Victoria Ocampo fue una escritora a pulmón abierto y sin pudores, pionera cultural que fundó la revista Sur, feminista destacada que luchó por los derechos civiles y el sufragio de la mujer. No sólo fue la gran intelectual argentina del siglo XX y una de sus escritoras más sobresalientes, sino que como mecenas convirtió su Villa en un lugar de acogida y amistad para personajes como Tagore, Ortega, Stravinski, Camus, y luchó por el reconocimiento mundial de Borges como obra suya. Episodios todos que plasmó en "Darse. Autobiografía y Testimonios", un monumento a la memoria sin parangón de la literatura en español y que la coloca en el lugar que merece.
"Darse. Autobiografía y testimonios”, de Victoria Ocampo (Buenos Aires 1890, Béccar 1979) es el nuevo volumen de Colección Obra Fundamental, editada por Fundación Banco Santander que se presenta al público este 15 de junio en el Instituto Cervantes con la presencia de Laura Freixas (escritora), Juan Javier Negri (director de Fundación Sur), Carlos Pardo (prologuista y antólogo del volumen), además de la presencia del Director de Fundación Banco Santander, Borja Baselga.
La figura de Victoria Ocampo no puede adscribirse a clichés o posturas y este libro trata de recuperar a una de las mejores escritoras argentinas cuya fama oscureció su importante obra, quizá “la memorialista en español más importante del siglo XX”, como recuerda Carlos Pardo, antólogo del volumen. Una literatura, la de Ocampo, que según Carlos Pardo, ahora con un cambio en la mentalidad de los lectores, “la empezamos a leer como gran literatura”. Autoexigencia y humildad se combinan en una especie de escritura confesional, de hecho escribe Pardo en este prólogo que sus memorias “comienzan con uno de los exámenes más sinceros de la pasión de los celos y del amor adúltero que ha dado la prosa confesional en español”. La propia Ocampo escribe en Figuras simbólicas sobre el escritor y filósofo francés, Drieu, “¿Y es posible el amor sin ese tormento? Yo no lo creía, como tampoco lo creía él. El asunto era saber cómo pueden soportarse esas mordeduras feroces que nos despedazan. Yo no quería dejarme atrapar por sus garras y sus dientes. Estaba decidida a no dejarme ganar nunca por los celos”.
El escritor, poeta y compilador de la obra, Carlos Pardo explicó en la presentación del nuevo volume de la colección Obra Fundamental que para seleccionar los textos del libro tuvo que estudiar los diez volúmenes de los testimonios de la mecenas argentina y seis de su autobiografía. “He intentado hacer justicia a la obra de Victoria Ocampo. Ella no sólo fue una mecenas de escritores sino que fue una compinche y una compañera de las vanguardias. Creo,sin lugar a dudas. que fue una gran escritora”.
Su obra se la puede considerar como una obra maestra de la literatura memorialista. “Cuando lo escribió se consideraban las memorias un género menor”, recordó el antólogo. A la escritora argentina se la considera como una de las primeras autoras feministas. Tenía opiniones radicales sobre este tema. “El pudor es el enemigo de la literatura y de la mujer”, solía decir. Ella fue una de las primeras mujeres que reconoció abiertamente ser adúltera.
En cuanto a su forma de ser, Carlos Pardo la definió como “antiperonista, una gran defensora de republicanismo, feminista, nada existencialista, fue gran crítica política y admiradora de Gandi”. Fue muy humilde con su propia obra y Ortega fue su primer editor. “Parece que hay un jugoso epistolario entre ambos y con Soledad Ortega que próximamente verá la luz”, dijo el compilador de los textos de Victoria Ocampo.
Sus Memorias son un canto a la libertad y no fueron publicadas hasta después de su muerte en 1979. Testimonios, libro-carta, charla, confesión, literatura que es vida y vida que se hace literatura. “Yo no soy aquello, lo perecedero que formó parte de mí y ya nada tiene que ver conmigo. Soy lo otro, pero ¿qué?”, nos dice al inicio del Archipiélago, comienzo de su Autobiografía. Javier Expósito Lorenzo, responsable de la Colección Obra Fundamental, cree que “la escritura de Victoria es corazón y espíritu, no tiene máscaras, y su vida es un monumento al sentimiento femenino y al humanismo, es una mecenas fraternal”. Como parte de esta Colección es “una recuperación que pondrá de manifiesto la importancia de quien revolucionó la cultura de su país y el papel de la mujer”.
Su fama precedió a su obra, como apunta Carlos Pardo, y su labor como gran mecenas de su tiempo en Argentina no tiene precio. Heredó tres fortunas, la de su tía, la de su marido y la parte que le correspondía de la de su padre, y se las gastó todas en favor de la cultura. Juan Javier Negri, director de Fundación Sur, nos revela lo mucho que le debe su país, “el reconocimiento mundial a Borges es obra suya, y los cincuenta años de la más importante revista literaria en lengua castellana de la historia: Sur.”
Por supuesto nadie en la biografía de Ocampo debería olvidar la infinidad de batallas menores que entabló, y que la convirtieron en una mujer pionera en el continente iberoamericano en muchos sentidos: su lucha por el voto femenino, sus campañas antifascistas, su defensa de las libertades cívicas que la llevaron a prisión sin proceso.
Además, Victoria fue también la única periodista iberoamericana que estuvo presente en los Juicios de Nüremberg, algo que no hay que olvidar y que recogemos en este volumen en Impresiones de Nüremberg, dentro del libro Soledad Sonora. Y en su artículo habla como visionaria ya de la necesidad de haber creado una policía internacional porque los criminales nazis ya eran criminales en sus países antes de serlo fuera de sus fronteras.
Recibió clases de Bergson, dominaba el inglés y el francés, se convirtió en una feminista “intuitiva” en palabras de Carlos Pardo, que trataba de tú a tú a los grandes intelectuales de su tiempo como Tagore, Ortega, Camus, Mann, Stravinski, Eisenstein, Teilhard de Chardin, St. John Perse, Virginia Woolf, Grethe Stern, Maurois, Ansermet, Maritain, Keyserling, etc.. En opinión de Juan Javier Negri, “tenía una gran virtud y un defecto: era extremadamente generosa, pero lo era en exceso. Le gustaba compartir todo aquello que consideraba superior, excelso, perfecto, pero la sacaba de quicio que lo que ella amaba no fuera compartido por los demás.”
Uno de sus grandes amigos y confidente, el sacerdote católico y escritor Eugenio Guasta (1890-1978), decía que Victoria era comparable con un fenómeno de la naturaleza: “un tifón, un tsunami, un huracán con una inagotable energía interna que la llevaba a acometer todo tipo de iniciativas en el campo de la cultura argentina y universal”.