Son damas como Kate Warne, también conocida como el sabueso de los Pinkerton, la primera detective femenina, contratada en 1856 por una agencia de detectives. Descubrió un complot para asesinar a Abraham Lincoln, planeó una ingeniosa estrategia para custodiarlo y fue la guardaespaldas que le llevó, sano y salvo, a Washington D. C. para que jurara como el 16° Presidente de los EE.UU.
Son pocos los que saben que además de actriz, fue inventora e ingeniero de telecomunicaciones. Lo cierto es que la base de la tecnología para teléfonos móviles, buscapersonas, el acceso inalámbrico a internet, y los satélites de defensa, se lo debemos a Hedy Lamarr, «la mujer más hermosa en la historia del cine». Fue la primera actriz que en 1936 se exhibió desnuda en la pantalla e incluso la primera en filmar un polémico y famoso orgasmo en la película Éxtasis, con su rostro en primer plano. En la actualidad, Austria, Alemania y Suiza celebran el Día del Inventor el 9 de noviembre, fecha del nacimiento de esta austriaca que logró conectar el planeta… y arrancarle varios suspiros.
En La Porte, Indiana, el 28 de abril de 1908 tuvo lugar un aparatoso incendio imposible de sofocar. La intensa humareda impidió el rescate de las víctimas. En apenas unos minutos, la casa habitada por Belle Gunness y sus tres hijos se derrumbaba entre inmensas llamaradas. No muy lejos de allí, una mujer espiaba la dantesca escena. Solo cuando el fuego doblegó la última pared, su figura corpulenta y elegante se perdió en aquel amanecer, dando comienzo a la leyenda de Belle Gunness, la implacable asesina en serie que se llevó por delante, entre otras, la vida de sus dos maridos.
Stephanie Julianne von Hohenlohe, la espía del Führer, comparte profesión en el libro con Betty Pack. Lo cierto es que Sir William Stephenson, célebre maestro de espías que inspiró el personaje de James Bond, tuvo una alumna ejemplar entre los cientos de discípulos que entrenó para prestar servicio en la BSC (Coordinadora de Seguridad Británica). Betty Pack, más conocida por su nombre en código «Cynthia», bien pudo ser la versión femenina del apuesto y conocido agente 007. Inteligente, carismática, audaz, adicta a la adrenalina y seductora nata, la mujer que para muchos cambió el curso de la II Guerra Mundial, no dudó en usar métodos poco convencionales en sus misiones yobtuvo su «licencia para amar».
—¿Qué quiere esta mujer? —preguntó el director de Le Figaro al ver la tarjeta de su visitante. No sospechó que serían sus últimas palabras. Un instante después, la elegantísima esposa del ministro de Finanzas de Francia, irrumpió en su despacho, lo saludó brevemente y, sin pestañear, disparó seis balas en el pecho del hombre con un revólver. Luego Henriette Caillaux, se inclinó sobre el cuerpo y le escupió el rostro. Esto ocurría el 16 de marzo de 1914, en respuesta a un artículo publicado contra el honor de su esposo. En el juicio que siguió, el abogado de Henriette, famoso por haber representado a Émile Zola y Dreyfus, apeló a la idea romántica de que las mujeres eran gobernadas por sus emociones: «Ella fue víctima de la desenfrenada pasión femenina».
En tiempos de estereotipos, un jurado compuesto por hombres le creyó y Madame Caillaux fue absuelta, un mes antes de que los cañonazos de agosto anunciaran el fin de la brillante belle époque y el comienzo de la I Guerra Mundial. Otras protagonistas como Gerda Taro, primera reportera gráfica que trabajó en el frente y primera fotoperiodista fallecida mientras cubría una guerra, Marina Tsvietáieva,
quizás, la mejor escritora rusa del siglo XX, van desfilando junto a mujeres cautivadoras como Anaïs Nin, o damas que llevaron su capacidad de resistencia hasta el límite, como Alexandra David-Néel. También hay espacio para otras transgresoras, como Benedetta Carlini, religiosa, lesbiana, escandalosa…
Todas ellas forman parte de este libro: ESCANDALOSAS: «80 mujeres de armas tomar», en el que Susana Peiró ha volcado su ingenio y su saber hacer.