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Alfredo Alvar Ezquerra: “Flaco favor le hizo Gonzalo Torrente Ballester a Felipe IV cuando publicó su novela”

Alfredo Alvar Ezquerra (Foto: Javier Velasco Oliaga).
Javier Velasco Oliaga | Domingo 27 de mayo de 2018

Se ha presentado en el Museo del Prado de Madrid la magna biografía “Felipe IV. El Grande”, escrita por el historiador e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alfredo Alvar Ezquerra. La obra trata, entre otras cuestiones, de desmitificar esa leyenda que hay sobre el supuesto Rey Pasmado.



“Flaco favor le hizo Gonzalo Torrente Ballester cuando escribió una antología sobre Santa María de Ágreda donde aparecía un supuesto Rey Pasmado, después escribió su novela histórica “Crónica del Rey Pasmado” y, posteriormente, el director de cine Imanol Uribe realizó una película basada en el libro y que atribuyó el protagonismo a Felipe IV”, recuerda el autor de la biografía. El actor que interpretó el papel del monarca, Gabino Diego, siempre ha parecido un clon del rey.

En la película, un joven Felipe IV tenía relaciones sexuales con una joven en el madrileño monasterio de San Plácido de la calle del Pez. La afición por los temas de índole sexual le venía de joven. El Austria se casó a la pronta edad de diez años, le habían comprometido con seis, y tuvo su primera hija con dieciséis añitos. Con su primera esposa Isabel de Borbón tuvo ocho vástagos y con la segunda, Mariana de Austria, tuvo otros cinco. De un total de trece hijos, sólo tres le sobrevivieron y fue el decimotercero –mal número- Carlos el que sería rey. Sus íntimos le pusieron de mote el Hechizado, ya que parecía que tenía los mismos apremios sexuales que su padre. Hacía ir a la reina sin ropa interior por si tenía una urgencia sexual.

"Deberíamos reflexionar más sobre nuestra historia y sobre sus principales personajes"

A Felipe IV, además, se le conoció una larga lista de hijos bastardos, el más conocido Juan José de Austria. Pese a tanto trajín, el monarca no fue un mal rey, ya que Alfredo Alvar Ezquerra dice: “ni tan pasmao ni tan mal gobernante. A los españoles nos gusta mucho la descalificación de los reyes y la simpleza intelectual. Deberíamos reflexionar más sobre nuestra historia y sobre los principales personajes de ella”.

Después de los llamados Austrias mayores –Carlos V y su hijo Felipe II-, vinieron las Austrias menores “Felipe III, Felipe IV y Carlos II- pero, en opinión del autor de la biografía, “no fueron tan menores. Tuvieron que mantener un Imperio contra los franceses, británicos y holandeses, además de los problemas internos con Cataluña y Portugal”, explica razonadamente Alfredo Alvar Ezquerra.

“Felipe IV no era tan inculto como se suele decir. Le gustaba escribir, el arte, el teatro y, sobre todo la pintura”, recapitula el historiador granadíno. Hay que tener en cuenta que su pintor de cámara fue Diego de Velázquez y Rubens tuvo mucho influencia sobre el pintor sevillano, ya que le dijo que fuese a Italia a aprender las nuevas técnicas pictóricas. No podemos olvidar que el Siglo de Oro se desarrolló en gran parte durante el reinado de Felipe IV. ¡Olvídense de esa chabacana serie de Águila Roja que pintaba a un rey cruel e inculto! ¡Los incultos eran los que realizaron la serie en la televisión pública!

“En la biografía no se describe a un Austria menor. Se muestra su grandeza personal, la intimidad y la responsabilidad de un rey que tuvo que luchar por sobrevivir a un período plagado de escollos políticos, guerras y tragedias personales y que también promovió como nadie lo había hecho antes las artes y las letras”, recapitula Alfredo Alvar Ezquerra con tono doctoral y erudito.

A su modo de ver, “a lo largo de la vida del monarca son dos las obsesiones que le marcan en lo personal y en la acción de gobierno: su profunda religiosidad y su consciencia de que era un pecador irredento y empedernido. Su religiosidad iba mucho más allá que el ser un gazmoño meapilas. Él estaba convencido de que la verdadera religión era la católica romana”, expone el autor de la biografía entre el ruido que niños y extranjeros producen en las salas de la mejor pinacoteca del mundo.

La religiosidad de Felipe IV iba mucho más allá que el ser un gazmoño meapilas

Para el investigador, hay que diferenciar dos periodos en el reinado de Felipe IV, cuyo punto de inflexión fue la destitución del Conde-duque de Olivares. “El primero periodo fue de 1621 a 1643, en esos años, la figura de Felipe IV fue eclipsada por Olivares. En el segundo de 1643 y 1665, otros veintidós años, Felipe IV se tuvo que enfrentar a una serie de problemas, tanto familiares como de Estado, que pocos monarcas tuvieron de arrostrar, como la declaración de guerra de Francia en 1635, los motines de la sal de Vizcaya, la traición de los catalanes que le fueron abyectos, la rebelión de sus vasallos portugueses, las alteraciones en Italia, las deslealtades aristocráticas en Andalucía y Aragón y superar aquella espantosa década de 1640 que se cerró en 1648 con las firmas de las paces de Westfalia y que no quedo suturada hasta 1659-60 con la paz de los Pirineos”, desgrana el investigador con acierto.

Alfredo Alvar Ezquerra estuvo acompañado en la presentación de su libro por el profesor Miguel Morán, especialista en la pintura del siglo de Oro. Viendo los cuadros que Velázquez pintó del monarca, vemos las diferencias que hay entre los primeros cuadros, casi juveniles, a los de la madurez, donde el pintor sevillano pinta más a un amigo que al rey. “Casi todos estos cuadros estuvieron en el salón del reino del Palacio del Buen Retiro, que se hallaba en el antiguo Museo del Ejército”, explicó en especialista en pintura.

Para el autor de la biografía del rey, “el Conde-duque tuvo mucha influencia en Felipe IV en ese primer periodo de su reinado. Olivares estuvo obsesionado por que la monarquía funcionase de manera coordinada en todos sus posesiones. Quería tener un ejército de 140.000 hombres dispuestos a desplazarse a cualquier parte del reino. Un principio de solidaridad entre todos los territorios del reino”, expuso.

En cuanto a la decisión de salvar Cataluña en lugar de Portugal, Alfredo Alvar afirmó que “salvar Cataluña fue una decisión del rey, ya que era mucho más fácil hacerlo que Portugal. Cataluña era un rincón del Mediterráneo y uno de los terrenos más pobres del reino mientras que Portugal era inmenso y más difícil de controlar, la puerta natural a los territorios de Ultramar”, concluyó el autor con su erudición y bonhomía característica.

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