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César Antonio Molina presenta se ensayo “La caza de los intelectuales”

César Antonio Molina (Foto: Javier Oliaga).
Javier Velasco Oliaga | Jueves 23 de octubre de 2014

¿Por qué el poder político tiene miedo a la educación y a la cultura? ¿Por qué la cultura está siempre bajo sospecha? ¿Por qué se ha querido eliminar a los intelectuales? Estas son unas de las pocas preguntas que nos podremos hacer leyendo el libro del escritor y profesor universitario César Antonio Molina titulado “La caza de los intelectuales” que acaba de publica Ediciones Destino.



En una época de su vida el escritor gallego traspasó la línea de la creación literaria y la cultura, asumiendo la cartera del Ministerio de Cultura. Durante ese tiempo, pudo ver la relación que existe entre el poder y la cultura y con sólo 24 horas en el cargo, ya se le había ocurrido la creación del libro, “acompañando a los Príncipes de España a inaugurar una exposición en Brasilia, ya me di cuenta de esta relación”, señala en la presentación de su libro.

Y eso que ya llevaba años ocupando puesto en la esfera política. Si ha habido alguien en el campo de la cultura que ha tenido más relación con el poder, ese ha sido él. De ahí que su libro no sólo es oportuno, sino que además no hay en España nadie mejor que él para hacerlo. Ahora, dirigiendo La Casa del Lector tiene una oportunidad de acercar la cultura a los ciudadanos como ya lo hizo cuando dirigió el suplemento literario “Culturas” en Diario 16. Sin duda alguna el único suplemento que se merece ese apelativo, porque los que hay en la actualidad se mueven desde el aburrimiento más profundo al papanatismo más acultural. Eso sin hablar de las pocas revistas de literatura que producen sonrojo con su lectura.

¡Y eso que en España hay grandes profesionales de la literatura! Pero lo que está claro es que no han encontrado una herramienta eficaz para hacer llegar la literatura y la cultura a los lectores. En otras ocasiones nos hemos quejado de que las televisiones y radios dedican muchísimo más tiempo a la información meteorológica que a la cultural y eso que muchas cadenas poseen editoriales. Resulta paradójico que traten de acallar hasta a sus propias voces culturales.

La caza de los intelectuales es un complejo y vasto recorrido por los diferentes escritores que han marcado al autor y que de alguna forma le han podido ayudar a expresar su pensamiento. El caso de Víctor Hugo es paradigmático. El escritor francés ya señalaba en el siglo XIX que el principal problema del pueblo es la ignorancia. Y el caso Dreyfus es uno de los más señalados. “Acusaron a este oficial francés de espía sólo por ser judío”, nos recuerda. El ser judío le llevó a la cárcel y si no llega a ser por su mujer y por el escritor galo se hubiese podrido en ella. Aún así, salió de la cárcel, pero tuvo que abandonar la carrera militar.

“Yo estoy a favor de la tolerancia, en contra de los fanatismos, contra todos aquellos que intentan sabotear la cultura y la educación”, afirma el escritor en la presentación del libro. Hemos visto tantas quemas de libros, tanto desprecio hacia la cultura por el poder, que enumerarlos sería algo imposible, pero baste señalar los atropellos del actual Ministro de Cultura, Educación y Deportes con el cine y con la educación. Sólo a un inculto como él se le ocurre quitar la asignatura de Música como asignatura obligatoria en la Educación Primaria. “Vivimos una época complicada, donde la diversión y el no pensar copan a sus anchas”, parece justificar el ex ministro a su colega.

Aunque puso ejemplos escandalosos, como el de ese iluminado que dijo, hace poco, que si pudiese quemaría todos los museos de arte contemporáneo o aquella escritora que insinuó que la historia de la literatura es la historia de los bestseller. “Hay una impunidad total contra la cultura”, apunta en este tiempo de confusión, sin darnos cuenta de que la cultura es un bien secular.

“Cuando yo entré en el gobierno creía que era heredero de los ilustrados españoles, personas como Jovellanos, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Fray Luis de León, Blanco-White, Meléndez Valdés, Lista, Campomanes, etc.”, cree fervientemente. Luego se daría cuenta, supongo, de que el gobierno en el que entró era uno más de este páramo cultural en el que vivimos, donde todavía hay un “cierto orgullo de no saber nada, donde desconocemos nuestra historia”, mantiene.

Ese desconocimiento hacia nuestra historia, nos hace que “no nos conozcamos a nosotros mismos. Somos extraños hacia nosotros mismos y si nos hubiésemos leído a nosotros mismos no cometeríamos tantos errores”, explica quedamente. La cultura conforma la identidad de un país. Por lo tanto, para el escritor, “la educación y la cultura son una labor del Estado, fundamentalmente, pero también de los padres”. Por lo cual, la primera obligación de ese Estado sería desasnar a los políticos.

Acompañó a César Antonio Molina la editora Silvia Sesé, quien explicó la estructura del libro, compuesta de 33 piezas diferentes, “llenas de perlas reflexivas, a menudo amargas, de un escritor que está dolorido por su país”. Reflexiones de un escritor al que, al igual que al que escribe esto, le duele España, pero más su clase política, que ha abandonado cualquier sensibilidad social y, mucho más, cultural.

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