Desde el pasado día 17 del presente mes de septiembre al 8 de enero del próximo 2017 se puede visitar en la sala de exposiciones Fundación MAPFRE Casa Garriga i Nogués (Calle Diputació, 250) la exposición “Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico. Colecciones de los museos d’Orsay y de l’Orangerie”.
La muestra incluye alrededor de 70 piezas y presenta una evolución de la obra de Renoir desde un punto de vista nuevo, basado en las distintas interpretaciones de la imagen femenina a través de su producción artística.
El proyecto desvela cómo la representación de la figura femenina se desarrolla de forma paralela a la trayectoria artística del pintor y, de este modo, el espectador asume una visión completa de la evolución del ideario femenino: el protagonismo de la parisina moderna en sus lienzos impresionistas, la visión más intimista de la imagen maternal y la belleza intemporal del desnudo integrado en la naturaleza, tan característico de sus últimos años.
Recorrido por toda su trayectoria
Con esta exposición, Fundación MAPFRE subraya el valor del conjunto artístico del pintor francés y permite hacer un recorrido por toda su trayectoria, acompañándola de la obra de algunos autores coetáneos. Renoir se rodeó de mujeres en vida y reflejó a través del pincel la delicadeza, la sensibilidad y la voluptuosidad de las figuras. Si se tiene en cuenta el conjunto de su obra, es preciso señalar –tal y como ya hicieron muchos críticos contemporáneos al artista– que Renoir se erigió como el pintor de la mujer.
Especial significado catalán
La propuesta que representa esta exposición encierra, además, un significado catalán muy especial: hace prácticamente un siglo, el 23 de abril de 1917, se inauguraba en el Palacio de Bellas Artes de la capital catalana una muestra que, bajo el título Exposición de arte francés y promovida por Ramón Casas, Santiago Rusiñol y otros artistas catalanes, presentaba en Barcelona casi 1.500 obras de los grandes artistas franceses de entonces: Cèzanne, Degas, Manet, Monet, Morisot, Pisarro Puvis de Chavannes, Renoir y Sisley.
La finalidad del evento era mostrar la importancia del arte francés surgido desde el último tercio del siglo XIX. Entre las obras que la exposición incluía de Renoir –“acaso el mejor representado de los impresionistas”– destacaba “el portentoso Moulin de la Galette que no puede contemplarse sin sentir escalofríos de un deleite casi angustioso”, comentaba el periodista José Francés en La Esfera al hacerse eco de la exposición.
Finalmente, Casas, Rusiñol y otros artistas responsables de la muestra fueron condecorados por el gobierno francés como muestra de gratitud.
Cien años después
Cien años después, Renoir entre mujeres devuelve a Barcelona la oportunidad de contemplar de nuevo este icono del movimiento impresionista y de la pintura de nuestro tiempo en general.
Aprovechando este retorno del Bal du Moulin de la Galette, la muestra también rinde homenaje a los pintores catalanes que vivieron y trabajaron en París a finales del siglo XIX, que también llevaron a sus lienzos aquel mítico rincón de Montmartre y cuyas obras, sobre todo, fueron una aportación esencial en la renovación que en aquellos años experimentó el panorama artístico nacional. Con este motivo se han incluido obras de Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Carles Casagemas y Manuel Feliú de Lemus, cedidas por otros coleccionistas e instituciones que han querido así sumarse generosamente a este proyecto, pensado específicamente para Barcelona.
La exposición
A lo largo de su dilatada carrera, Pierre-Auguste Renoir (Limoges 1841, Cagnes-sur-Mer 1919) pintó a su esposa, a sus amantes, a sus amigas. También a modelos profesionales, a muchachas de la calle, a actrices y a grandes burguesas. En los comienzos artísticos, en el impresionismo de la década de los setenta, en la vuelta a la tradición y a Ingres de los ochenta, en la inspiración de Rubens de los últimos años, la mujer siempre fue el principal tema de inspiración del artista, eterno objeto de seducción y viva encarnación del arte.
Renoir es una de las figuras clave del Impresionismo, movimiento artístico en el que colabora durante las primeras exposiciones organizadas a partir de 1874. Alrededor de 1880, el pintor experimenta una crisis artística que le lleva a cuestionar, y finalmente abandonar, los postulados impresionistas. En palabras del propio Renoir: “había ido hasta el extremo del impresionismo y llegué a la conclusión de que no sabía pintar ni dibujar”. Su viaje a Italia entre 1881 y 1882 suponen un punto de inflexión en su carrera. La contemplación de los maestros italianos marca profundamente su obra y, especialmente, Rafael, Ingres y los pintores venecianos de siglo XVI. Su trabajo evoluciona gracias a una búsqueda continua de lo que él consideraba la pintura auténtica, así como a través del conflicto constante entre la preponderancia del dibujo o del color y de la pintura al aire libre o en el estudio.
Juegos de seducción
En las primeras grandes composiciones, como Bal du Moulin de la Galette [Baile en el Moulin de la Galette], el pintor refleja los juegos de seducción de sus contemporáneos y actualiza en tiempos de la III República las fiestas galantes de Watteau, aunque las figuras masculinas pierden protagonismo para dar paso a un mundo exclusivamente femenino. Renoir crea una imagen original, reconocible, que define y reinventa el ideal de mujer de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Diez secciones
La exposición se organiza en diez secciones en las que se presentan los diferentes modelos femeninos: desde las parisinas de los años setenta, que le reportaron cierto éxito como retratista, a las muchachas que disfrutan en el Bal du Moulin de la Galette [Baile en el Moulin de la Galette] (1876), algunas de ellas amigas de Renoir y pintadas en Montmartre. Este periodo se caracteriza porque sus retratos se alejan de los cánones academicistas y forjan la imagen de la parisina moderna.
A partir de los años ochenta, Renoir se empieza a centrar en el tema del desnudo femenino y refleja en sus lienzos su admiración por la obra de Ingres, Rafael, Tiziano o Veronés. Como casi toda la pintura del artista francés, sus desnudos están imbuidos de una sensualidad que no desaparece en esa vuelta al clasicismo. Obra clave de este momento es Femme nue dans un paysage [Mujer desnuda en un paisaje] (1883), realizado al año siguiente de su vuelta de Italia. El firme trazo del dibujo y el estudio clásico del desnudo muestran ya la superación de la técnica impresionista que contrasta con el tratamiento abocetado del paisaje en el que se sitúa la figura.
La fusión entre mujer y naturaleza, planteada ya en esta obra, será uno de los asuntos predilectos por Renoir. El artista, a pesar de ser conocido como pintor de figuras, se interesó por el paisaje a lo largo de toda su carrera y manifestó a través de este género sus investigaciones e inquietudes en torno a la pintura al aire libre.
Maternidad e infancia
A partir de 1885, año en el que nace su hijo Pierre, la imagen de la mujer adquiere un carácter particular en escenas relacionadas con la maternidad y la infancia. En estas obras, el tratamiento que Renoir confiere a la mujer se transforma y genera escenas más íntimas, familiares y atemporales, influidas seguramente por el nacimiento de sus hijos. Un claro ejemplo lo vemos en Maternité [Maternidad] (1885), en la que presenta a Aline, mujer del pintor, alejada del bullicio de la capital, amamantando a su hijo Pierre en un amoroso abrazo.
A lo largo de los años noventa, el gusto de Renoir por los asuntos íntimos y domésticos, tan en boga en la pintura de fines del siglo XIX, se refleja también en sus obras en torno a la toilette o al aseo de la mujer, como Femme nue couchée (Gabrielle) [Mujer desnuda acostada (Gabrielle)]. En esta sección el espectador adquiere el papel de voyeur e invade un momento de intimidad femenina en el que el desnudo vuelve a ser el protagonista.
Bañistas y ninfas
En sus últimos años Renoir recrea la atemporalidad de una Arcadia en la que bañistas y ninfas son las figuras principales de sus composiciones y en donde conviven clasicismo y modernidad en una suerte de tensión. El desnudo femenino al aire libre es un tema de larga tradición en el arte occidental, un asunto clásico recuperado por Renoir y otros pintores del cambio de siglo, que convierten esa mirada al pasado en un aspecto definitorio de su modernidad artística. En 1918, cuando Renoir pinta Les baigneuses [Las bañistas], obra central de esta sección, tiene setenta y ocho años. Hasta este momento vemos cómo el pintor ha sido un gran representante del impresionismo au plein-air, ha participado en las exposiciones junto con Monet, Degas, Sisley o Pisarro, ha sido condecorado con la Legión de Honor, ha expuesto en el Salón Oficial y ha colaborado en la IX Bienal de Venecia junto al maestro Courbet. En su pintura, donde sigue predominando el motivo femenino, el artista ha pasado de reflejar los avatares de la vida moderna a representar una mujer atemporal que, en nombre del clasicismo, se funde con la naturaleza.
Otros artistas
Para entender mejor la peculiaridad de la obra de Renoir, pero también cómo pudo influir en el trabajo de sus contemporáneos y de la joven generación moderna, se presentan obras de otros artistas como Vincent Van Gogh, Maurice Denis, Edgar Degas, Pierre Bonnard, Aristide Maillol, Henri-Edmon Cross y Pablo Picasso, tomadas también de las colecciones de los museos de Orsay y l’Orangerie.
Catálogo
Con motivo de esta exposición se ha editado un catálogo en el que se incluyen varios ensayos inéditos sobre los diferentes puntos de vista recogidos en la exposición a cargo del comisario, Paul Perrin y otros especialistas en el asunto tratado. La publicación incluye una selección de texto críticos sobre Renoir y su visión de la mujer así como una cronología centrada en este asunto.
Autor del vídeo y de las fotografías: José Belló Aliaga