Las primeras elecciones de la recién proclamada Segunda República para formar Cortes Constituyentes fueron convocadas por Decreto de 3 de junio de 1931. Se debían elegir diputados para una sola Cámara por sufragio universal masculino de ciudadanos mayores de 23 años, aunque podía haber candidatas y los sacerdotes también podían presentarse.
La legislación aplicada fue la Ley Electoral de 1907 pero modificada por un Decreto del 8 de mayo de 1931, al poco de ser proclamada la República. Esta modificación sustituía los distritos uninominales en pequeñas circunscripciones electorales por listas únicas en las provincias y/o grandes ciudades, por eso, en algunas provincias se elegían diputados para la capital y otros para la provincia. Serían los casos de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Córdoba, Granada y Murcia. El Decreto también abolió el polémico artículo 29 de la Ley de 1907 que proclamaba como elegidos automáticamente a los candidatos de los distritos donde solamente se había presentado una candidatura. Estas modificaciones fueron, por lo tanto, muy importantes, y atacaban claramente el poder caciquil que, aunque se había pretendido combatir con la Ley de Antonio Maura, en realidad se había mantenido. Por otro lado, conviene recordar que el sistema electoral era una mezcla de mayoritario y proporcional, y primaba a la candidatura más votada.
Las elecciones se celebraron el día 28 de junio, aunque hubo segundas vueltas en algunos lugares, y que se desarrollaron entre el 19 de julio y el 8 de noviembre. Las Cortes debían abrirse el día 14 de julio, fecha clave por ser el aniversario de la toma de la Bastilla.
Como es sabido, la victoria de la Conjunción republicano-socialista fue rotunda, coalición electoral formada por el PSOE, el Partido Republicano Radical, el Partido Republicano Radical-Socialista, Acción Republicana, y Derecha Liberal Republicana. Debemos recordar, en todo caso, que cada formación política concurrió con su propio programa y con planteamientos distintos. Pensemos, por ejemplo, en la gran distancia ideológica entre los socialistas y la Derecha Liberal Republicana de Alcalá-Zamora. El PSOE se convirtió en la primera minoría en las Cortes, al alcanzar el 24’5% de los votos emitidos, traducidos en 115 escaños, seguida por los radicales de Lerroux con 90 actas (19’1%).
Guadalajara tenía derecho a cuatro escaños, es decir, era una circunscripción pequeña. Como en el resto de España ganó la Conjunción republicano-socialista al alcanzar tres diputados. El candidato más votado fue José Serrano Batanero (1879-1940) de Acción Republicana, el partido de Azaña, que consiguió 24.351 votos. Serrano Batanero era natural de Cifuentes en la provincia de Guadalajara. Se destacó como abogado criminalista, uno de los mejores de España en su tiempo. También fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid. En la capital sería miembro de la Casa de Guadalajara, así como del Consejo de Estado. Su defensa ante el tribunal franquista que le juzgó fue un ejercicio no sólo propio de su fama como excelente abogado, sino un ejemplo de valentía y coherencia, al acusar a los jueces de rebeldes, por lo que les negó la facultad para poder juzgarle. Fue fusilado el 24 de febrero de 1940 en Madrid.
El segundo candidato elegido fue Marcelino Martín González del Arco (1886-1940), que obtuvo 23.700 votos. Martín González del Arco, aunque originario de la provincia de Salamanca, siempre estuvo muy vinculado a Guadalajara. Catedrático de Instituto, inspector de Segunda Enseñanza, director de Avante, el órgano de la Agrupación Socialista de Guadalajara, siendo uno de sus principales líderes y dirigentes, masón destacado y alcalde de la capital de la provincia. En el Congreso de los Diputados trabajó en las Comisiones de Reglamento, Guerra y Agricultura. Aunque repitió como candidato no salió elegido ni en las elecciones de 1933 ni en las de 1936, a pesar de la victoria del Frente Popular. En la guerra tuvo responsabilidades educativas en Madrid y terminaría siendo fusilado por el franquismo el 26 de abril de 1940.
El tercer candidato elegido fue el único de la oposición a la República. Estamos hablando de Álvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), liberal monárquico, que sacó 18.493 votos. El conde de Romanones fue un destacadísimo miembro de la clase política del reinado de Alfonso XIII dentro del Partido liberal, diputado en multitud de ocasiones, presidente del Congreso y del Senado, varias veces ministros en distintas carteras y presidente del Consejo de Ministros. Aunque era madrileño su poder se concentraba en Guadalajara, lo que podría explicar cómo mantuvo el tirón electoral en las primeras elecciones de la República. Romanones participó en la entrega de poderes desde el último Gobierno de la Monarquía al Comité Revolucionario. En las primeras Cortes republicanas se distinguió defendiendo al rey del proceso que se abrió contra él, aunque no fue mucho más activo. Romanones apoyó a Franco y participó en una comisión que elaboró un informe sobre la supuesta ilegitimidad del régimen republicano y que fue elevado a Serrano Súñer. En todo caso, no tuvo más participación en la dictadura, dedicándose a su vida privada y a la académica.
El último candidato elegido fue Eduardo Ortega y Gasset (1882-1964) del Partido Republicano Radical-Socialista, con 17.775 votos. El candidato era el hermano mayor del filósofo. Trabajó a título personal en traer la República a España en la época de la Dictadura de Primo de Rivera, firmando el Pacto de San Sebastián. Fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid en las cruciales elecciones del 12 de abril de 1931, en las filas de la Conjunción Republicano-Socialista. Se da la circunstancia que en las elecciones a Cortes Constituyentes fue elegido en tres circunscripciones electorales, y eligió ser diputado por Ciudad Real. Eso obligó a una segunda vuelta o elección parcial el 4 de octubre en Guadalajara. En esta nueva elección salió elegido el socialista Miguel Bargalló Ardevol (1892-1975), con 16.227 votos. Bargalló era catalán y un destacado maestro y pedagogo. Su vinculación con Guadalajara comenzó en el año 1915 al ser nombrado profesor de Historia en la Escuela Normal de Maestros de la capital. En los años veinte fue concejal del Ayuntamiento de Guadalajara. En el Congreso se destacó en asuntos educativos. En el mismo año de 1931 fue nombrado director de la Normal de Guadalajara, además de participar en la Comisión del PSOE que elaboró las bases de su programa político. También se destacó en la Masonería. Consiguió marchar al exilio al terminar la guerra.