de un centenar de entradas ordenadas alfabéticamente nos ayudaran a descubrir los neones multicolores del Japón de los rascacielos, los rastros ocultos de un pasado que pervive aun inalterable para quien lo sepa encontrar»
«Japón - escribe - José Pazó de Espinosa- quien lo traduce a partir de un texto parcial de Gonzalo Jiménez de Espada- era en 1907 una sociedad en plena transformación. Como una oruga en su crisálida, estaba en pleno proceso de cambio. De ser un país aislado, con más de dos siglos acuestas de fronteras cerradas tanto para la entrada de extranjeros como para la salida de nacionales, el Imperio se abrió a la occidentalización obligado por los buques de los estadounidenses y británicos»
Hacemos nuestras las palabras de María Teresa Pérez colaboradora de Satori Ediciones «Hay quien entiende la aventura de escribir un libro como un acto de vanidad pero yo estoy convencida de que se trata más bien de un ejercicio de modestia ya que nos recuerda que la perfección no es de este mundo».