El 26 de marzo de 1957 moría el político francés Édouard Herriot, destacada figura de la III República, y aún de la IV desde el radical-socialismo, y uno de los políticos franceses de más elevada cultura, demostrada por su pasión por la música y por los numerosos libros que escribió, llegando a ser premiado por la Academia Francesa. En este artículo recordamos su vida y obra.
Herriot nació en 1872 en Troyes. Estudió en la Escuela Normal Superior. Enseñó Filosofía en Nantes, y desde el año 1902 en Lyon. La segunda ciudad de Francia le recuerda como uno de sus más destacados alcaldes. Alcanzó dicha responsabilidad en 1905, desempeñándola hasta 1925. Pero volvería a ser alcalde después de la Segunda Guerra Mundial hasta su fallecimiento. Como es sabido, en Francia ha sido muy común que destacados políticos de nivel nacional sean alcaldes también. Herriot militó en las filas del Partido Radical o Radical-Socialista. Entraría en política espoleado por el escándalo del caso Dreyfus, un hecho que estimuló a muchos intelectuales franceses a emprender el mismo camino. En 1919 se hizo con el liderazgo de los radicales, responsabilidad que mantuvo casi hasta su muerte.
El radicalismo francés terminó por convertirse en la principal fuerza política del a Tercera República, y muy importante también en la IV. Tiene el mérito de ser una de las primeras formaciones políticas estructuradas y modernas en Francia frente al modelo de partido decimonónico clásico. Los radicales y radical-socialistas defendieron siempre el sufragio universal, el servicio militar, aunque no de excesiva duración, la implantación de un sistema fiscal más justo, pero, sobre todo, han pasado a la Historia por dos aspectos fundamentales de su programa: una clara apuesta por la educación pública de calidad, obligatoria, laica y gratuita, y por su defensa de la separación entre el Estado y la Iglesia. En materia económica bascularon, según el matiz más radical o el más socialista, entre el liberalismo económico, y una cierta intervención del Estado en la economía.
El salto a la política nacional se produjo en 1910. Fue ministro en numerosas ocasiones y también primer ministro. Se destacó en las áreas de Transportes y Obras Públicas, Educación y, sobre todo, en Asuntos Exteriores.
Es importante destacar su labor al frente del gobierno en la época conocida como el Cártel de Izquierdas.
Las medidas económicas que había tomado el gobierno de Poincaré para reducir el déficit -austeridad presupuestaria y aumento de los impuestos- consiguieron fortalecer al franco, pero tuvieron un evidente coste social y, por ende, político. En las elecciones de 1924 venció la izquierda, es decir, los radicales y socialistas. Esta vez llegaron a un acuerdo de gobierno, el conocido como el Cartel de izquierdas. Entre junio de 1924 y abril de 1925 el gobierno fue dirigido por el radical Edouard Herriot, con el apoyo parlamentario socialista, emprendiéndose una activa política de signo laico. En este sentido, se intentó suprimir la embajada francesa ante la Santa Sede, que había sido restaurada por Briand en 1921, y abolir el Concordato que afectaba a Alsacia y Lorena. También se emprendió una verdadera ofensiva política contra el sector financiero y capitalista, el conocido como el “muro del dinero” porque se había opuesto a los empréstitos estatales. Estas políticas concitaron la fuerte oposición de la derecha y de los católicos.
En este clima, el gobierno elevó a Jaurés al máximo honor al que puede acceder un francés después de muerto porque decidió trasladar sus restos al Panteón. Recordemos que uno de los padres del socialismo francés había sido asesinado en la vorágine previa a la Gran Guerra por su rechazo al conflicto y al militarismo. La derecha vio en este gesto una verdadera provocación.
De esta época es también el reconocimiento de la URSS por parte de Francia, y la evacuación del Ruhr, que había sido ocupado por Francia para presionar a Alemania para el pago de las reparaciones de guerra. Herriot defendió una política mucho menos dura con el antiguo enemigo. En este sentido, apoyó el Plan Dawes, defendiendo siempre que había que construir unas relaciones exteriores basadas no en el rencor y sí en el desarme y el arbitraje ante los conflictos. Por eso apostó por la Sociedad de Naciones. La reorientación en la política exterior francesa no fue nunca en detrimento de la especial relación con el Reino Unido. Pero Herriot siempre fue enemigo del revanchismo.
Herriot cayó por la presión de los poderes económicos franceses por su defensa del impuesto al capital. El veto del Banco de Francia al presupuesto presentado por el gobierno provocó su dimisión. Volvería al gobierno, como ministro de Educación en un ejecutivo de “Unión Nacional”, presidido por Poincaré, entre 1926 y 1929, para regresar posteriormente a la oposición.
En 1932, la victoria de la izquierda le aupó a la presidencia del gobierno de nuevo, pero por seis escasos meses. A mediados de los años treinta, Herriot experimentó un cierto viraje hacia el conservadurismo, coincidiendo con la presión fascista y de extrema derecha en 1934. Pero, en todo caso, apoyó que su Partido formara parte del Frente Popular en 1936, sostén del gobierno presidido por el socialista Léon Blum.
Tras la invasión alemana de Francia, nuestro protagonista decidió colaborar en Vichy, pero terminaría enfrentándose a Pétain, lo que provocaría su detención y posterior deportación a Alemania.
Al terminar la guerra sería uno de los testigos del juicio al que fue sometido el mariscal Pétain.
En ese momento reanudó su carrera política. En 1946 sería elegido diputado. Al año siguiente fue elegido presidente de la Asamblea Nacional. Estuvo al frente del legislativo hasta 1954. Dos años después abandonaría la dirección del Partido.