Este libro, mi tercero publicado en Lobo Sapiens/El Forastero, 2017; después de “EL GRAN REY ALFONSO VIII DE CASTILLA. EL DE LAS NAVAS DE TOLOSA". ALDERABÁN/ALFONSÍPOLIS-2012, y de “BREVE HISTORIA DE FERNANDO EL CATÓLICO". NOWTILUS-2013; me he acercado al Rey Sabio, personaje atrabiliario, cosmopolita, y generador de diatribas y de opiniones encontrados. Yo creo, modestamente, que fue una buena persona, sensu stricto, de nivel cultural elevado, un humanista, pero como rey era un desastre, no estaba preparado para ese puesto político; ya que su carácter típicamente ciclotímico tenía un componente infantil o inmaduro. Su melancolía o estado ansioso-depresivo, era crónico y no pudo o supo superarlo nunca.
Sus múltiples enfermedades, desde el cáncer malar hasta su sinusitis crónica gravitaron siempre sobre su estado de ánimo. Su trofismo siempre fue dirigido hacia su deseo, que era una pura entelequia, de ser emperador del Imperio Romano y Germánico. El Vaticano estuvo jugando con él, ya que sus posibilidades eran nulas, porque las dos condiciones previas que invocaba eran su hándicap absoluto: su dinastía era la de Suabia, es decir era descendiente del gran enemigo excomulgado por el Papa Alejandro III, a saber Federico I Barbarroja Hohenstaufen, y su leonesismo neogótico reivindicativo como monarca del Regnum Imperium Legionensis era contraproducente, ya que el papado siempre apoyó a Castilla, y como desideratum formaba parte del grupo de los gibelinos enemigos de la Santa Sede y no de los güelfos propapales.
Sus relaciones familiares están salpicadas de enfrentamientos bélicos, su hijo Sancho IV de León y de Castilla lo insulta y lo vilipendia de continuo. Morirá solo, triste y abandonado. Pero, su gran obra de la Escuela de Traductores de Toledo es paradigmática.
En este libro también he pretendido borrar ese falso castellanismo que impregna la historiografía hispana, desde ese gran manipulador y falaz que fue el navarro y arzobispo metropolitano de Toledo, Ruy Ximénez de Rada. Se demuestra la inexistencia de la malhadada Corona de Castilla, falsía absoluta; y más, si cabe, en esta época; ya que el rey SIEMPRE se intitula como rey de Castilla, de León y de Andalucía. Previamente a llegar al trono, su padre Fernando III el Santo, le nombrará infante político leonés, y le encargará de la gobernación del Reino de León (País Leonés, Asturias, Galicia y Extremadura). En su gobernación regia las cortes se reunirán SIEMPRE por separado, legislaciones independientes, foralidad diferente, e incluso la hacendística es total y absolutamente independiente.
En muchas de sus cántigas, los leones rampantes figuran por delante del torreón de Castilla. Espero que el esfuerzo haya merecido la pena y aclarado tópicos típicos reiterativos y erróneos. Pacta con el Islam, cuando lo necesita, ya que esa es la habitual moralidad de la época, sin olvidar la reconquista necesaria y permanente. Su suegro, de 2’00 metros de altura, fue otro personaje de personalidad contrastada en la época, ya que fue nada más y nada menos que el rey de los reinos de Aragón Jaime I el Conquistador.
En suma, espero haber conseguido, con toda humildad e interés, desfacer entuertos históricos, que suelen ser múltiples en las Españas, y haber estado a la altura de una portada deliciosa y alusiva a la trama, sobre un monarca que tenía ideas tan peregrinas y tan delicadamente infantiles como manifestar que: “Si yo hubiera estado con Dios Todopoderoso, como consejero o ayudante en la creación del mundo, este hubiera resultado mucho mejor”.
En mi próxima cuarto libro, asimismo me acercaré, ya, a un nuevo rey de León, manipulado ad infinitum, castellanizándolo con toda falsedad y necedad, y se trata del rey Alfonso VII el Emperador de León, pero esto ya será otra sumamente próxima historia. Quomodo vales.