El periódico fue obra de Felipe Monlau (1808-1871), un personaje harto interesante por sus contribuciones como médico e higienista, aunque también como humanista, ya que fue catedrático de Literatura e Historia en la Universidad de Barcelona, y dio clase en el Instituto de San Isidro de Madrid y en la Escuela Normal, además de dirigir el Museo Arqueológico Nacional, y ser miembro de la Real Academia Española. En el momento de la publicación Monlau se destacaba por posiciones políticas radicales en el seno del progresismo.
Monlau pretendía con esta publicación atender a la opinión pública catalana liberal progresista, ya que La Guardia Nacional y El Nuevo Vapor había girado en aquel momento hacia posiciones más moderadas. Monlau ya tenía mucha experiencia periodística porque había colaborado en otras publicaciones, y había sido durante un tiempo director del último periódico señalado. Debemos recordar el intenso carácter político de los periódicos en el siglo XIX de forma muy evidente, siendo portavoces de partidos, facciones, grupos e ideologías.
El Constitucional llevaba en su cabecera un grabado que representaba la Constitución de 1837, cuyo texto se incluyó en el primer número. Aunque este no es el lugar para profundizar sobre la cuestión, la nueva Constitución, tradicionalmente considerada como progresista, en realidad, fue obra de un cierto consenso entre progresistas y moderados, insertando principios de ambos, por lo que habría que matizar un tanto el carácter de este texto constitucional, el primero después de la Constitución de 1812, ya que el Estatuto Real de 1834 no fue más que una convocatoria de Cortes, ni tan siquiera una Carta Otorgada.
El periódico insertaba las disposiciones legales que se iban aprobando en las Cortes y por el Gobierno. En otra sección se incluía la opinión política que, en un primer momento, se dirigió contra el carlismo, además de defender posturas democráticas o radicales, en lo que entenderíamos como la “izquierda” del progresismo. Otra sección era más local, en relación con Barcelona.
A los pocos meses, justo cuando los liberales moderados accedieron al poder a mediados de octubre de 1837, el diario fue suspendido por orden del jefe político de la provincia, a la sazón José María Cambronero, muy próximo al capitán general de Cataluña Ramón de Meer y Kindelán. Meer se destacó en esta primera etapa como capitán general por diversas victorias contra los carlistas. Meer estuvo muy vinculado al confesor de la reina y fue famoso por la lealtad a Isabel II, lo que le valdría el título de vizconde de la Lealtad.
Por su parte, Monlau sería acusado en el proceso que se siguió por el asesinato de Mariano Vehils, jefe de policía, lo que le valió una deportación a Canarias, pero huyó a Francia.
Monlau regresó a Barcelona en 1839 después del cese de Meer, y reabrió el periódico. En esta nueva etapa contará con la ayuda de Pedro Mata, médico y filósofo. El Constitucional vuelve a salir el 23 de junio de ese año. La línea ideológica seguía siendo la misma, aunque, quizás menos radical, defendiendo la monarquía constitucional, la liquidación de la guerra carlista, combatiendo el desorden y defendiendo la industria nacional. Su editor responsable sería J. Planas. En esa época se publicó una noticia histórica, ya que fue el primer diario que informó del primer daguerrotipo en España. Monlau dirigirá el periódico hasta 1840 cuando Espartero se hizo cargo de la Regencia después de la renuncia de la Reina Gobernadora. El nuevo director sería el militar Antonio Seijas Pardo. Por su parte, Monlau decidió crear otro periódico El Popular, un periódico más radical, ya casi en el republicanismo.
En 1842 el periódico tendrá un suplemento, titulado El Sapo y el Mico de tono satírico.
El inicial apoyo a la nueva Regencia terminó por derivar en una fuerte crítica a Espartero y a los conocidos como “ayacuchos”, porque si, en principio, parecía el triunfo del liberalismo progresista, el general se caracterizó por un fuerte autoritarismo y por primar más la lealtad personal que los aspectos ideológicos, lo que le valió que gran parte del progresismo se enfrentara a su forma de gobernar, uniéndose a los tradicionales enemigos políticos del moderantismo.
El 24 de noviembre de 1843, ya caído Espartero y durante el Gobierno de Olózaga, aparecerá el último número.
Podemos consultar los números de El Constitucional en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, que incluye una oportuna información que nos ha servido como fuente para la elaboración de este artículo.
Para conocer el ambiente político y cultural progresista y democrático de Barcelona en la Regencia de Espartero es muy recomendable la lectura del trabajo de Genís Barnosell, “Libertad, Igualdad, Humanidad. La construcción de la democracia en Cataluña”, en el libro colectivo editado por Manuel Suárez Cortina, La redención del pueblo: la cultura progresista en la España liberal, (2006).