Como cada año a lo largo de la última década, el Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet vuelve a abrir sus puertas. Esta edición, sin embargo, a pesar de mantenernos fieles a nuestros objetivos y directrices, llegamos con algunas novedades y sorpresas bajo el brazo que estamos seguros avivarán el entusiasmo de nuestros seguidores.
Para empezar, junto a las bases del concurso, presentamos ahora la antología de textos ganadores y finalistas en la pasada edición, es decir del 2016. Me consta que era algo largamente deseado, que muchos de nuestros participantes demandaban desde hace tiempo, así que no me cabe duda que generará gran expectación. Hemos tardado en dar el paso, pero hemos afrontado el reto con la seriedad que merece. Ofrecemos, o así lo esperamos, un resultado escrupuloso y a la vez atractivo, siempre respetuoso con el autor y su obra, sobre el que hemos procurado verter rigor y afecto a partes iguales, y que creemos digno de ser distribuido entre nuestra extensísima base de datos para que llegue a editores, críticos, estudiosos de literatura, docentes y otros compañeros escritores, con el fin de dar visibilidad al talento de nuestros participantes. Deseamos de todo corazón que este esfuerzo se convierta en fuente de felicidad para los autores antologizados y deleite a los lectores, que seguramente serán numerosos.
Por otro lado, desde hace tiempo proyectábamos celebrar la entrega de premios de nuestro certamen en España, patria del escritor que nos da nombre, y finalmente este año vamos a hacer realidad ese deseo. Ahora que la hospitalaria y cosmopolita Madrid acogerá la ceremonia, esperamos tener la oportunidad de conocer más de cerca a algunos de nuestros participantes, pues sin duda Madrid ofrecerá una localización más accesible que Helsinki para buena parte de los escritores en lengua hispana.
Llamo la atención sobre un pequeño detalle que seguramente no pasará desapercibido: como nuestros participantes observarán en la bases, este año, por motivos de agenda, la fecha límite para la recepción de obras se anticipará ligeramente, cerrándose el 15 de julio.
Y hasta aquí las novedades. Pero como mantener las tradiciones que ya se han revelado enriquecedoras parece razonable, también en esta edición, siguiendo los criterios que nos distinguen, nos hemos asegurado de reclutar a grandes profesionales de la literatura, investigadores y escritores de sólido juicio, que nos privilegiarán con su colaboración y trabajarán incansables hasta ofrecernos un veredicto ponderado e imparcial. Ese equipo de excepcionales jurados será dado a conocer una vez se haga público su fallo, a mediados de noviembre.
Igual que en los últimos años, una vez más el pintor español Alejandro Cabeza retratará al óleo a nuestro ganador o ganadora. Como sus muchos admiradores saben, Cabeza comenzó a pintar escritores reputados hace casi quince años, y actualmente su colección de retratos dedicados al mundo de la literatura se acerca al centenar. Muchos de esos cuadros pertenecen a las colecciones de conocidas pinacotecas públicas, han pasado a formar parte de los fondos de diversas casas museo de escritores o son custodiadas ahora por instituciones consagradas a la conservación del patrimonio lingüístico y literario. Con el tiempo, convertidos en reconocidos autores, no nos extrañaría encontrar los retratos de nuestros premiados en museos regionales o nacionales. Confiamos en el talento y perseverancia de todos ellos, y compartimos su felicidad y orgullo cuando les vemos alcanzar sus objetivos. Entre tanto, podemos confirmar que el retrato de nuestro último ganador, Ramón Cortez Cabello, está ya en México y, según nos cuenta con entusiasmo el modelo, acapara la atención de familiares, amigos y compañeros.
Como viene siendo habitual, también en esta edición del certamen contaremos con el valiosísimo respaldo de diversas Embajadas de países hispanohablantes. Agradecemos la cálida acogida que nos ha dispensado en Madrid el ámbito diplomático, embajadores y agregados culturales que, siguiendo el ejemplo de sus homólogos acreditados en Helsinki, que durante tantos años nos han honrado con su amistad, han decidido comprometerse con nuestra causa inmediatamente y sin vacilación alguna, ofreciéndose a promover la difusión de este certamen, que pretende fomentar la literatura en lengua hispana, entre sus compatriotas. Con una clara vocación de servicio hacia la cultura, nos han confirmado ya su asistencia a la futura entrega de premios, pues desean homenajear con nosotros y nuestros participantes a los ganadores, sean cuales sean sus nacionalidades, y festejar una victoria que significa la de todos y cada uno de quienes compartimos este rico patrimonio lingüístico y literario.
Quienes hemos residido fuera de nuestros países de origen, especialmente en lugares de habla no hispana, sabemos que, aún cuando nos integremos perfectamente en la cultura y lengua de acogida, conservar los lazos con nuestras raíces supone una necesidad y un derecho que no siempre resulta fácil ejercer. A veces incluso conservar la propia lengua se vuelve complejo. Y en este sentido las Embajadas, con sus actividades culturales o su apoyo a las actividades de otras organizaciones, desempeñan un papel esencial: un elemento de cohesión, un vínculo con la patria lejana. Por ello deseo tener un reconocimiento especial para aquellas Embajadas en suelo español que han confirmado ya su respaldo a este evento. Entiendo que el interés que demuestran hacia iniciativas como la nuestra es reflejo de la sensibilidad de sus respectivos gobiernos en la búsqueda del bienestar integral de sus ciudadanos, una de cuyas principales facetas es la cultura y el derecho a conservar la lengua materna incluso fuera de sus fronteras. Además, la labor informativa que desarrollan las Embajadas se revela fundamental, y a menudo explica que la noticia de nuestra existencia llegue hasta los rincones más recónditos del globo y estimule a participar en este certamen a escritores residentes en lugares realmente exóticos.
Con su actitud y gestos, en una tácita pero paradójicamente elocuente declaración de intenciones y prioridades, las Embajadas que nos honran con su amistad demuestran que, para sus respectivos países, sus compatriotas escritores suponen motivo de orgullo y se les considera excelentes embajadores para la cultura y tradiciones de sus estados.
Agradecemos también su incalculable apoyo a las Universidades españolas y latinoamericanas, referentes culturales encargadas de preservar el saber, pero también de albergar el debate imprescindible para seguir avanzando en el pensamiento. Ellas, sin duda, han sabido entender que la literatura nos ofrece una de las armas más poderosas de las que disponemos para construir hombres y mujeres mejores en el futuro.
Una particular simpatía hacia nuestra labor hemos encontrado en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura ‒organismo internacional de carácter gubernamental creado en 1949 para la cooperación entre los países iberoamericanos en el campo de la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura en el contexto del desarrollo integral, la democracia y la integración regional‒, que ha decidido honrarnos con su respaldo. Ello nos enorgullece de forma especial, pues entendemos que esta institución comparte con nosotros muchos sólidos principios de justicia y solidaridad, y su labor en favor de la educación merece toda nuestra admiración y respeto. Porque como decía Alberto Assa, humanista turco otomano de origen sefardí, políglota, brigadista internacional en la Guerra Civil Española y fundador del Instituto de Lenguas Modernas a su llegada a Barranquilla, ejemplo de sincretismo cultural y de tolerancia que se declaraba “bizantino de nación, pero francés de educación, alemán de formación, español de vocación, catalán de corazón, canario de «añoración», y barranquillero de adopción y afición”: “No habrá desarrollo sin educación, ni progreso sin cultura”. Aunque, como no puede ser de otro modo, citaré también a dos grandes iconos latinoamericanos: “La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos” (Benito Juárez); “Las naciones marchan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación” (Simón Bolívar).
No hace mucho Paulo Speller, secretario general de la OEI, en viaje por Bolivia, ponía de manifiesto a lo largo de una conferencia dictada en la Cancillería boliviana cómo, coexistiendo con la rica diversidad lingüística que tiene América Latina ‒digna de ser preservada y que también actúa como factor de unidad regional y amplía nuestras fronteras mentales‒, la lengua compartida, facilitando la comunicación y con ello la comprensión, posibilita al tiempo la tolerancia y la grata convivencia entre las gentes. Creo que, en este sentido, quienes compartimos el español como lengua debemos sentirnos orgulloso, pero también responsables de hacer honor a este legado que ha de formar parte de un gran proyecto, cada día más firme, de hermandad entre los pueblos. Porque, como asegura la sabiduría popular, hablando se entiende la gente.
Una vez más, toda nuestra gratitud para las instituciones y medios que se solidarizan con nosotros y se implican fielmente, año tras año, en la difusión de nuestras noticias. Imposible recordar aquí todos sus nombres, pues son muchos; pero su generosidad, la de cada uno de ellos, jamás nos pasa desapercibida.
Por último, me resisto a cerrar esta presentación sin proponer una brevísima reflexión sobre la antología de textos ganadores y finalistas del 2016. El libro se abre con Medio Real, de Ángel Olgoso, y se cierra con Crónica de un maestro, de Ramón Cortez Cabello, ganador de la pasada edición. Medio real propone un relato de argumento cervantino y metaficcional, lleno de ricas referencias intertextuales. Crónica de un maestro homenajea a un docente mexica, custodio y transmisor del patrimonio de su pueblo, pero al tiempo intérprete y mediador ante los conquistadores españoles. En medio, toda una amplia gama de tramas, personajes y situaciones que retratan a nuestros finalistas, pero también a sus respectivas comunidades e identidades culturales.
La forma de estructurar esta antología naturalmente no es arbitraria, y creo que refleja con claridad dos de nuestros objetivos esenciales: poner de manifiesto la importancia de proteger y enriquecer nuestro patrimonio cultural ‒tanto el común que compartimos como, al tiempo, el regional que nos hace únicos‒ y establecer una cierta analogía entre España y América Latina, revalorizando las afinidades que existen a ambos lados del océano. Porque es tanta la simpatía y afecto que nos profesamos. Tanto lo que nos debemos los unos a los otros recíprocamente; ninguna de las dos orillas habría sido lo mismo sin la otra. Porque somos, ambos, un espejo en el que, respetando nuestras respectivas idiosincrasias, mirarnos. Para descubrir que, al final, es mucho más lo que nos une que lo que nos diferencia.
Y es que, donde otros se empeñan en construir muros, nosotros queremos seguir tendiendo puentes a través de una de las riquezas que más nos define, la lengua. Y con la generosa ayuda de todos aquellos que comparte nuestros objetivos y de una forma u otra colaboran con nosotros, estamos seguros de que lo lograremos. Decía Aldous Huxley que “gracias a las palabras, hemos sido capaces de elevarnos por encima de las bestias y gracias a las palabras nos hemos hundido a menudo al nivel de los demonios”. Especialmente en estos tiempos oscuros, yo os pido que, recordando la responsabilidad social del escritor, trabajéis con redoblado ahínco para elevar a vuestros semejantes, para preservarles de la ignorancia y los prejuicios que acechan, para hacerles cada día un poco más libres. Porque como aseguraba ya en el siglo XVI el humanista y filósofo español Juan Luis Vives ‒perseguido por la Inquisición por profesar la fe de Moisés y emigrado a Inglaterra, donde trabó amistad con Tomás Moro‒, “la tiranía de la ignorancia es la más dura y lóbrega de las esclavitudes”.
Puede encontrar las bases del concurso en:
https://sites.google.com/site/concursoliterariointernacional