Nacer en la India no es exactamente «comenzar a vivir» sino más bien retornar a ocupar un lugar, reencarnar en un cuerpo disponible para «realizar un recorrido» una de las tantas venidas a la Tierra que cada ser humano deberá de atravesar. Benarés junto a la Madre Ganga, surgidas ambas en las alturas de los Himalayas, nos acercan a un lugar, en donde vamos a encontrarnos con la muerte. Con más de 2.500 años de Historia Benarés ha atraído a estudiosos y a eruditos de todos los rincones de la India. Dejamos atrás nuestros ojos occidentales y abrimos nuestro disco duro a otras percepciones de la existencia. En Benarés las riberas del río están abarrotadas de elevados pabellones, palacios, templos de los siglos XVIII y XIX flanqueados por una interminable hilera de escalinatas: los ghats que se extienden por toda la orilla.
Lo podemos situar, entre Dashaswameth Gaht y Godaulia, al Sur y al Oeste y Manikarnika Gath en el río al Norte. Sus finos brocados de seda y oro, sus inmensos santuarios con sus lingams ocultos en cada esquina, sus habitantes que van y vienen como si no fuera con ellos, sus tenderetes, en donde venden ofrendas a sus devotos, esas callejuelas estrechas... Todo es un rito. Muchos han sido los españoles que han escrito sobre este mágico lugar y han vivido en él largas temporadas... El profesor Óscar Pujol cuando lo descríbia lo llegó a llamar «divina algazara» e hizo del sánscrito lo «más importante de su vida» llevándole a realizar el único diccionario sánscrito-catalán hasta el día de hoy amén de otras publicaciones «Fui buscando el rumor del sánscrito y me dí cuenta de que ese rumor seguía vivo, aunque herido y macilento en las callejuelas de la ciudad encarnado en numerosos pándits de mayor o menor erudición pero que conservan el sánscrito como si estuviese pegado a su cuerpo, como si formase parte de su respiración, como una constante vital más» Hasta el editor y escritor madrileño Álvaro Enterría que tras dos años de aprendizaje y númerosos viajes a la India ha hecho de este lugar el centro de su vida instalándose en el mismo... Fruto de ello son sus numerosas traducciones y sus dos de sus libros en donde en uno de ellos Benarés, la ciudad imaginaria (2012) hace un homenaje a Benarés con la colaboración de varios autores que como él mismo escriben sobre este lugar. «Como su patrón Shiva, Benarés es ambigua contradictoria e inexplicable. Luz y sombra, virtud y corrupción, paz y violencia... Benarés es una ciudad medieval, santa, sucia y bulliciosa y desconcertante en donde todos los extremos se confrontan sin pudor»
Ocupan un lugar importante la Poesía y el Arte y muestra de ello son los distintos trabajos elaborados por los poetas, Chantal Maillard y Jesús Aguado en donde tras sus largas temporadas en India siguen estando en la misma... En su momento y de una manera artesanal dieron a conocer algo de ello en Los libros de Benarés. En palabras de Jesús Aguado «Benarés es de una densidad tal para empezar con una densidad de estudiosos y buscadores serios (filosofía, sánscrito, ayurveda, sita, tabla, y violín así como pintura y escultura) que cada rincón de ella esconde un sabio o un santo que lo llena de buenas vibraciones y una capacidad de concentración y amor a la verdad. Y Benarés es sobre todo los mil y un templos apartados ese misterio antiguo vivido con tanta naturalidad como si no hubieran transcurrido miles de años». Pero ahora en este largo viaje al silencio y al ruído o amor de una ciudad no podemos olvidar lo que otros y otras han escrito sobre el mismo y sus distintas particularidades en la búsqueda o no de la existencia. Para el Doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid Ramón Rodríguez Llera autor de numerosas obras en donde se mezclan la imagen, la historia y la erudición Benarés o Varanasi santa título de su última publicación es eso y mucho más. En su nuevo trabajo publicado por la Universidad de Valladolid nuestro autor introduce al lector a viajar en la distancia por medio del tiempo y del espacio. ¿Es sagrada Benarés, o es santa? parece preguntarse. Sus casi trescientas páginas son una muestra de ello que como otros autores han sabido viajar a la ciudad de un extremo a otro de la misma recogiendo todo tipo de información para que el lector elabore una idea lo más clara posible.
Como Alain Danielou y sus Dioses y mitos de la India amén de su estancia en la ciudad durante un largo período de tiempo en su residencia de Benarés próxima al Assi Ghat en donde vivió entre 1939 y 1954 hasta Devorak Baker casada con el escritor bengalí Amitav Ghosh quien en su Mano azul y con todo lujo de detalles nos habla de una generación beat en Benarés o rescatando de la Historia grandes personajes como el persa Abu Rayhan al-Biruni (973-1048) que escribió un relato en el que resaltaba que Benarés era ya entonces para los hindúes el lugar más sagrado de la India al igual que la Meca lo resultaba para los musulmanes. O lo que sintió y narró el gran fotógrafo y autor de libros sobre la cultura india Richard Lannoy quién escribía «Al subir los ghats y entrar en las calles llenas de gente en Benarés, uno es asaltado por la desconcertante variedad de escenas, simultáneamente a la invasión de los sentidos, pues parece que los colores tienen sonido y sonidos los colores... Multitudes errantes de ancianos han venido a la ciudad sagrada a morir, hombres que se asemejan a Papá Noel o al Rey Lear mientras que el que lleva el tridente de Siva se parece a Neptuno. Una vez ví lo que parecía ser una conversación entre Leonardo Da Vinci y Dante mientras Nabucodonosor vagaba recitando en voz baja algún verso en sánscrito» Llera no se queda ahí e intenta a través de la narración y de la imagen viajar a los orígenes para llevar a la actualidad una actualidad en consonancia con los tiempos que corren que hacen de esta ciudad sagrada y santa una lugar geográfico y místico en donde la tradición y la modernidad parecen ir de la mano.
Su hogar entre los años 1936 y 1938 sería una de esas personas que mezclaba quizá el Arte con el Sí mismo... Y su experiencia daría como resultado un interesante libro de memorias que nuestro autor recoge Diaries: India 1934-1967 en donde alude a «visiones liberadas de su prisión anímica para pasar a ser materializadas plásticamente, sirviéndose como vínculo narrativo de la figura de Krishna, el mórbido niño dios de la piel azulada» Quizás nuestro autor en este monográfico sobre Benarés haya acudido a la ayuda del escritor Mark Twain en su Viaje alrededor del mundo siguiendo el Ecuador (1897) cuando escribía «¡Esto es verdaderamente la India! Una tierra de ensueño y de romanticismo, de fabulosa opulencia y miseria proverbial, de oropel y de harapos, de palacios y chabolas, de hambrunas y pestes epidémicas, de genecillos gigantes y lámparas de Aladino, de tigres, elefantes, cobras y de la junga, patría de cien naciones y otros cien dialectos, de mil credos y más de dos mil dioses, crisol de la raza humana, cuna de nuestro lenguaje, madre de la Historia, abuela de la leyenda, matriarca de una tradición, una tierra cuyo ayer comparte con las enmohecidas antigüedades de las restantes civilizaciones, el único y exclusivo país bajo el sol que ha sido dotado de un inagotable interés para el principe foráneo y el campesino remoto, para el estudioso y el iletrado, el sabio, el idiota, el ricachón y el pobre, para el hombre encadenado y el independiente, un universo que todos desean conocer, y después de haberlo visto una vez, aunque sea de refilón, atesoran lo que columbraron y no cederían a cambio de los prodigios que pueda ofrecer el resto del orbe»