Si el tabaco se descubriera hoy en día y se pretendiera su comercialización, ¿los gobiernos darían su visto bueno a un producto que es adictivo, que convierte a sus consumidores en esclavos de una nicotina potenciada con numerosos aditivos y mata a millones de personas cada año tras hacer estragos en los recursos de los sistemas sanitarios?
Sin duda la respuesta es no, y resulta evidente que algún día habrá que plantearse la prohibición gradual del tabaco, un producto que según la Organización Mundial de la Salud mata a entre cinco y seis millones de personas cada año en todo el planeta. De ellas, cerca de 60.000 en España: más muertes anuales que el sida, el alcohol, las drogas ilegales, los accidentes de tráfico y los homicidios juntos. Un millón de muertos en los últimos 30 años.
Por primera vez, un libro analiza la estrategia comercial que han seguido las tabacaleras en España, el país que descubrió el tabaco en el Nuevo Mundo, así como las dificultades del movimiento antitabaquista en su lucha contra esta epidemia, y cómo el sistema político y judicial español ha protegido en muchas ocasiones al enorme poder económico que representan las grandes multinacionales de la nicotina frente a los miles de enfermos que piden justicia en los tribunales por haberse envenenado a través del engaño.
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