Si un personaje ha vertido, como ningún otro, ríos de tinta, provocando controversias e investigaciones, hasta el punto de cambiar la historia y tomarle como referencia del tiempo y del espacio, ha sido Jesucristo. Fundador de una nueva religión llamada cristianismo, desgajada del judaísmo al que supera en muchos aspectos, nuestra era comienza a contarse a partir de su nacimiento. Hay un “antes de” y un “después de”, desplazando a la fundación de Roma. Pero ¿realmente es así? ¿Estamos en el 2016 d. C.? ¿O en el 2022? ¿No nació 6 años antes de lo que se cree? ¿Y dónde? Si no nació en Belén, ¿cuál es su lugar de nacimiento? ¿Por qué habiendo tantas dudas, la tradición lo celebra el 25 de diciembre, y se dice (y se canta) que nació en un portal de Belén?
BELÉN O NAZARET
Los grandes hechos que figuran en la historia suelen ajustarse a los intereses y objetivos de la persona que escribe o la entidad a la que sirve y a quienes figuran como protagonistas. Así ha sucedido con acontecimientos que se toman como reales, o personajes que no son tanto como cantan sus panegíricos o nos describe su biografía. Por ejemplo, Nerón, ni era tan fiero como lo pintan, ni tocaba la lira mientras Roma ardía. El mismo Franco, del que todo el mundo ha dicho que era valiente y un gran estratega en las batallas, pero nunca pisó las trincheras del frente, y, además, era menospreciado por los generales alemanes que no entendían sus tácticas, fuera de lugar, cuando no absurdas. Todos los grandes que han sido en la historia se han visto rodeados del halo de la gloria y de la polémica. Jesucristo, sin ser el único, es quien mayores y abundantes diatribas y estudios ha levantado y originado, sobre todo con el correr de los tiempos y el descubrimiento, en diversas zonas del Mar Muerto, de papiros de la época. Trabajos e investigaciones con resultados que no se sabe si han clarificado algo o han enturbiado más su vida y sus enseñanzas. Entre ellas, su lugar y fecha de nacimiento. Y eso que los romanos -tiempo en el que vivió- estaban por la labor de tener fichados, por eso de los impuestos, a todos los pobladores de su imperio, fueran de primera o de segunda categoría en su censo, incluso sus esclavos. Y de Jesús, sin embargo, pocas certezas han quedado. Entre otras razones porque todo lo que sobre él se ha escrito, ha sido casi un siglo después de su paso por esas tierras, ahora llamadas “santas”, y entonces “ocupadas” -como desgraciadamente siguen-. Muchas fuentes, incluso las admitidas por la misma institución que él fundara, no coinciden entre sí, mientras otras son contradictorias. Otros escritos, incluidos los evangelios canónicos y sinópticos, es decir los admitidos como “revelación” por la Iglesia católica, obedecen a un objetivo concreto o se enfocan según el público al que vayan destinados (por ejemplo, las cartas o epístolas de San Pablo). De aquí que unos autores mencionen como lugar de nacimiento Belén, y otros Nazaret.
El evangelio de san Marcos, que se supone fue el primero en escribirse, por los años 60 d. C., sobre la vida y enseñanzas de Jesús, habla de Nazaret como el lugar de donde provenía el Maestro. Según la tradición canónica, se cree que es Marcos el evangelista más acertado, por ser el más cercano a los hechos, y por ser el primero de donde han bebido los otros evangelistas. Marcos, pues, considera Nazaret como la cuna o el pueblo natal de Jesús. Parece que a primera vista concuerda mejor con la historia y con la frecuencia con la que los paisanos llamaban a Jesús, el “Nazareno”. Es la teoría que mantienen actualmente la mayoría de los estudiosos, incluso el papa emérito Benedicto XVI en su libro “La Infancia de Jesús”, donde se inclina por Nazaret como lugar del nacimiento, y descarta Belén. El cuarto evangelio de Juan también da por sabido que Jesús provenía de Nazaret.
Marcos, el más fiable, por escribir entre 15 y 20 años después de los acontecimientos, supone que Jesús nació en Nazaret. Lo cuenta al inicio de su libro (cap. 1, 9-11) en cuanto comienza a narrar el principio de su vida pública, cuando relata su bautismo: “vino desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el río Jordán”. Y no menciona ninguna otra ciudad de origen fuera de ésta. Y más adelante, cuando Jesús se va a Nazaret, anota que “se fue a su patria”. En el idioma griego, en el que están escritos los evangelios, “patris” significa “tierra natal”, “lugar de nacimiento”. El mismo Jesús así lo confirma cuando, ante el escándalo que producen sus enseñanzas en Nazaret, él exclama: “Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa, es despreciado”. Que viene a ser lo mismo que reza nuestro refrán: “Nadie es profeta en su tierra”, y que procede de este paraje evangélico. Es curioso que en el Nuevo Testamento todo el mundo lo nombre como “Jesús de Nazaret”, o el nazareno: el endemoniado de Cafarnaúm, la criada del Sumo Sacerdote, el ángel del sepulcro que anuncia la resurrección... y hasta el mismo evangelista gusta nombrarlo con ese “apodo”, el más oído y difundido en los primeros años y con el que se le identificaba de manera clara, para bien y para mal, como luego veremos.
El evangelio de Juan fue escrito más de cien años después, cuando él estaba desterrado en la isla de Patmos, muy alejado del lugar de los hechos en el tiempo y en el espacio, y aun así, se hace eco de la mala prensa que aún perduraba de las tierras de Galilea, y por ende, de Nazaret, la cuna de Jesús. No obstante, no duda en dejar constancia de que el Maestro provenía de ahí: Jn, 7, 40-42: “Entonces muchos del pueblo, oyendo este dicho, decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Algunos sin embargo decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura, que de la simiente de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, vendrá el Cristo?
Belen
El cuarto evangelio lo menciona de manera indirecta, tratando de compaginar la idea general de “nazareno”, cargada por otra parte de mala intención, con la mención que directamente hacen de Belén los otros dos evangelistas, Mateo y Lucas. Juan trata de quitar hierro al asunto ante la mala prensa -como diríamos hoy- que tenían y venían arrastrando desde los tiempos de Cristo los pueblos de Galilea, entre ellos, Nazaret, como veremos a continuación. Lo hace también movido por el anuncio en el Antiguo Testamento de las profecías de la llegada de un Mesías. Que figurase Nazaret como su origen, no era por tanto lugar apropiado. Como si ahora decimos que nuestro rey Felipe VI nació en Vallecas. Queda mejor Madrid. Viste más (aunque Vallecas sea también Madrid, pero es distinto).
La procedencia de Jesús, entonces y ahora, levanta polémicas. Para unos era el Mesías, para otros no podía ser por venir de donde venía; unos lo consideraban el hijo de Dios, otros de la descendencia del rey David, que vendría a liberar a su pueblo; para muchos era simplemente un profeta, y había quien lo consideraba un revolucionario político y religioso. El cuarto evangelio sale al paso: “Unos decían: Éste es verdaderamente el profeta. Otros: Éste es el Cristo. En cambio, otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?” (Jn 7,40-42). Como dicen las Escrituras, “de Galilea no salen profetas”, de lo contrario, como también dicen, hubiera nacido en Belén. Por eso, para adecuarlo a la profecía, y no tanto a la historia, Mateo y Lucas, por su parte, dicen que Jesús nació en Belén, ciudad distinta, que ha pasado a la historia como su cuna: descendiente de David y por tanto, nacido en Belén, acorde con la profecía de Miqueas.
Este profeta, que vivió en el siglo VIII a. C., dice en su libro, cap. 5:2: “Mas tú, Belén Efrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de los siglos”. Miqueas anuncia 800 años antes, que el Mesías nacería en Belén de David. Presenta la idea de un gobernante de sangre real que viene para luchar contra la invasión de Judá por los babilonios. En contraste con un rey afligido (5:1: “Con vara herirán en la mejilla al juez de Israel”), vendrá un gran gobernante a pastorear ese pueblo de Dios. Era una zona que sufría frecuentes invasiones desde antiguo, y con los romanos sucedió de igual manera. Miqueas y otros profetas querían sembrar la esperanza en un pueblo oprimido, subyugado, anunciando que vendría alguien a liberarle y que sería de estirpe real. De esta manera pretendía infundirles ánimos, fundamentando su liberación en un ser tan poderoso o más que los reyes o emperadores que los sojuzgaban.
Las dos únicas veces en todo el Nuevo Testamento donde figura que Jesús nació en Belén son los relatos de la infancia de Mateo y Lucas
Las tierras de Galilea y sus habitantes tenían entonces mala fama como hoy lo tiene Palestina, por intereses no tanto reales cuanto políticos.
San Juan presenta a Jesucristo como “un profeta de Nazaret” y da por hecho que sus contemporáneos saben que era de Nazaret, y pone ejemplos, como el siguiente pasaje del cap. 1, vrs. 43-51: "Al siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”
En efecto, Nazaret era una ciudad ignota, minúscula y de mala fama. Tan insignificante, que en el Antiguo Testamento no se la menciona nunca. Tampoco la nombra Flavio Josefo, el gran historiador judío del siglo I; ni el “Talmud”, antigua colección de escritos judíos. Debía ser una pequeña aldea sin ninguna importancia. Que alguien como Jesús hubiera nacido allí, producía escándalo entre la gente, y menos uno del que se creía que era profeta o Mesías. El “Evangelio de Juan” ante esos hechos podía haberlo corregido, y afirmar que Jesús no era de Nazaret para evitar malas consideraciones, sin embargo, en ningún momento afirma que Jesús no era de Nazaret, al contrario, lo afirma varias veces. San Juan lo afirma porque sus destinatarios son los cristianos de origen heleno, perseguidos por los romanos, a los que pillan muy lejos esas antipatías regionales. Lo mismo que San Marcos, cuyos destinatarios son los lectores del mundo pagano, ajenos a la tradición profética de Israel que pregonaban Belén como procedencia del rey David, un rey, aunque pequeño, muy grande, y con muy buena imagen.
Vemos, pues, que las dos únicas veces en todo el Nuevo Testamento donde figura que Jesús nació en Belén son los relatos de la infancia de Mateo y Lucas. En ninguna otra parte más se menciona Belén como la cuna de Jesús. Ni siquiera San Pablo, en sus diatribas con los lectores en sus cartas para tratar de convencerlos de que Jesús era el Mesías, usa el argumento de Belén como su procedencia, y le hubiera venido muy bien el decir de que Jesús había nacido en Belén. En conclusión: ¿son históricas o no lo son las afirmaciones de Mateo y de Lucas sobre el nacimiento de Jesús en Belén? Lo más probable es que no lo sean, y se ajusten no tanto a la historia cuanto a la religión que le encumbra a Jesús como el Mesías.
Incluso estos dos evangelistas, cuyo relato también se contradice como veremos más abajo, cuando hablan de su vida pública, lo llaman “Jesús de Nazaret”, y ya se sabe el significado del origen en esos pueblos: En la Biblia, cuando después del nombre de una persona se menciona una ciudad, significa que se trata de su lugar de nacimiento.
Para Mateo, Jesús nació en Belén porque Sus padres vivían ahí. Según Lucas, Jesús nació en Belén porque su familia se encontraba de paso en dicha ciudad para apuntarse al censo del emperador Tiberio. Tampoco se ponen de acuerdo en cuanto al tiempo que Jesús vivió en Belén. Según Mateo, casi dos años (Mateo 2,16), hasta que su familia huyó a Egipto. En cambio, para Lucas, su familia se trasladó a vivir a Nazaret cuando Jesús tenía mes y medio de vida (Lucas 2,39).
Mientras las pruebas de los evangelios sobre Belén como cuna de Jesús son muy débiles, resultan abrumadores los datos en contra. Tanto es así, que la mayoría de los expertos hoy sostiene que la ciudad natal de Jesús no habría sido Belén, sino Nazaret. Y que si Mateo y Lucas colocan su nacimiento en Belén, se debe a la mala fama de Nazaret, y para ajustarlo a la tradición profética como anunciaban las Sagradas Escrituras.
Durante más de 1900 años se ha mantenido Belén como el lugar donde nació Jesús. Sin embargo, a tenor de las investigaciones en el siglo pasado, debido a la frecuencia con que en todo el Nuevo Testamento se le considera como “el nazareno” (el que es de Nazaret), se ha descartado Belén y en su lugar prevalece la idea de Nazaret. La mención de Belén, como hemos visto, obedece a una invención de los dos primeros evangelistas para revestir a Jesús con una de las características de importancia y solvencia de un Mesías, anunciada por Miqueas y cuyo cumplimiento esperaban con ansia los judíos para ser liberados de los pueblos invasores, desde Babilonios a Romanos. Su profecía se volvió famosa, y en la época de Jesús un gran sector del judaísmo esperaba que el futuro Mesías naciera en el pueblo de Belén. Y como no fue así, se llevaron la decepción. Todavía siguen a la espera de esa venida mesiánica.
Esta es una de las causas por las que tuvieron tantos problemas los apóstoles a la hora de anunciar la nueva religión. Cuando los apóstoles salieron a proclamar las enseñanzas recibidas, tuvieron dificultades en muchos ambientes judíos, porque decían que Jesús era de Nazaret. Y por eso mismo, algunas comunidades cristianas decidieron presentar el nacimiento de Jesús como sucedido en Belén.
Conclusión: Jesús habría nacido en Nazaret, y sólo después, para revestirle de Mesías, conforme a la tradición profética judaica, se compuso la historia de su nacimiento en Belén.
El 25 de diciembre es una fecha convencional, establecida por la Iglesia en los albores del siglo IV para hacerla coincidir con las fiestas paganas de Mitra o del Sol invicto
Según los datos de Mateo y Lucas, Jesús nació en la época del rey Herodes, el Grande, poco antes de morir éste, ocurrida el año 4 a. C. Es decir, Jesús nació antes de la era cristiana, cuyo inicio erróneo se estableció en unos seis años más tarde. Hay, pues, un desfase de nuestro calendario en el número de años.
Tampoco se conoce realmente el día de su nacimiento, ni se menciona nunca en los Evangelios. Se sabe que la Iglesia acomodó las antiguas fiestas paganas de la cultura rural a los ciclos temporales, y acomodó las celebraciones de los dioses romanos, confiriéndoles una motivación sagrada. Así atribuyó al solsticio de invierno (del 20 al 25 de diciembre) el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, que trajo “la luz” al mundo. Esa fecha próxima a las ancestrales celebraciones del invierno caía alrededor de los últimos días del año ya en tiempos de los persas en honor del dios Mitra. Los romanos celebraban fiestas dedicadas al sol, o las de Saturnalia en honor a Sarturno, dios de la fertilidad y del vino, cuyo día señalado era el 25 de diciembre para celebrar el nacimiento del Sol Invicto, que estableció en el siglo IV el emperador Constantino, hijo de madre cristiana, al salir vencedor, por el milagro de la cruz en el cielo (“con este signo vencerás”), en la batalla contra Magencio.
25 de diciembre es, por tanto, una fecha convencional, establecida por la Iglesia en los albores del siglo IV para hacerla coincidir con las fiestas paganas de Mitra o del Sol invicto. A partir del año 315, cuando Constantino declara oficial el cristianismo, empiezan a aparecer en las monedas los primeros símbolos cristianos. Probablemente por estas fechas tiene lugar el cambio y las instituciones de la fiesta de Navidad el 25 de diciembre. El mensaje de la cruz en la célebre visión de Constantino, por el que legalizó el cristianismo, significó la prevalencia de Cristo sobre el Sol: Cristo es el verdadero y poderoso Dios. El nuevo sol.