Carlos Díaz Domínguez tenía reservado un invitado de excepción para el acto de presentación su novela “Entreacto en el Apolo” pero nadie imaginaba que podría ser el mismísimo Alfonso XIII, el primer viajero de la máquina del tiempo de la Marca España.
\nAlfonso XIII no es el protagonista de la novela “Entreacto en el Apolo”, pero sí fue un asiduo espectador al teatro Apolo de la calle Alcalá de Madrid, sita en el número 45 de la tan emblemática calle. Con más de dos mil butacas, fue conocido en su época como la catedral del género chico. El monarca Borbón solía acudir allí con su esposa la reina Victoria Eugenia a los primeros pases del teatro, pero éste también tenía la función de la cuarta, que se celebraba a eso de las once y media de la noche -un pase golfo donde los hubiera- y donde las obras eran un poco subiditas de tono. A esa sesión acudía el rey con sus amigotes, en especial con su preceptor y amiguete de farras Pepe Saavedra, proveedor oficial de sus amantes. Ambos muy pillines en las lides amatorias.
El autor había soñado una presentación como la que tuvo lugar en el centro cultural de la Avenida de los Toreros. Y la verdad es que no le pudo salir mejor. Un acto lleno de sano humor, que tuvo la mirada severa del monarca actual a su espalda y que me imagino no podría dar crédito a lo que estaba viendo. Su bisabuelo tonteando con las asistentes al acto y asombrándose de lo que ha cambiado el mundo. Ya los decía aquella famosa zarzuela de Tomás Bretón que tanto le gustaba al pícaro Alfonso XIII: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. ¡Y tanto, había que ver como miraba los móviles u las mujeres!
Para Carlos Díaz Domínguez, su nueva novela “no es una novela histórica, es una novela que cuenta historias”, dijo de manera acertada durante la presentación. Por supuesto, que muchas cosas de las que cuenta son historia. El autor hace un repaso detallado sobre los avatares del rey, su casamiento con Victoria Eugenia de Battenberg, de ascendencia británica, y la relación con su madre María Cristina de Habsburgo-Lorena, regente hasta la mayoría de edad de su hijo, de ascendencia alemana.
El leitmotiv de la novela está precisamente ahí. Las dos reinas eran radicalmente diferentes. La nueva reina de ascendencia británica tenía tres hermanos en el frente aliado, la reina regente tenía varios hermanos en el frente de la Triple Alianza o potencias centrales. Hablar de la guerra en el Palacio Real podría conllevar que volasen los platos de la vajilla real sobre las regias cabezas. Quizá por eso, el bueno de don Alfonso prefirió decretar la neutralidad antes de verse envuelto en una guerra total por los pasillos de palacio.
“Alfonso XIII hizo algo que sorprendió a muchos. La creación de la Oficina Pro-cautivos con las que salvó a muchos prisioneros de ambos bandos”, dijo el escritor. Esa historia ya la conocíamos de la mano de Jorge Díaz y su “Cartas a palacio”, aunque la historia del bueno de Carlos no tiene nada que ver con la del celebérrimo guionista de la gran serie televisiva “Sin tetas no hay paraíso”, ya que se dedica más a desentrañar los movimientos de las diplomacias de ambos bandos. Ese Madrid de 600.000 habitantes se llenó de espías, lo que hizo aumentar la población de manera considerable.
El autor de “Entreacto en el Apolo” confesó que “cuando empecé a escribir la novela tenía la historia muy definida pero no sabía cómo terminarla. Afortunadamente, los personajes salieron en mi ayuda y la pude dar un final impactante. Nada es fruto de la casualidad”. También cree que esa época es bastante desconocida, de ahí que planificase la novela en dos partes. Por una parte, cuenta la historia europea de la guerra y en otra lo que ocurría en nuestro país.
Ni que decir tiene que en la novela circulan personajes reales y ficticios. De un lado, la familia real, políticos de la época y los amigos del monarca. Por la otra, personajes ficticios que dan color a la novela. “Los personajes ficticios tienen más fuerza que los reales”, afirmó categórico el escritor.
“La novela me ha dado la oportunidad de conocer las habitaciones privadas de los reyes en el Palacio Real, las interioridades del Teatro de la Zarzuela y el Palacio de Riofrío. Me quedé asombrado con la habitación del rey, muy sobria, era ante todo un militar”, explicó el autor. Un militar muy juerguista y nocherniego.
Para finalizar, especificó los pasos para escribir una novela, “primeramente hay que documentarse, luego tener inspiración para crear la historia, después hay que repasar bien la obra para no cometer errores y por último saberla promocionar”. Lo dice una persona que el maletero de su coche lo lleva repleto de su primer libro para regalar o vender a los amigos, cuando empezó su carrera de escritor. Lo recordó la presentadora Carmen Cendón. “Cuando me dijo que había escrito su primer libro, no me lo podía creer. Ahora lleva varios y cada cual más interesante”, finalizó.
Carlos Díaz Domínguez nació en Madrid en 1959. Licenciado en Ciencias Económicas, en 2006 publica su primera novela, Los impares de Sagasta y ve premiado su relato Semíramis en el Certamen Internacional Camilo José Cela. En 2007 publica una novela ambientada en la Cuba contemporánea, Los ascensores dormidos de La Habana, la cual es reeditada. En 2009 y 2010 publica, respectivamente, dos novelas cortas, Franco morirá en Rodalquilar y La pasmosa herencia de José Belmonte. En 2011 entra en Ediciones B, concretamente con la novela histórica Tres colores en Carinhall, la cual se publica dentro de la serie de Grandes Novelas y que se distribuyó tanto en España como en América Latina. En 2012 vuelve a publicar con Ediciones B el thriller \"Lágrimas sobre Gibraltar\", el cual ha sido reeditado, al que sigue en 2014 A las ocho en el Novelty y \"La menorah de Petra\". Dichas novelas también están disponibles en versión digital.
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