FIRMA INVITADA

¿Hasta qué punto se manipula la historia del Reino de León?

Reivindicación leonesa. Cofradía de Alfonso VII el Emperador de León y el Pendón de Baeza
José María Manuel García-Osuna Rodríguez | Viernes 03 de mayo de 2019

El presente libro, mi cuarta publicación literaria histórica y biográfica, EL REY ALFONSO VII EL EMPERADOR DE LEÓN” (Editorial Cultural Norte de León. 2018), nos retrotrae a un drama en la Alta Edad Media, que consiste en el momento en que el Reino de León va a perder la dirección de la Reconquista en Hispania o las Españas (España y Portugal) frente al Reino de Castilla, que secularmente fue un condado y reino dependientes siempre del Reino de León o Regnum Imperium Legionensis, aunque no desaparecerá, sino que ambos irán de consuno sin diluirse uno en el otro. Pero, cronistas como Santo Martino o Lucas de Tui no lo aceptarán nunca.



Tras la muerte de Alfonso VI, ambos reinos volverán a separarse con los hijos del Emperador: Sancho III [1133 o 1134-REY DE CASTILLA Y DE NÁJERA DESDE 1157, HASTA, Toledo, 31 de agosto de 1158] para CASTILLA; y Fernando II [1137-REY DE LEÓN DESDE 1157, HASTA, Benavente, 22 de enero de 1188] para LEÓN.

Luego, seguirán los reinados de Alfonso VIII [1155-REY DE CASTILLA DESDE 1158 HASTA, Gutierre Muñoz, 6 de octubre de 1214] para los castellanos. Y, el gran Alfonso IX para los leoneses [Zamora, reino de León 1171-REY DE LEÓN DESDE 1188 HASTA, Sarria, reino de León, 23 de septiembre de 1230]. Quien es el monarca de las Cortes de León de 1188, “Patrimonio de la Humanidad para la Unesco (2013) como Cuna del Parlamentarismo”. Refundador de La Coruna (1208); y fundador de la Universidad de Salamanca (1218).

Y, como sería de esperar el rechazo de León hacia Castilla llegará ya hasta el año 2019, naciendo con el extraño comportamiento del primer monarca para los dos reinos, pero infante leonés nacido en la leonesa Zamora, y llamado Fernando III el Santo de León y de Castilla [1199-REY DE CASTILLA DESDE 1217 y REY DE LEÓN DESDE 1230, HASTA, Sevilla, 30 de mayo de 1252], quien obligará a los notarios de la leonesa Salamanca a escribir en castellano en lugar de en su lengua vernácula o llingua llionesa, aunque mantendrá, pero en castellano, el Fuero de los Jueces de León o Fuero Juzgo o Lex Gothorum para sus dos reinos.

Es por todo lo que antecede por lo que el Emperador leonés tiene, en la actualidad, algún recalcitrante adversario en el País Llionés o Región Leonesa, entre aquella minoría de leoneses que no pueden comprender lo que realizó este soberano con la parte más eximia de sus dos reinos, la leonesa, y a la que él mismo atribuía su corona imperial; amputándole territorios que siempre habían sido leoneses, como la Tierra de Campos o Campos Góticos, patognomónicamente de León, y ahora castellanos.

Pero, en ocasiones, los reyes medievales estaban y gobernaban al margen de la lógica política más rigurosa, fiel y ortodoxa.

Es obvio que la boutade del castellanismo político o historicista que manifiesta, apresurada y alegremente, que el soberano leonés tenía la convicción de que en Castilla estaba lo pujante y lo moderno, y en León lo arcaico y antañón, no se sostiene desde el más mínimo análisis inteligente, lógico histórico o historiográfico.

Es probable que este acto imprevisible e inaceptable de beneficiar a Castiella en lugar de a Lleón se fundamente en algún hecho patológico psicológico o somático padecido por el propio monarca. En una mayor afectividad por cuestiones fenotípicas e idiosincráticas hacia su primogénito Sancho; en las maniobras espurias de la nobleza castellana, que poseía tierras, predios y latifundios a ambos lados de la frontera entre León y Castilla; y en la dejadez habitual de los magnates leoneses más volcados hacia las Galicias Lucense (Lucus Augusti-Lugo) y Bracarense (Braccara Augusta-Braga); o en todos estos asertos juntos en un totum revolutum.

Sea como sea el hecho se produjo y la historia se reescribió en demérito de la parte leonesa. El emperador leonés divide, por consiguiente, sus dos reinos patrimoniales entre sus dos hijos varones, ya citados, Sancho y Fernando, y de forma inexplicable el territorio leonés va a ver recortado ampliamente su territorio y sus posibilidades reconquistatorias.

Su infancia nunca será fácil, ya que su padre, el ambicioso conde Raimundo de Borgoña, pasará pronto a mejor vida, y su madre, la futura reina-emperadora Urraca I de León “la Temeraria” [1081-REINA Y EMPERADORA DE LEÓN DESDE 1109, HASTA, Saldaña, reino de León, 8 de marzo de 1126], quedará desamparada en un terrible, proceloso y problemático mundo de varones del Alto Medioevo.

Aunque la soberana siempre tendrá muy desarrollado su sentido dinástico regio y defenderá sus derechos con ahínco por encima de todo y de todos, cuando tras su orfandad ascienda al trono de León. Para ello se definirá como “Emperadora de León y Reyna de Toda Ispagna o de Spanna o de las Españas”, firmando siempre como Urraca Rex.

El segundo matrimonio de la soberana leonesa no será positivo, ni fructífero, ya que el rey Alfonso I el Batallador de Aragón y de Pamplona [c. 1073-REY DE ARAGÓN Y DE PAMPLONA DESDE 1104 HASTA 1134; Y EMPERADOR DE LEÓN Y REY DE TODAS LAS ESPAÑAS DESDE 1109, HASTA 1114] es muy ambicioso, atrabiliario, extraño, misógino y violento; y se autodenominará como: “Emperador de León y rey de toda Ispagna o Spania o Hispania o de las Españas”.

Con este laberíntico y tortuoso caldo de cultivo político, el joven Alfonso Raimúndez deberá luchar denodadamente, por consiguiente, para llegar a ser el factotum de todos los reinos de las Españas (León, Navarra, Aragón, Portugal y Castilla) del siglo XII, buscando alianzas y apoyos en todas partes. Aunque, en ocasiones su comportamiento ético dejará bastante que desear, sobre todo cuando en un pacto críptico con el rey de Aragón, va a pretender repartirse el delicado y sensible reino de la Navarra de Sancho VI el Sabio [c. 1133-REY DE PAMPLONA Y DE NAVARRA DESDE 1150, HASTA 27 de junio de 1194].

Alfonso VII el Emperador conseguirá ser coronado, sensu stricto, en la Catedral románica Legionense de Santa María con todo boato, el 26 de mayo de 1135. Su obra y su trono estarán situados en la caput regni del glorioso Regnum Imperium Legionensis, que era la ciudad de León. Por lo tanto ya es el árbitro esencial de toda la política medieval peninsular de su momento histórico.

Pero en los estertores de su devenir vivencial su desacierto conllevará el dejar a su reino de León minimizado, frente a una Castilla que desea ser preeminente. No obstante, el león rampante regio e imperial va a figurar en el escudo urbano de algunas de las conquistas militares del emperador leonés, y por esta causa llenará de definitorios leones rampantes todos los escudos y blasones de todas sus conquistas, verbigracia la realizada sobre Zaragoza.

Sancionará el Fuero de Avilés, en el Anno Domini, 1155, otorgado por su abuelo Alfonso VI de León en 1085; que es uno de los primeros textos medievales escritos en la lengua romance leonesa; y el de Oviedo, sancionado en el Anno Domini 1145, y otorgado (1075) también por su susodicho abuelo, el rey Alfonso VI de León [1040 o 1041-REY-EMPERADOR DE LEÓN, DESDE 1065 a 1072; Y LUEGO DESDE 1072 HASTA, Toledo, 1 de julio de 1109]; y del que se conserva un documento (año 1295) del rey Fernando IV el Emplazado de León y de Castilla [1287-REY DE LEÓN Y DE CASTILLA, DESDE 1295, HASTA, Jaén, 7 de septiembre de 1312].

En su memoria existe, en León, la Imperial Cofradía de “Alfonso VII el Emperador y el Pendón de Baeza. Año 1147”, cuyo nombre original es el de: “Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro”, pero no tiene ninguna calle que lo rememore.

Y terminaré con un texto, como existen centenares, definitorio de lo pretendido en el presente libro, entre León y Castilla. Proviene de la Chronica Adefonso Imperatoris que define, con toda claridad, de donde era rey Alfonso VII el Emperador:

«Surgió una gran rivalidad entre los varones guerreros de Castilla que apoyaban al rey de León y los que seguían el partido del rey de Aragón. Y los que militaban a favor del rey de León salían siempre vencedores».

Los actores regios del texto son: Alfonso I el Batallador de Aragón y de Pamplona, claramente definido como el rey de Aragón; y Alfonso VII el Emperador de León [1107-REY-EMPERADOR DE LEÓN, DESDE 1126, HASTA, Santa Elena, 21 de agosto de 1157], que es el rey, por antonomasia, de León; dejando claro que Castilla es un territorio dependiente de León, y sin personalidad jurídica independiente del reino de León.

¿Quousque tandem abutere, Castiella patientia nostra?; y, por consiguiente, ¿Cuándo se respetará la identidad leonesa y se reconocerá el valor de su identidad histórica y de todo lo que representó?

En el presente volumen realizó, con un gusto inmenso, un estudio forense, como he realizado en mis anteriores tres libros (Alfonso VIII el de Las Navas de Tolosa/Alderabán; Breve Historia de Fernando el Católico/Nowtilus, y Alfonso X el Sabio/Lobo Sapiens), sobre las más que plausibles enfermedades del Emperador, razones patológicas que mutaron el habitual raciocinio del rey de León, y son culpables de su extraño comportamiento, y de sus más que sorprendentes heredades territoriales.

Me gusta mucho la historia forense, como médico que asimismo soy, ya que estudiando la misma se pueden comprender las múltiples mutaciones políticas y personales de los políticos del Medioevo, que es la época histórica que me ocupa y me preocupa, ya que eran seres humanos con todas las vivencias e inhibiciones de todos sus congéneres a lo largo de la evolución del planeta Tierra.

Para terminar indicaré, que en la Crónica del Emperador Alfonso figura la titulación regia del Emperador: en 42 ocasiones SOLO como REY DE LEÓN, en dos como Rey de León y de Toledo, y una sola vez como Rey de los Hispanos. “Servare navem ex hieme”.

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