La imagen fílmica como agente cegador de la mirada humana y promotora de sus impulsos más primarios constituye un tópico que a lo largo de la historia del cine ha generado múltiples debates e interpretaciones. En su tercer largo como director, Pedro Aguilera propone una lectura basada en la reciprocidad, en un relato no exento de turbiedad.
Drama | 94 min. | España-Colombia 2017
Título: Demonios tus ojos.
Título original: Demonios tus ojos.
Director: Pedro Aguilera.
Guión: Brian Cox.
Intérpretes: Ivana Baquero, Julio Perillán, Lucía Guerrero, Nicolás Coronado.
Estreno en España: 12/05/2017
Productora: Good Films.
Distribuidora: Good Films.
Sinopsis
Oliver (Julio Perillán), un joven director de cine asentado en Los Ángeles, descubre una noche en una web erótica que la protagonista de uno de los explícitos vídeos es su hermana pequeña, Aurora (Ivana Baquero). Sorprendido y confuso, decide viajar a Madrid, tras varios años sin visitar a su familia. Comienza así una búsqueda obsesiva de respuestas, un viaje íntimo hacia la turbación y la verdad de la imagen, una historia de dominación y manipulación, sobre los límites de la moral y la pérdida de la inocencia vital y audiovisual.
Crítica
La imagen fílmica como agente cegador de la mirada humana y promotora de sus impulsos más primarios constituye un tópico que a lo largo de la historia del cine ha generado múltiples debates e interpretaciones. En su tercer largo como director, Pedro Aguilera propone una lectura basada en la reciprocidad, en un relato no exento de turbiedad.
Aguilera, en una alter ego parcial, atribuye el protagonismo a un director de cine que, tras años ejerciendo su labor en el extranjero, regresa circunstancialmente a España, donde se reencuentra con su hermana, notablemente menor que él en edad. A través del hallazgo audiovisual -en calidad de filtro indiscriminado de las pulsiones humanas- se detona la turbia atracción sexual del director por ella. Hemos mencionado que la fascinación visual de Demonios tus ojos es recíproca, es decir, hay un individuo que mira y otro que es mirado voluntariamente.
El director observa impúdicamente, pero su hermana, una suerte de lolita del siglo XXI, exhibicionista en la era de la hipervisibilidad digital, se recrea ante los ojos que la miran. Aguilera, en este espacio, alude al mecanismo y a los temas de la relación del hombre con la imagen y el deseo planteados en referentes como El fotógrafo del pánico (Michael Powell, 1960).
El acecho y la opresión de la cinta de Powell se traducen en esta ocasión en un acertado uso del formato 1:33, en el que sus personajes son encapsulados en los márgenes reducidos, como si de una mirilla se tratase, reforzando el voyeurismo que transpira la temática y la presión que ejerce la convención social sobre estos comportamientos condenados.
La película no sólo subvierte moralmente la perspectiva masculina, la femenina también satisface su placer por medio de la mirada, en una retroalimentación visual que invoca a las pasiones polanskianas. Y, ni corto ni perezoso, llega a horizontes más provocadores debido a la relación existente entre los dos personajes protagonistas, sólidamente defendidos por un dual Júlio Perillán y una seductora Ivana Baquero.
Aguilera, más allá del erotismo casero que puede recordar –en versión ligera- al de Paul Verhoeven, aprovecha para indagar en nuevos modelos de relación fraternales y, también, en una lectura intergeneracional del amor, el deseo y el matiz que hay entre los dos conceptos. Porque sus personajes se encuentran en estados vitales diferentes y su madurez emocional es distinta, factores que están destinados a colisionar.
Para relatarnos esta nebulosa historia, el director ha asimilado adecuadamente las lecciones de sus maestros y las ha trasladado perspicazmente en un sensitivo ambiente en el que la tensión sexual se sostiene prolongadamente. El (leve) pecado al que sucumbe puntualmente es al de la sobreexposición, derivando en una falta de sutileza que afecta al inquietante clima logradamente establecido.
Ocasionalmente previsible, sus carencias, no obstante, son saneadas gracias a su tumultuaria aproximación al amor fraternal y a su efectiva apropiación cinéfila, hábilmente gestionada gracias a su notable pulso directivo. Virtudes con las que esperamos que la visibilidad de su autor dentro del panorama fílmico español se expanda, como las pupilas al observar en la oscuridad.