PRESENTACIONES

Geoffrey Parker presenta “La Gran Armada”

Geoffrey Parker
Javier Velasco Oliaga | Jueves 23 de octubre de 2014
Geoffrey Parker ha estado en Madrid para presentar la nueva edición del libro que escribió junto a Colin Martin La Gran Armada. El libro es una reedición ampliada del publicado en 1988 e incorpora diversos datos procedentes de las investigaciones subacuáticas realizadas por Martin en cinco pecios hundidos frente a las costas de Irlanda hace 523 años. El libro ha sido publicado por la editorial Planeta.


Presentó el acto el director del Museo Naval, almirante Gonzalo Rodríguez González-Aller, gran conocedor de la obra del conocido hispanista, que dijo del libro que “es un trabajo magistral, con un gran rigor histórico y de una amenidad singular”. En un entorno de lo más adecuado para presentar un libro de estas características, el historiador de la España Moderna y estudioso de Felipe II se mostró satisfecho con el resultado final de la obra.

Excusó a Colin Martin, que no pudo venir a Madrid debido a que acaba de ser abuelo en sus tierras escocesas y ante dicho evento se comprende el que no se haya desplazado, pero uno de los culpables de la nueva edición del libro ha sido él, al descubrir los cinco barcos de la Armada hundidos en aguas irlandesas, y también cuatro personas, que como si fuese una película de serie B, el historiador citó como, el productor de televisión, el archivero, el historiador y su hijo pequeño.

Así pues son cinco los culpables de esta nueva edición y, por supuesto, él mismo. Todos aportaron su granito de arena, Colin Martin sus descubrimientos, el productor de televisión, Alan Herrera, el encargo de hacer una serie documental para la BBC sobre la Gran Armada, lo de Invencible será mejor que nos vayamos olvidando de ello. El archivero y el historiador español aportaron nueva documentación sobre la flota y su hijo pequeño fue el que se dio cuenta de que el divorcio que quería el historiador de la figura de Felipe II era imposible porque nunca se habían casado.

El texto del libro se ha duplicado hasta las casi 600 páginas gracias a la correspondencia secreta desconocida hasta la fecha y expurgada por Parker, sobre el crucial episodio de la historia naval europea y que marcó el origen de la hegemonía británica en los mares, en detrimento de la armada española. Los estudios historiográficos más destacados sobre la Gran Armada corresponden al catedrático de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, Octavio Centurión.

El mayor error de Felipe II fue dar la dirección de la empresa al Duque de Medina Sidonio. Un quejica

En la presentación, Parker hizo un relato pormenorizado de la gestación de esa Gran Armada, que el rey Felipe II encargó al Duque de Medina Sidonia, el noble de mayores ingresos de España y según el historiador “un quejica” que se quejó constantemente de lo poco que ganaba consiguiendo con ello dos encomiendas para sus hijos en sendas órdenes militares. Se puede decir que chantajeó al monarca hasta conseguir sus objetivos. Ahora bien, la experiencia que tenía Medina Sidonia en la organización de escuadras era la más adecuada, ya que él había organizado durante mucho tiempo las escuadras que partían de Cádiz y Sevilla todos los años hacia las Américas. El error estuvo en que él no era un experimentado militar y el asalto a Inglaterra debió ser planificado de otra forma.

La edición del libro ha contado con nueva documentación. Sobre todo ha destacado la incorporación de enjundiosos datos que estaban incluidos en la correspondencia cruzada y secreta de algunos de los protagonistas, como la del propio Felipe II y su secretario Mateo Vázquez. También ha contado con la correspondencia que mantuvieron el Duque de Medina Sidonia y algunos de sus más estrechos colaboradores, como Juan de Recalde y el sobrino de éste, Antonio de Leyva, los cuales se mostraron críticos con el duque y desafortunadamente ambos murieron inmediatamente después de la derrota. El primero en La Coruña y Leyva ahogado en aguas de Irlanda, cuyas insignias de oro fueron recuperadas del fondo del mar.

En dicha correspondencia desvelada, ambos subalternos de Medina Sidonia criticaron la elección del mismo para dirigir a la Gran Armada. Para el historiador británico fue debido a “la escasa experiencia en la organización de flotas de tanta envergadura por parte del Marqués de Santa Cruz”. Evidentemente debió ser Álvaro de Bazán, almirante español a quien le hubiera correspondido el mando natural de aquella armada. Y si esto hubiese sido así de otra forma se hubiese desarrollado la invasión.

Álvaro de Bazán fue uno de los almirantes de la flota de la Santa Alianza en la batalla de Lepanto. A él le tocó dirigir la retaguardia de dicha flota y fue gracias a su presteza en taponar los agujeros que sufrieron el ala de Andrea Doria y el ala la flota veneciana, comandada por el indolente Sebastián Veniero, al ser rebasados por los turcos, por lo que se pudo vencer en aquella batalla.

Preguntado por cual de las dos flotas fue más grande, afirmó que “fueron radicalmente diferentes. Mientras en Lepanto era una armada compuesta de galeones y galeazas con numerosos remeros, la Gran Armada estaba compuesta por más de 130 barcos, sólo 20 de ellos eran auténticos buques militares y todos con velamen”. Sí se puede decir que la flota de Lepanto era más numerosa pero no era sólo española, los barcos de la Santa Sede, de Venecia y de Nápoles estaban en su formación. El total de dichos barcos contenían 2.431 cañones, 19.000 soldados, 7.000 marineros y casi un millar de figurantes.

De ese ejército se puede afirmar que perecieron unas 8.000 personas, 5.000 registradas en los combates navales y unos 3.000 al desembarcar en el litoral, donde fueron pasados por las armas de manera inmisericorde. El historiador de Nottingham puede precisar con exactitud los datos, porque el inventario que realizó la armada española fue exhaustivo, se precisaron todas las características de los barcos, nombre, tonelaje, número de cañones, tripulación, barriles de pólvora, calibres de la artillería, etc. No así lo reflejaron las tropas británicas. Ahora bien, la armada inglesa experimentó una revolución, al basar el barco de guerra en una plataforma de armas móviles y dos características principales les dieron una clara superioridad, esto es, la mayor velocidad y una mayor capacidad de maniobra.

En la preparación de la batalla, se enfrentaron dos formas distintas de proceder. Por parte española, las reuniones fueron pocas y todas las órdenes eran por escrito y se documentaron: por parte británica sí hubo muchas reuniones y apenas documentación de las decisiones o planes de ataque. En dichos planes siempre estuvo presente el ánimo de eliminar a la reina Isabel I o por lo menos hacerla prisionera.

Sin embargo, Felipe II cambió muchas veces de parecer y los espías británicos, holandeses y portugueses, conocían que la invasión a Inglaterra se iba a llevar a cabo, pero no cuándo, cómo y por dónde. Felipe II, que había renunciado a todas sus prerrogativas como rey consorte de María Tudor, tuvo siempre el beneplácito del Papa Sixto V. Parker -que, entre sonrisas, ha asegurado ser protestante-, ha señalado que, si bien “el Pontífice avaló en un principio, 1587, la iniciativa, receló posteriormente de ella por si el triunfo español incrementaba el cerco a Roma desde el poder español en Italia, muy presente en Nápoles, Milán y Cerdeña”.

La presentación de La Gran Armada se inserta dentro de la Semana Naval que la Marina española celebra en tres de sus sedes madrileñas hasta el próximo 2 de octubre, con seminarios, cine y exposiciones de trasunto náutico y también relativo a la industria naval.

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