Dentro de esta política de reorganización del mapa, la creación de Estados satélites constituye un capítulo muy importante. En este artículo nos centraremos en el caso del Reino de Etruria en Italia, un Estado creado en el marco de las relaciones franco-españolas a principios del siglo XIX, antes de la Guerra de la Independencia.
El Reino de Etruria nació el 21 de marzo de 1801 por el Tratado de Aranjuez. Pero hay que remontarse a unos meses antes para entender la formación de esta nueva unidad política con evidente protagonismo español borbónico. Napoleón había despojado a Fernando III de Toscana de su Gran Ducado en el Tratado de Lunéville del 9 de febrero de ese mismo año, aunque el territorio venía siendo administrado desde fines de noviembre del año anterior, en primer lugar, por un gobierno provisional, y luego por una comisión. El mencionado Tratado de Aranjuez entre Francia y España establecía la renuncia de Fernando I al Ducado de Parma. Fernando era hijo de Felipe de Parma, hijo, a su vez del rey Felipe V. Fernando había heredado el Ducado a la muerte de su padre. Francia deseaba anexionarse Parma, por lo que el emperador pensó en compensar a los Borbones españoles y de Parma, estrechamente unidos, como hemos comprobado. Por esa razón, el nuevo reino de Etruria sería asignado a Luis Francisco de Borbón-Parma, hijo del duque de Parma, sobrino, a su vez de María Luisa de Parma, reina de España. El problema era que el duque no estaba de acuerdo con este Tratado y siguió en Parma hasta su muerte acaecida en octubre de 1802. En ese momento el territorio pasó a formar parte de la organización territorial del Imperio francés. Por fin, el 3 de agosto de 1801 fue proclamado rey Luis I de Borbón-Parma en la antigua Toscana, ahora reino de Etruria. El nuevo Estado perdía la isla de Elba, aunque incorporaba el antiguo Principado de Piombino, aunque en 1805 se constituyó el Principado de Lucca y Piombino, que pasó a ser gobernado por Elisa Bonaparte y su esposo Felice Baciocchi. Napoleón hacía y deshacía en función de sus intereses en Italia.
Luis I de Etruria no fue rey durante mucho tiempo porque falleció prematuramente en 1803, sucediéndole en el trono su hijo Luis II, bajo la regencia de su madre María Luisa de Borbón, infanta de España al ser hija de Carlos IV y María Luisa de Parma. El reino desapareció porque el nuevo gobierno dio cobijo a algunos enemigos del emperador y porque se convirtió en un centro de contrabando y de intrigas inglesas. Además, la regente defendió una política mucho más conservadora que la que había desarrollado su esposo. El emperador decidió terminar con esta especie de protectorado español en Italia y en el verano de 1807 ocupó militarmente el puerto de Liorna. Por fin, el Tratado de Fontainebleau entre Francia y España del 10 de diciembre de 1807 liquidó oficialmente el Reino. Al año siguiente, el territorio era incorporado a Francia. A la regente se le prometió un futuro reino en el norte de Portugal, entre Oporto y el río Miño. En este reparto de Portugal Godoy se debía hacer con un reino propio en el Algarve. De todos es conocido lo que pasaría a partir de la primavera del año siguiente en España.
Todos los Estados que creó Napoleón en Italia, con muchos cambios y reestructuraciones, disfrutaron de una independencia más formal que otra cosa, incluido el más importante de todos ellos, el reino de Nápoles, siempre al servicio de los intereses imperiales. El legado napoleónico en Italia, en todo caso, fue importante porque dejó importantes reformas administrativas en un sentido centralizador y racionalizador, además de ir dinamitando los sistemas hacendísticos propios del Antiguo Régimen.