La tarde del 24 de noviembre, como anunciábamos en nuestras bases, tuvo lugar, en el Salón de Actos de la Delegación de la Unión Europea en Helsinki (Finlandia), el acto de entrega de premios y lectura de fallo de la décima edición del Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet.
El evento más importante en lengua hispana que se celebra en suelo finlandés convocó, un año más, a numerosa representación diplomática, destacados miembros del cuerpo académico de la universidad finesa, escritores e intelectuales en general.
Los asistentes tuvieron ocasión de contemplar la primera proyección pública de un fragmento del retrato con el que este certamen premiará al ganador de la recién clausurada edición, obra que el pintor español Alejandro Cabeza está próximo a acabar. Alejandro Cabeza es un reconocido artista cuyas obras, especialmente centradas en figuras consagradas de la literatura en lengua hispana, forman parte de las colecciones permanentes de museos provinciales y nacionales españoles y extranjeros, entre los cuales el Museo Nacional del Teatro, tantas Casas Museo de reputados escritores ‒tales como el Museo Casa Natal de Cervantes de Alcalá de Henares o la Casa-Molino Ángel Ganivet de Granada, sólo por citar un par para nosotros especialmente significativas‒, prestigiosas Universidades e instituciones tan emblemáticas para nuestra lengua como la Real Academia Española o la Academia de las Buenas Letras de Granada.
Acabamos de cerrar la décima edición de un certamen bien consolidado, tanto por índices de participación como por calidad. Si este premio ha logrado la reputación de la que hoy goza es precisamente gracias al riguroso trabajo de sus organizadores y, en especial modo, de sus jurados. Creo que es esa certeza de imparcialidad, justicia y respeto dispensado a cada obra concursante la que nos ha permitido ganar la simpatía y el favor de un buen número de escritores en lengua hispana.
El proceso hasta llegar al fallo que ahora ofrecemos ha sido especialmente duro en la presente edición. Nunca resulta fácil en realidad. Este fallo se revela, sin duda, fruto de duro trabajo y firme compromiso, de profunda reflexión en conciencia por parte de nuestros jurados, a los que debemos toda nuestra gratitud y profesamos profundo afecto por su generosidad y entrega, por su enorme calidad profesional y humana.
Nuestro mayor orgullo consiste en habernos asegurado de que los textos de nuestros concursantes, el bien más preciado para nosotros, fuesen leídos y valorados por profesionales altamente especializados, entusiastas, sensibles y objetivos; expertos que desarrollan su labor con escrupuloso esmero.
En la presente edición nuestro jurado ha estado compuesto, en orden alfabético, por: Andrés Almagro González (España), Segundo Antares (Chile), Francisco Azuela (México), José Luis Caramés Lage (España), Antonio Chicharro Chamorro (España), Osvaldo Gallone (Argentina), Pablo Lebrato Rojo (España), Guillermo Pilía (Argentina), Timo Riiho (Finlandia) y Elisabeth Vivero (México). De todos ellos ofrecemos en nuestra Web una breve semblanza que, por fuerza, debido a la riqueza de sus currículums, habrá de quedar reducida a mínima pincelada.
Este año, quizá de forma más marcada que otros, entre nuestros finalistas detectamos un amplio espectro de perfiles: académicos de la lengua, escritores muy veteranos y otros más jóvenes pero ya con una cierta experiencia, periodistas, guionistas, investigadores, docentes, estudiantes… Es definitiva, un espectro muy variado por formación, circunstancias, nacionalidades y edades. Lo que nos satisface enormemente, pues prueba que el amor por la literatura es compartido por tantos y que, además, existen también muchas formas de acercarse a la escritura. Nuestro ganador, por ejemplo, tiene una profesión en principio poco relacionada con este campo. Ramón A. Cortez Cabello ‒representado durante el acto de entrega de premios por el Ministro Marco Antonio Loustaunau Caballero, Jefe de Cancillería de la Embajada de México en Finlandia‒ es doctor, en concreto cirujano urólogo. En efecto se me antoja que su especialidad comparte con la disciplina literaria algunos rasgos significativos. La preocupación por el ser humano, objeto central de interés y análisis, sería uno de ellos. Pero también podríamos citar la meticulosidad y precisión extremas en el uso del propio instrumental, que para un escritor es el lenguaje.
La lengua, instrumento de comunicación que facilita la comprensión y permite compartir pensamientos y sentimientos, incrementando la tolerancia, constituye un elemento identitario fundamental para el ser humano. Recuerdo que el año pasado Emilio Lledó, catedrático de Historia de la Filosofía, miembro de la Real Academia Española y Premio Nacional de las Letras Españolas, tras recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2015, declaraba: “Creo en la importancia de la palabra y la comunicación para construir ese concepto que los seres humanos llaman hoy las Humanidades y que, para los griegos, simbolizaban la idea de justicia, de verdad, de solidaridad y filantropía”.
Recientemente Mary Beard, catedrática de Historia en Cambridge y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016, recordaba cómo el Imperio Romano logró convertirse en la primera entidad supranacional de occidente, ofreciendo tan tempranamente, de alguna forma, inspiración al moderno proyecto europeo y demostrando que una Europa sin fronteras era posible. Pues, a pesar de la brutalidad de las conquistas romanas, por primera vez se dio forma entonces a la idea de un mundo unido y conectado. Un mecanismo esencial para lograrlo fue la adopción de un concepto inclusivo de ciudadanía. Al compartir la ciudadanía con los “extranjeros”, el Imperio Romano fue capaz de generar la sensación de que es posible pertenecer a una nación y a una estructura superior a la vez; consiguió que todos se sintiesen parte de una comunidad “civilizada”, de un mismo proyecto del que se enorgullecían y en cuya defensa se implicaban. La clave de la enorme fuerza de los romanos estuvo en su inteligencia para abrir fronteras e integrar. Pero la expansión de una lengua común de contacto, el latín, de tal éxito que sobrevivió largamente en pleno uso convirtiéndose en origen de nuestra propia lengua, también se reveló un formidable elemento de cohesión.
Hemos de comprender, por tanto, que el español, por encima de fronteras administrativas, constituye un preciado patrimonio común a todos los países hispanos. Que nos hermana facilitando nuestra comunicación. Y se convierte en nuestra responsabilidad y compromiso, que sabemos compartido por nuestros participantes, el seguir cuidando de ella desde este concurso. Para ello esperamos seguir contando, por mucho tiempo, con el respaldo que tanto agradecemos de gobiernos, organismos públicos, instituciones relacionadas con la enseñanza y la cultura, medios de comunicación y tantos y tantos ciudadanos implicados en la protección de uno de nuestros bienes más valiosos.
En efecto, en la convocatoria que acabamos de cerrar, hemos alcanzado la más alta cifra de participación en la historia del certamen. Me parece muy importante subrayarlo, pues ello se ha de considerar mérito de nuestros concursantes.
En concreto, en la presente edición hemos recibido la participación de 1367 escritores, frente a los 1274 que se presentaron en 2014, año en el que tuvo lugar nuestra precedente convocatoria del Cuento. Un análisis de su distribución geográfica será facilitado en el acta de fallo, si bien merece la pena destacar que las nacionalidades con mayor presencia siguen siendo, como suele suceder habitualmente: españoles (372), seguidos por argentinos (276), mexicanos (183), colombianos (125) y, a mayor distancia, el resto de países de América Central y Suramérica. Tampoco faltan participaciones minoritarias pero igualmente apreciadas de alemanes, belgas, bielorrusos, brasileños, búlgaros, franceses, griegos, iraníes, israelíes, italianos, polacos, rumanos o suizos. Significativo nos parece este año el aumento de la participación entre los escritores venezolanos, que nos complace y regocija.
Como ya destacaba en mis apreciaciones preliminares a cierre del periodo de recepción de obras, al margen de recibir textos desde todos los países de habla hispana, hemos contado con concursantes muy curiosos: escritores que por circunstancias muy concretas, no siendo el español su lengua materna y no teniendo progenitores hispanohablantes, han alcanzado, a menudo gracias a una formación académica desarrollada en el campo de la Filología Hispánica, una excelente competencia lingüística que les ha permitido concursar en igualdad de condiciones con los hablantes nativos, algo extremadamente difícil que exige una encomiable perseverancia.
Esta circunstancia, sin lugar a dudas, pone de manifiesta hasta qué punto el español suscita interés en todo el mundo. Hasta qué punto nuestra lengua, uno de nuestros principales patrimonios, sigue gozando de una envidiable salud.
De hecho se detecta también la participación de ciudadanos de habla hispana desplazados a lugares exóticos, donde a menudo trabajan precisamente como docentes de español. Para ellos nuestro especial recuerdo y gratitud, porque lejos del hogar, que a menudo añoran, desempeñan una labor esencial en la difusión de esta lengua por la que todos trabajamos.
Entendemos que las altísimas cifras de participación de las que gozamos son fruto de la generosa atención que tantos medios nos prestan, de su entusiasta colaboración en la difusión de nuestras bases y de su solicitud a la hora de hacerse eco de nuestras noticias. Mucho debemos a las numerosas revistas literarias, prensa escrita y digital y otros medios relacionados con la cultura que nos apoyan incondicionalmente, y cuya solidaridad nunca podremos agradecer lo bastante. Un papel fundamental, especialmente en los países no hispanohablantes que acogen a emigrantes de nuestra lengua, lo juegan también, sin duda, las embajadas y consulados que informan puntualmente a sus ciudadanos sobre nuestro concurso. A todos y cada uno de estos organismos, distribuidos por el globo, queremos darles las gracias por su colaboración. Así como a los Ministerios de Cultura de cada uno de esos países, que tan amablemente divulgan las bases de este certamen a través de sus canales oficiales, facilitando su difusión en Universidades y otros centros de estudio públicos, centros de formación de profesorado, bibliotecas, etc.
Nuestra gratitud va también, muy especialmente, para nuestras entidades colaboradoras: el Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia, la Universidad de Helsinki (Finlandia), la Cátedra Libre de Cultura Andaluza de la Universidad de La Plata (Argentina), la Universidad de Oviedo (España), la Universidad de Guadalajara (México), la Universidad Simón I Patiño (Bolivia), la Academia las Buenas Letras de Granada, la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, la Delegación de la Unión Europea en Finlandia, la Secretaría General de Inmigración y Emigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social de España a través de su Consejería en Dinamarca, las Embajadas en Finlandia de Argentina, Chile, Colombia, Cuba, México, Venezuela y Uruguay.
Una vez más, este certamen desearía agradecer a los participantes su fidelidad. Ellos son, ganadores y finalistas o no, nuestros verdaderos protagonistas. Mientras ellos sigan ahí, al otro lado, escribiendo contra todos los elementos, escribiendo por encima de todas las circunstancias, nuestro esfuerzo por darles voz merecerá la pena. A ellos debemos toda la gratitud por confiar año tras año en este concurso, que se compromete firmemente a seguir demostrándose un evento sólido y merecedor de tal privilegio en el futuro.
Además de la lista completa de los diecinueve finalistas y el ganador, el texto galardonado en la presente edición y unas claves de lectura sobre el mismo permanecerán disponibles para su lectura.
Por último desearía recordar que en 2017, hacia principios de febrero, haremos públicas las bases por las que se regirá la undécima edición de nuestro certamen, que convocaremos en su modalidad de Poesía. Desde aquí invitamos a todos los escritores en lengua hispana, profesionales y aficionados, a los amantes de la literatura en general, a tomar parte en este evento. Serán leídos, como siempre, con toda la atención y el afecto.
Sin vosotros este certamen no sería posible. Sentimos que en las manos de seres humanos de tal valía, esta lengua que nos hermana tiene por delante un gran futuro. No abandonéis nunca y recordad las palabras de Francisco Ayala: “La patria del escritor es su lengua”. Trabajad recordando siempre que “la cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.” (André Malraux).