Primera impresión al entrar en la librería que reconozco: «Robertson Davies tenía una barba envidiable». Los compañeros de La Calders (Passatge Calders, 9, Barcelona) han decidido poner un proyector en la pared con una entrevista en mute con el autor. No, en serio, tiene una barba que le llega al pecho. Blanca. El señor que lo entrevista lleva gafas de pasta. Me gusta lo que veo. ¿Me gustará lo que escucho?
En mayo, Libros del Asteroide publica “Un hombre astuto”, la última novela de Robertson Davies. Con esta publicación, finalizan la edición de todas las novelas (once, para ser exactos) del autor en castellano. Lo publicaron por primera vez un año después de empezar la editorial y, casi al instante, se les entregó el Premi LIibreter que, confiesa Luis Solano, el editor, ayudó a poner en marcha aún más Libros del Asteroide y a demostrar a los libreros que no sólo publicaban libros de cualidad, sino que además eran libros que podían llegar a muchísima gente. Por los colaboradores y personas que han ayudado y acompañado esta velada en La Calders, Solano no se equivocaba. «No hemos podido parar de publicarlo, no porque nos empeñásemos a publicarlo, sino porque no podíamos evitar leer los miles de mensajes, mails y cartas que nos llegaban a la editorial pidiendo que editásemos más obras de Davies». Anuncia que antes de leer unos fragmentos que cree que definen su prosa, para él Davies es entretenido, emocionante («te hace troncharte, y seguidamente llorar como un niño») y, sin intentar ser didáctico, te enseña a ver un mundo distinto. A continuación recita diferentes párrafos de Un hombre astuto acerca del colegio, la historia, la religión… me quedo con esta máxima «el médico funciona como el sacerdote del mundo secular de hoy». Primera intervención: satisfactoria.
A medida que la traductora Concha Cardeñoso y Verónica Nieto (quien define Un hombre astuto como «un colofón a su obra») leen sus fragmentos, me doy cuenta de que la prosa de Davies me encanta. Es ágil, pero punzante e irónica a la vez. Es literatura, son reflexiones disparatadas y frases que me rompen el corazón, y todo esto, en pocas páginas. Bien.
Seguidamente lee las primeras frases de El quinto en discordia Eduard Márquez, en catalán. Tiene una voz tan radiofónica que parece salido de Súper 3 (el canal infantil de dibujos animados catalán). Normalmente, alguien que lee durante dos o tres o cuatro páginas seguidas me parece monótono, me aburre. Pero entre la gracia de Márquez y la prosa de Davies, se dibuja en mi cara una pequeña sonrisa de tonta. «Cómo me gusta la literatura», me encuentro pensando. Y eso sólo lo provocan los mejores autores.
La aportación de Jordi Nopca es estrambótica en el mejor de los sentidos. Tiene un sentido del humor extraño, pero que te hace reír, y nos explica que se le ha aparecido Davies para hablar de su método. Combina trozos de entrevistas del autor con sus propias reflexiones y establece un diálogo a través de la meta-literatura que hace que abra los ojos como platos: Davies escribía siempre de principio a fin, sin dejar ningún vacío entre escenas; Nabokov decía que un escritor tenía que ser “shamaswo”, “encantador” en ruso (explica Nopca). Llevo media hora de lecturas y Robertson Davies me parece, como mínimo, uno de los autores más “shamaswo” que he conocido últimamente.
Josep Pedrals apunta, para acabar, que la última idea que le queda de Davies es que todos somos una mezcla, y que no somos una realidad absoluta ni de piedra. «Somos un fluido», y se ríe porque le ha quedado muy extraña la frase.
Seguidamente se hace la tómbola que prometían en el evento. Al empezar han repartido papelitos con números y un pin con la cara del autor al público. Se reparten cinco bolsas y un libro. Tengo el número 9. Quiero algo. Pero es una tómbola, y, como siempre, no me ha tocado nada.
Bueno, miento. He ido a una presentación de un autor que no conocía y he salido de allí con una cerveza, un pin y queriéndome leer todos sus libros. A juzgar por lo vivido, diría que me ha tocado la lotería.
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