"Mi misión en España" destaca por sus agudos retratos de primera mano de los políticos de la época, desde Pasionaria a Primo de Rivera, pasando por Azaña, Negrín o Calvo Sotelo. Pero quizá más valiosas todavía sean sus impresiones de los españoles que conoció o sus descripciones de las ciudades y paisajes de nuestro país, un lugar desaparecido que podemos rememorar a través de sus ojos.
En palabras de Ángel Viñas, autor del prólogo de esta obra: «Dado que Bowers tuvo bastante razón, la lectura de este libro es sumamente recomendable y quien ojee sus páginas encontrará motivos suficientes para justificar haberle dedicado unas cuantas horas».
Aquella noche tuve el presentimiento de la tragedia que se avecinaba en España. Estábamos tomando un refrigerio en el Vodka, un bar de moda, cuando sentí la impresión vivísima del peligro que amenazaba a la democracia española. Algunos oficiales del cuerpo de Aviación, muy garbosos en sus uniformes de gala, pues habían sido mandados desde Madrid para asistir a la llegada de los restos de Blasco lbáñez, irrumpieron en el local en un estado de jubilosa excitación y se pasaban ansiosamente un periódico de mano en mano.
El periódico contenía una declaración de José Antonio Primo de Rivera anunciando que sus fascistas librarían sus batallas «en la calle» y no en las urnas. Estos oficiales del Ejército, que habían jurado fidelidad a las instituciones democráticas, se mostraban encantados. Temprano se proyectaban las sombras de los inminentes acontecimientos.
Regresamos a Madrid a tiempo para las elecciones.
El día de las elecciones la lluvia caía torrencialmente. No hubo desórdenes en la capital, aunque en los círculos aristocráticos se manifestó alguna intranquilidad. Un aristócrata conocido mío fue a votar vistiendo sucio abrigo y gorra, a fin de no llamar la atención. La nobleza, ofreciendo sus coches para llevar votantes a las urnas, los había asegurado contra incendios u otra clase de desperfectos, y los chóferes tenían instrucciones de abandonar los vehículos si eran atacados. Pero nada de esto sucedió. Unas elecciones en Chicago habrían parecido un auténtico motín comparadas con estas.
Pregunté a un amigo del sur de España por qué algunos campesinos honrados de aquella región eran anarquistas. «Creo que lo puedo explicar —me dijo—. Estas gentes son terriblemente pobres e iletradas, pero generosas y altruistas. Si la despensa de uno está vacía, su vecino le abre la suya. Viven asociados, en los términos más amigables y solidarios. Creen que, dejándoles solos para administrarse, no tendrían conflictos. Pero el Gobierno promulga leyes que se interfieren en su pesca; la Guardia Civil impone las leyes sin muestras de simpatía; otros países prohíben la admisión de sus productos con un pretexto u otro, y ellos llegan a la conclusión, en su elemental forma de pensar, de que serían felices si no fuera por los Gobiernos».
El libro fue editado en 1954 en México y no llegaría a España hasta 1977. La reedición de Arzalia tiene un valor indudable.
Claude G. Bowers (1878-1958). Fue el embajador de Estados Unidos en España desde 1933 hasta 1939, lo que le convirtió en un testigo privilegiado de nuestra guerra civil y los años previos a su estallido, experiencias e impresiones que plasmó en esta obra. Posteriormente fue destinado en Santiago de Chile, donde estuvo al frente de la embajada de su país hasta 1953. Miembro del Partido Demócrata, escribió una docena larga de libros, fundamentalmente de historia de su país, además de sus memorias.